Un presidente mandado, un gabinete gastado y un futuro que será redistributivo o no será nada
La dinámica del cambio de ministros ya está desatada y es imparable.
Mandar no es aconsejar, ni sugerir y, mucho menos, pedir. Mandar presupone que hay un ser superior y un subordinado. Cuando Alberto Fernandez pronunció la frase “hice lo que vos me mandaste” mirando a Cristina Fernandez el viernes en el Estadio Único de La Plata, un sudor frío corrió entre quienes los rodeaban en el escenario. “Me estremecí”, confesó uno de los seis protagonistas de esa puesta en escena donde la alianza gobernante demostró unidad y coherencia discursiva. Pero esa sola palabra, mandar, transparentó el actual momento del Gobierno: aunque sigan sin hablar en lo cotidiano, la Vicepresidenta pesa cada vez más en la cabeza y la conciencia del Presidente. Lo que equivale a decir que, más temprano que tarde, habrá cambios en el Gabinete.
Eduardo Valdés recorre el perímetro de la quinta de Olivos en la habitual caminata matinal del Presidente, al menos, una o dos veces por semana. Son amigos desde siempre y se tienen una confianza única. Es, posiblemente, de los pocos dirigentes políticos que se anima a decirle la verdad y lo enfrenta con problemas. Ayer el diputado, siguiendo con la línea CFK (“si tienen miedo búsquense otro laburo”), también reconoció en público que había áreas del gobierno que habían sufrido desgaste y que habría que “oxigenar y renovar” el Gabinete. Hasta se animó a enumerar los ministerios: salud, comunicación y política.
El teléfono de Valdés sonó pasado el mediodía. Del otro lado de la línea un Fernandez furioso terminó pasándole factura por sus dichos y hasta por el voto en contra del diputado al proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE): “Fuiste en la lista de un presidente que prometió el aborto, al menos te hubieras abstenido de votar”, le recriminó.
Lo insólito es que un día antes Fernandez aplaudía a CFK en La Plata. Y aplaudía la misma frase en la que Cristina vapuleaba a los tibios de su gabinete. ¿Aplaudía porque coincidía con los posibles cambios, por inercia o por nervios? En los hechos se reiteraba una imagen tan contradictoria como la foto que se había difundido esa semana del Presidente posando con la urna de Liz Solari que pedía que dejara sin efecto el convenio con China que el ministro Matias Kulfas (por orden de Fernandez) viene trabajando y defendiendo a rajatabla para multiplicar la producción porcina en argentina.
Entonces, ¿Alberto Fernández quiere o no cambiar el gabinete? La respuesta a esta altura parece irrelevante. La dinámica del cambio está desatada y es imparable.
El quiénes, cómo y cuándo no está decidido. Pero Alberto no va a poder tapar el sol con las manos. No son la oposición ni los enemigos internos los que le dicen que hay áreas del gobierno virtualmente paralizadas más allá de la pandemia. Ahora son sus propios amigos los que reconocen que el tema “no da para más”.
Uno de los seis protagonistas del escenario de La Plata, en los que estaban por orden discursivo Veronica Magario, Máximo Kirchner, Sergio Massa, Axel Kicillof, Cristina Kirchner y el Presidente predijo que enero será el mes de la toma de decisiones, marzo el de la ejecución de los cambios post acuerdo con el FMI y que el Gabinete, tal cual esta planteado, no tiene retorno: “Somos peores que el macrismo”, sentenció sin ruborizarse. 🤦🏻♀️
Si todos sospechaban la centralidad de Cristina, el viernes Alberto la patentizó. De todas maneras el acto sirvió mucho más para fortalecer el frente interno, darle contenido y mística a la alicaída militancia y marcar la línea discursiva de cara al año electoral que para los reproches de gestión.
Si bien la autoría intelectual del encuentro fue de Andrés Cuervo Larroque (de los más palmeados en la espalda el viernes), quien llevó adelante la idea como propia y la convirtió en realidad fue Axel. El Gobernador se ganó así por primera vez un lugar en el tablero nacional y logró lo que nadie en este año: un acto armónico, con todos adentro y con reminiscencias estilísticas del anterior gobierno kirchnerista, una mística a la que, hasta ahora, esta administración no había apelado.
También quedó claro que el Frente tiene una obsesión para el próximo año: que la salida de la pandemia no sea con más concentración económica sino con más distribución. Tan insólito como real fue que el tema lo introdujo en el escenario Massa, quien a simple vista, parece estar situado a la derecha de la alianza gobernante, y lo continuó, retomando sus palabras (todo un gesto para quienes la conocen) la propia CFK.
Claro que el “temita” de la redistribución van a tener que discutirlo también con el FMI quien cambia de caras pero no de recetas y ya ausculta las finanzas locales. Y ahí todos vuelven a ponerse en manos de San Guzmán.
El único ministro junto el de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, el de Defensa, Agustin Rossi y el de Interior, Eduardo “Wado” De Pedro, que están más que atornillados a sus respectivos sillones.
El huracán Cristina el viernes dejó un claro mensaje que resonó afuera (el del cambio de gabinete) pero también otro para adentro. Si hay quienes piensan que las elecciones se ganaron por la unidad o el rejunte de dirigentes que sepan que solo con la unidad no alcanza.
CFK está obsesionada con el precio de la carne, con la capacidad de compra de los jubilados, con las tarifas y hasta con el precio de Internet. Esta semana de hecho debutó el sistema regulado como servicio público de las empresas del sector. La batalla por el aumento del abono venía teniendo un ida y vuelta interesante entre las empresas y los representantes del ENACOM hasta que una llamada de Cristina tiró el acuerdo por la ventana.
El límite que fijó la vicepresidenta fue del 5%, no cedió ni un céntimo más a las miles de explicaciones que dieron las empresas.
La Real Academia Española (RAE) dice que mandar viene del latín mandare. Y que tiene varias acepciones:
-Dicho del superior: ordenar al súbdito
-Imponer un precepto
-Regir, gobernar, tener el mando
-Declararse dispuesto a cumplir los deseos del otro
En cualquiera de los casos está claro que a Alberto Fernandez le gusta cumplir los mandados. Y que a Cristina Fernandez le cuesta poco mandar.