CulturaGente y SociedadHumanismoReligiónSemblanzas

Un pastor con olor a oveja

El papa Francisco no es un papa más; marca un hito en la Iglesia católica

 

 

 

Dolor

Nos ha dolido profundamente la muerte del papa Francisco. Ante todo, porque lo queríamos y admirábamos, porque con sus palabras y, más aún, con su actitud nos animaba al seguimiento de Jesús, nos contagiaba su humanidad tan cercana, humilde y cálida.

Pero también nos ha dolido porque se va dejando muchos proyectos abiertos, porque lo que hacía era de tal calado que después de la propuesta, venía la implementación, para lo que había que dar tiempo al tiempo porque había que hacerse cargo, viéndolo como una ganancia y transformar estructuras y mentalidades muy consolidadas.

Nos quedamos sin saber si el que venga asumirá lo que está en marcha hasta implementarlo o si lo ladeará o incluso lo contradirá. Nos referimos a las medidas, tan incisivas para la institución eclesiástica, del documento final del sínodo y su alargamiento a tres años más. Nos referimos también a la reforma de la Curia; y, sobre todo, a la reubicación de la institución eclesiástica en el seno del pueblo de Dios; y a su ubicación como papa en el orden mundial de una manera tan abierta y decidida a favor de los de abajo y en contra de las instituciones económicas, mediáticas y políticas que oprimen, excluyen y hacen ver las cosas de modo que no hace justicia a la realidad.

Pedimos a Dios de todo corazón que el papa que venga se haga cargo de la trascendencia de lo que está en juego y con el mismo Espíritu de Jesús lo prosiga, obviamente que con su estilo, que es propio de cada uno.

Y también pedimos que todo lo que Dios nos ha hablado por medio de él[1] no caiga en el olvido con su ausencia, sino que lo cultivemos asiduamente como individuos, grupos e instituciones.

 

Un cristiano papa

El papa Francisco no es un papa más; marca un hito en la Iglesia católica. No se definió por su pertenencia a la institución eclesiástica, sino por su seguimiento a Jesús de Nazaret en el seno del pueblo de Dios. Así lo dijo desde el comienzo, al asomarse desde el balcón a la plaza de san Pedro después de su elección: “Comenzamos este camino, obispo y pueblo”.

Era cristiano con todos. Olía a oveja porque era una oveja más. Esto, tan elemental y decisivo, no es obvio en la institución eclesiástica desde hace muchos siglos. Lo esperado es que el jerarca se defina, al menos de hecho, por su cargo, que, en el mejor de los casos, lo entiende como la misión en favor del pueblo de Dios, una misión que lo constituye y define; quedando, de hecho, de lado su pertenencia básica al pueblo de Dios.

Pero además olía a oveja porque era pastor que conocía a las ovejas y las conocía por dentro porque las amaba con el amor del buen Pastor y con ese amor, realmente humanísimo y trascendente, las acompañaba desde dentro y guiaba adonde había comida abundante y nutritiva: a los santos evangelios y, desde ellos, al seguimiento actual de Jesús.

Y los cuidaba de los lobos y los falsos pastores: los que se creían dueños de la parroquia o diócesis que regentaban y se relacionaban con los feligreses como si fueran sus súbditos. Por eso Francisco hablaba, como Jesús, el lenguaje de la gente y no la jerga de los eclesiásticos. Y hablaba de Jesús respecto de lo que la gente vivía y traía entre manos; y lo hacía desde la perspectiva del Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que es la perspectiva que nos reveló Jesús. Y por eso, como Jesús, hablaba a todos y hablaba, repito, de lo que traían entre manos, en lo que se jugaba la calidad humana. Y hablaba siempre con calidad humana porque toda su vida de pastor se abocaba a que hubiera calidad humana, y más en concreto la calidad que se da en la vida de Jesús y que nosotros la alcanzamos, a la medida del don recibido, al hacer lo equivalente en nuestro momento y en nuestra situación, que en eso consiste seguirlo.

En concreto, Francisco no se creyó superior a nadie porque se sentía como un hijo de Dios, como todos los cristianos y en el fondo como todos los seres humanos, en Jesús de Nazaret, el Hijo único y eterno, que nos hizo hijos al llevarnos realmente en su corazón de Hermano. Por eso tampoco se sintió superior a nadie porque se sabía hermano de cada uno y de todos porque a todos nos hermana estar juntos en el único corazón de Jesús. No hay mayor horizontalidad que la de vivir como hermano de todos en Jesús de Nazaret.

 

Representó a Jesús como hermano de todos en el Hermano universal

Él trataba de representar a Jesús viviendo y hablando como hijo de Dios en el Hijo y como hermano de todos en el Hermano universal.  Representarlo significaba para él hacerlo realmente presente en cada coyuntura y ayudar lo más posible a que todos lo percibieran así y lo vieran como lo veía él: como el mayor tesoro posible.

Él trató de encaminar a toda la Iglesia y más en particular a toda la institución eclesiástica en esta dirección y trató de que tomara esa fisonomía: que no se viera, como se ven los representantes del orden establecido, como los que están arriba y mandan, sino como los que pertenecen al pueblo de Dios y desde la convivencia habitual con ellos para hacerse cristianos juntos, ayudar a que todo esté impregnado de Jesús de Nazaret y no, como en el orden establecido, desde la lógica institucional y para provecho de los que mandan.

Por eso cuando lo eligieron siguió viviendo en la residencia de Santa Marta y no se mudó, como todos los papas anteriores, a las habitaciones papales, que lo elevaban y apartaban de los demás, como supuestamente correspondería al representante de Jesús, que estaría en ese imaginario el más alto de todos.

No instalarse en la residencia papal no había sucedido nunca; pero a él le pareció lo más obvio, ya que seguía definiéndose por su pertenencia solidaria al pueblo de Dios, que abarca a todos. Más bien vio que el oficio de papa lo colocaba entre todos, como se colocó Jesús para dar a todos el evangelio, no sólo con sus palabras sino, antes que eso, con su relación fraterna, que tiene que mantenerse, para que lo sea, como una relación horizontal. Así fue siempre su relación con todos.

Y lo fue, no como una decisión táctica, como un protocolo de funcionario, sino porque así era él o más exactamente, así se fue configurando, sobre todo desde su episcopado en Buenos Aires, en seguimiento de Jesús, que siempre vivió para los demás desde su pertenencia a ellos, de tal modo que siempre comió y durmió donde le dieron lugar. El papa Francisco no llegó obviamente a ese extremo, que no era compatible con su ministerio, pero sí estuvo con todos, entre ellos, relacionándose siempre horizontalmente. Y siendo arzobispo en Buenos Aires, sí viajaba siempre que podía en transporte público y su mayor alegría era poder celebrar en alguna villa[2] cuando el cura tenía que ausentarse. Un ejemplo muy expresivo para cada uno de los miembros de la institución eclesiástica, incluso para no pocos de ellos un ejemplo revulsivo.

 

La jerarquía al servicio del pueblo de Dios desde su pertenencia a él

Él tuvo gran empeño en que la institución eclesiástica asumiera vivencialmente la propuesta del concilio Vaticano II[3], para el que el misterio cristiano está encarnado en todo el pueblo de Dios y las distintas vocaciones (jerarquía, vida consagrada y laicos) están para ayudar, cada una a su modo, a que todo el pueblo, en el que ellos están incluidos, vivamos ese misterio con la mayor plenitud posible. Esto aparece claro, no sólo en el contenido sino en la misma estructura del documento sobre la Iglesia (Lumen Gentium), cuyo primer capítulo es sobre el misterio que es la Iglesia, y el segundo sobre el portador de este misterio de salvación, que es todo el pueblo de Dios; y los capítulos tercero, cuarto y quinto, que son las tres vocaciones: jerarquía, vida consagrada y laicado, al servicio de ese único pueblo de Dios desde su pertenencia  él, para que encarne lo más posible ese misterio y lo expanda por donde viva.

Y ese misterio no puede vivirse en solitario ni corporativamente porque consiste en vivir como hijas e hijos de Dios en el Hijo y como hermanas y hermanos unos de otros y de todos, en Jesús, el Hermano universal. En la Iglesia las relaciones son lo más importante, lo decisivo, lo configurador; como lo es en el Dios del que vivimos y que anunciamos, ya que, como dice sano Tomás y repitió Francisco en la Laudato Si, “Las personas divinas son relaciones subsistentes”[4].

Y, por eso, las relaciones en la Iglesia no pueden ser asimétricas y verticales: unos pocos mandan y los demás obedecen; sino que tienen que ser siempre horizontales, como corresponde a los que se definen como hermanas y hermanos, relación que es eterna, a diferencia de las relaciones entre las tres diversas vocaciones, que se quedan en esta vida, ya que en el cielo no habrá jerarcas, ni consagrados, ni laicos, sino únicamente hermanas y hermanos en Jesús de Nazaret y en él hijas e hijos de Dios. Si alguien se define por su vocación no va al cielo. Por eso es tan trascendente ese modo de relacionarse que nos ha enseñado el papa Francisco con sus palabras y sobre todo con su vida.

 

Caminar juntos en seguimiento mancomunado y personalizado de Jesús

Por eso mismo propuso el sínodo de la sinodalidad[5], que, como indica ese nombre (syn, en griego, significa con y odos camino), propone que todos los cristianos caminemos unos con otros, juntos, como hermanas y hermanos en seguimiento de Jesús de Nazaret. Y por eso el método de las sesiones consistió en que se sentaran en mesas redondas de doce personas, juntos obispos, presbíteros, religiosas y religiosos y laicas y laicos para escuchar juntos lo que el Espíritu les iba diciendo a través de lo que decía a cada uno y de las resonancias que despertaba en los demás. El escuchar todos al Espíritu, el escucharse unos a otros, el discernir en conjunto expresaba ese caminar juntos específicamente cristiano, ya que lo que les unía era la común pertenencia al pueblo de Dios, el de los seguidores de Jesús de Nazaret.

Ese método era tan heterogéneo a lo que se había hecho en otras asambleas eclesiásticas, que además estaban compuestas sólo por eclesiásticos, que el papa Francisco vio certeramente que, aunque había funcionado bien, no había sido asimilado en la mayor parte de la Iglesia: que eran muy pocas las parroquias y las diócesis y menos aún las Iglesias nacionales y regionales que funcionaban así, tanto en su vida diaria como en sus momentos de encuentros y asambleas. Y que por eso, como ese método expresaba elementalmente el funcionamiento de la Iglesia, si se vivía realmente como pueblo de Dios convocado por el seguimiento condiscipular de Jesús, decretó ampliarlo tres años más, para dar lugar a procesos que involucren a la mayoría del pueblo de Dios y para que la institución eclesiástica comprenda que su misión es colaborar a que este proceso vaya definiendo el caminar cotidiano de la Iglesia a los distintos niveles; un proceso de participación de todos, de escucha mutua, de toma de decisiones compartida y de llevarlo a cabo involucrándose todos, cada uno desde su vocación.

Ahora bien, queremos insistir en que las múltiples reformas propuestas para el funcionamiento concreto de la institución eclesiástica no se llevarán a cabo o, si se llevan, su efecto será muy restringido, si no se basan en la sinodalidad básica que consiste en lo más elemental: caminar todos los cristianos juntos en la vida cotidiana en seguimiento de Jesús[6].

Dios quiera que el papa que lo sustituya esté en la misma onda y prosiga este sínodo con este mismo espíritu para que los cristianos lleguemos a caminar juntos en seguimiento situado de Jesús, como lo hizo la Iglesia primitiva. Centrarnos en esta tarea es el mayor aporte del papa Francisco a la Iglesia.

Y, como él lo ha afirmado en múltiples ocasiones, es un aporte imprescindible que la Iglesia tiene que dar a la sociedad a la que pertenece, ya que, al contrario de lo que ocurrió en Europa después de la segunda guerra mundial y en nuestro país en las primeras décadas de la democracia, a pesar de algunas formalidades democráticas, en ningún país se camina juntos ya que los grandes consorcios globalizados y el gran capital financiero son los que dan la pauta, centrándolo todo en la producción y el consumo, que tal como funcionan, son deshumanizadores y excluyentes. Esto lo ha denunciado el papa repetidamente y con toda claridad y contundencia.

 

Su misión abarcó a toda la humanidad porque a todos nos lleva Jesús en su corazón

Este aporte crítico y propositivo a la sociedad lo llevó a cabo Francisco sistemáticamente porque tuvo claro que su misión no se restringía a la Iglesia, sino que abarcaba a toda la humanidad. Porque Jesús vino a salvarnos a todos y por todos dio la vida y a todos nos lleva en su corazón en el seno del Padre. Por eso Francisco hablaba constantemente de una Iglesia en salida[7].

Por eso, sus dos grandes encíclicas, la Laudato Si[8] y la Fratelli Tutti[9] abarcaron expresamente a toda la humanidad, aunque se dirigían más especialmente a los cristianos porque, aunque el Espíritu de Jesús está derramado a cada uno de los seres humanos, es a los cristianos a los que se nos ha revelado Jesús de Nazaret para que, viviendo en su seguimiento, podamos participar eficazmente de su misión. Y la misión consiste no sólo en proponer que todos somos hermanos, sino en lograr concretamente que esa fraternidad cobre cuerpo en cada una de las dimensiones de la vida, desde la económica a la política, pasando por la social y la cultural, y en cada región del planeta.

Por eso Francisco se dolía constantemente de las guerras, que son la negación más brutal de la fraternidad en que consistimos y lo mismo de la absolutización de las grandes corporaciones, que se endiosan y desconocen el vínculo fraterno que une a sus miembros con los demás, que no son sólo compradores de sus productos, sino sus hermanos. Por eso en esta sociedad estructuralmente discriminatoria, que deja a tantos abajo y más aún fuera, Francisco abogó siempre por los pobres, para que se considere su humanidad y se dé un cambio estructural que los reconozca en concreto: “En la lógica del Evangelio, los últimos son los primeros, y nosotros tenemos que ponernos a su servicio”[10]. Para ponerse a su servicio hay que ser como ellos; por eso en su primera comparecencia a la prensa exclamó: “¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre, para los pobres!”[11].

Y también se esforzó constantemente en lograr que no sigamos explotando a la naturaleza como una mera cantera de recursos, pretendidamente ilimitada, sino que sintamos la alegría y responsabilidad de participar de ella como seres naturales. Es falso que nos hayamos emancipado de ella: necesitamos para vivir que se mantenga constante la proporción de oxígeno y nitrógeno, la presión, la humedad, la temperatura, la luminosidad y el agua y los alimentos. Y por eso insistía en que estamos rompiendo irreversiblemente el equilibrio en que se sustenta la vida y que estamos provocando el humanicidio total.

Desgraciadamente no sólo no le hacen caso los causantes directos del desequilibrio que nos está llevando a la muerte de la vida en la tierra, sino tampoco los cristianos, puesto que todos somos también ciudadanos que tenemos que ejercer nuestra responsabilidad respecto de los políticos y los que comandan la economía, si no queremos ser cómplices de ese suicidio colectivo hacia el que vamos, a pesar de declaraciones meramente formales de los países en las cumbres convocadas para detenerlo, que no sólo estaban haciendo muy poco para detenerlo, sino que ahora, con Trump, se está agudizando irresponsablemente el problema.

 

Sirvió concretamente a cada persona y a cada pueblo

Es hermoso recordar lo concreto que era siempre Francisco en sus expresiones y cómo se ocupaba concretamente de cada aspecto. Lo suyo no eran causas al margen de la vida diaria, sino encaminar cada aspecto de la vida para que exprese esa condición filial y fraterna que nos alcanzó Jesús. Y para que lo exprese cada uno de los seres humanos.

Por eso se dirigía a colectivos variadísimos y viajó a multitud de lugares: 47 viajes fuera de Italia en los que visitó 66 países, la mayoría del tercer mundo. Y viajó para proclamar el evangelio situadamente y por eso habló en cada sitio de lo que era más medular para esas personas. Pero siempre desde el Espíritu de Jesús y como una concreción de su evangelio. No repetía un ideario; por el contrario, siempre era noticia, pero esa noticia era siempre la concreción situada de la buena noticia de Jesús.

Por eso es sintomático que su primer viaje fuera a Lampedusa, donde había ocurrido un naufragio en el que se habían ahogado muchos emigrantes. Mientras Europa endurecía las leyes y el comportamiento con los emigrantes, captados como los que irrumpen en su ámbito empeorando su nivel de vida, el papa saludó uno a uno a los sobrevivientes y dijo en su homilía que “buscaron un lugar mejor para ellos y sus familias, pero encontraron la muerte”, añadiendo que a menudo “quienes buscan esto no encuentran comprensión, no encuentran acogida, no encuentran solidaridad”. Por eso expresó que ese tipo de acontecimientos son “una espina en el corazón que trae sufrimiento”[12].

 

Hablaba con el corazón

Por eso su primera encíclica fue sobre el amor humano y divino del corazón de Jesucristo[13]. En estos tiempos líquidos, dijo, hay que volver al corazón, a lo más íntimo, a la raíz, a la base, al lugar de la sinceridad y de la vida, a la fuente de la vida realmente humanizadora y a la fuente de la fraternidad. Por eso el corazón de Jesús, de donde brota su amor por nosotros, es el origen de nuestra fe, la fe que damos a los evangelios en los que aparece concretamente cómo nos amó, sus palabras y obras que manifiestan la entrega completa de sí y a la vez que revelan lo más hondo del ser humano, manifiestan lo más concretamente posible quién es Dios, no sólo quién es Dios para nosotros sino con nosotros, entregado a nosotros: quién es Dios. Por eso, hablara de un tema u otro, siempre lo hacía desde el evangelio del Jesús y como su enviado. Sentía lo que Pablo decía de sí: “¡Ay de mí sino evangelizo!” (1Cor 9,16).

 

Oren a Dios por mí

Ahora bien, Francisco sentía la necesidad impostergable de evangelizar, no porque se sentía ya evangelizado, es decir porque, al haberse entregado completamente a Dios en Jesús, podía dedicar todas sus energías a entregarlo a los demás. Por el contrario, él se sentía pecador, en bastantes ocasiones hizo autocríticas muy concretas a actitudes que había tenido en su vida poco cristianas o que desdecían completamente de lo que nos pidió Jesús[14]. Por eso siempre concluía los encuentros pidiendo que oraran a Dios por él. Nunca lo olvidaba, no porque se había convertido en una costumbre, sino porque sentía siempre su fragilidad en el camino del seguimiento y por eso no sólo tenía que seguir caminado siempre, porque no acababa de llegar, sino que siempre pedía ayuda para mantenerse como hijo de Dios en el Hijo y como hermano de todos en el Hermano universal.

Que un papa pidiera siempre que oraran por él, cuando lo que presupone la mayoría es que él es el que tiene que orar por los demás, da la medida de quién era Francisco, de su humildad, de su verdad y de hasta qué punto extendía la fraternidad: no sólo entregarse a cada uno, sino pedir a cada uno que rogara a Dios por él. Relaciones mutuas. Horizontalidad absoluta. Trasparencia y esperanza. Humildad. Ese es Francisco, que ha sido acogido por Dios en su seno. Demos gracias a Dios por su vida.-

[1]Trigo, Op

[2]“Villa miseria” llaman en Argentina a los barrios más pobres

[3] Trigo, Francisco, el papa del Concilio Vaticano II. San Pablo, Buenos Aires 2017

[4]Suma Teológica, parte I, cuestión 30, artículo 2, ad primum. Laudato Si 240

[5] Trigo, Sinodalidad básica en la Iglesia latinoamericana, Buena Prensa, Ciudad de México 2023

[6] Trigo, “Valor y límites del Documento Final del sínodo”, Revista CLAR, enero-marzo 2025,68-97

[7]Respecto de la vida religiosa latinoamericana, ver Trigo, “Salir para encontrarnos con Jesús y para llevarlo como evangelio (El Kairos del papa Francisco respecto de la Vida Religiosa-lo que expresa de su estado actual y lo que le propone como requerimiento del espíritu)”. Revista ITER n°66,9-43

[8] “Frente al deterioro ambiental global, quiero dirigirme a cada persona que habita este pla­neta” (n°3)

[9]“Entrego esta encíclica social como un humilde aporte a la reflexión para que, frente a diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras. Si bien la escribí desde mis convicciones cristianas, que me alientan y me nutren, he procurado hacerlo de tal manera que la reflexión se abra al diálogo con todas las personas de buena voluntad” (n°6)

[10]Mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado (29 setiembre 2019)

[11] Trigo, “Una Iglesia para los pobres ¿Adónde nos lleva el sueño del papa Francisco? RLT, 90,2013,247-262

[12] Un mensaje suyo sobre los emigrantes se titula: «Construir el futuro con los migrantes y los refugiados»

[13]Evangeli Gaudium (24 noviembre 2013)

[14]Trigo, “Salir para encontrarnos con Jesús y para llevarlo como evangelio (El kairós del papa Francisco respecto de la Vida Religiosa)”. ITER 66, en.-abr. 2015,11-13

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba