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Un Presidente que no respeta normas

Cuando un Presidente no respeta normas, el ejemplo que le brinda al país y en especial a la juventud, es muy negativo, porque si la máxima Autoridad lo hace, ¿qué puede impedir que el resto se sienta autorizado a hacer lo mismo?

 

El mensaje presidencial del martes pasado en cadena nacional por el Presupuesto 2026 no dejó a nadie indiferente, porque en lugar de dar a conocer el proyecto que se discutirá en el Congreso, se dedicó a hacer un discurso político, presentándonos un país de las fantasías que solo está en su imaginación, pero más allá de eso -lo más grave a mi  parecer- es que intervino en la campaña presidencial, atacando una propuesta de José Antonio Kast de recortar el gasto en US$6.000MM si es elegido Presidente. Al hacerlo, no respetó la prescindencia política que quedó claramente establecida en un dictamen de la Contraloría General de la República, donde impartió instrucciones con motivo de las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias.

Dicho dictamen reitera, entre otras cosas, que todas las autoridades, funcionarios y funcionarias de la Administración del Estado y entidades fiscalizadas tienen la obligación de respetar el principio de prescindencia política, resguardando así la imparcialidad, transparencia y legitimidad del actuar público, reafirmando que en el desempeño de la función pública, los empleados estatales -cualquiera sea su jerarquía y el estatuto jurídico que los rija- están impedidos de realizar en el ejercicio de sus cargos o funciones, proselitismo o propaganda política, o promover o intervenir en campañas y, en general, valerse de la autoridad o cargo para favorecer o perjudicar, por cualquier medio, candidaturas, tendencias o partidos políticos.

Me imagino que el Presidente conoce la existencia de dicho dictamen, pero claramente no lo respeta, porque sin duda que en su mensaje intervino intencionalmente en la campaña, y más grave aún, reiteró su intervencionismo durante la semana, catalogando el hacerlo como democrático y demostrando abiertamente que le da lo mismo la norma que lo prohíbe. Con su actitud, el mal ejemplo queda en el inconsciente colectivo con un doble mensaje: se puede no respetar normas y además es impune hacerlo.

La alternativa a lo anterior es que el Presidente ignorara el dictamen de la CGR,  lo que agravaría la falta, pero es válido hacerse la pregunta si esa es la razón de su cometido, porque recientemente se quejó que en el caso de la venta de la casa de Allende, nadie le había advertido de la incompatibilidad constitucional existente, cuando se supone que el Presidente, al jurar respetar la Constitución y las leyes conoce su contenido y por lo tanto es su deber hacer efectivo dicho juramento en todos sus actos, máxime cuando es de conocimiento universal que la ley se presume de derecho. Desconocer lo que dice la Constitución no es un tema baladí en el caso de un Presidente, pero es lo que el reconoció al decir que nadie lo aconsejó sobre la incompatibilidad constitucional.

Lamentablemente hay otros ejemplos que señalan el poco respeto a las normas. El más cercano es su intervención en la Asamblea General de la ONU, cuando saltándose todas las reglas diplomáticas, trató de mentiroso al Presidente Trump, valiéndose del  argumento que no nombró a nadie, lo que es una falacia, pues todo el mundo supo de quien hablaba.

Ese fue un desafortunado episodio pues se supone que las Relaciones Exteriores de Chile se conducen como política de Estado, basada en principios e intereses nacionales, no en los gustitos personales del Presidente, como fue el caso que comento. Desafortunadamente al así hacerlo, en lugar de velar por los intereses del país los puso en riesgo ante la primera potencia mundial.

Pero hay además otras señales sobre lo mismo. No respetó la glosa republicana, dejando sin fondos de libre disposición al próximo gobierno. Otro ejemplo. En el mundo diplomático, existen formalidades protocolares que el Presidente no cumple. Me refiero a que no respeta por ejemplo el llamado dressing code; es decir, se presenta informalmente en reuniones de alto nivel y con dignatarios extranjeros, quienes si lo respetan.  Y lo mismo cuando se lustró los zapatos en el solemne Tedeum de los evangélicos ante todas las Autoridades eclesiásticas. Son todas señales de lo mismo.

Estos ejemplos más bien señalan una tendencia en el actuar, lo que es digno de preocupación, porque cuando un Presidente no respeta normas, el ejemplo que le brinda al país y en especial a la juventud, es muy negativo, porque si la máxima autoridad lo hace, ¿qué puede impedir que el resto se sienta autorizado a hacer lo mismo?

 

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