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Un tiburón cumpleañero

Si las estadísticas son correctas, no tiene TIBURÓN nada que festejar a medio siglo de su estreno con una campaña publicitaria fenomenal en 450 salas de los Estados Unidos, porque, según cifras confiables, la población de escualos habría caído en un 70% desde el lanzamiento de la película en 1975.

24 de las 31 especies de rayas y tiburones –tres de estas, en un nivel crítico- estarían amenazadas de extinción, porque son víctimas colaterales de las flotas pesqueras que faenan en busca de atunes y otras especies, y, al contrario de los demás peces, demoran muchos años antes de alcanzar la madurez sexual y producen menos crías.

 

Siguiendo las agujas del reloj desde la parte superior izquierda: la mielgatiburón sierra japonéstiburón ballenatiburón blancotiburón dormilóntiburón anguilatiburón martillo y el angelote de Australia que representa las órdenes Squaliformes, Pristiophoriformes, Orectolobiformes, Lamniformes, Heterodontiformes, Hexanchiformes, Carcariniformes y Squatiniformes, respectivamente., Fuente: Wikipedia.

El daño causado por Hollywood había sido tan sensible que un grupo de científicos advirtió a la Columbia Pictures de los efectos peligrosos  para una especie que ya era objeto de una cacería inmisericorde. Por sus aletas consideradas afrodisíacas y las dificultades propias de un lento crecimiento, sobre todo de un desove inferior al que se necesitaría para repoblar las colonias que declinan, mientras los sobrevivientes debían adaptarse a mares más ácidos y calientes, cada vez más contaminados de plásticos y productos industriales.

American director Steven Spielberg holds a megaphone while directing his film, ‘E.T. The Extra-Terrestrial,’ 1982.

Sería entonces injusto achacar la culpa del fenómeno a un Steven Spielberg entonces jovencísimo que comenzaba su extraordinaria carrera, pero es indudable que su thriller estimuló la leyenda negra y algo debió contribuir a la histérica persecución de los escualos, que gozarían de una mejor reputación y más larga existencia si, en lugar de satanizarlos, la película hubiera sembrado algo similar a la imagen amable de los delfines gracias a las hazañas del simpático Flipper.

Sobre todo porque los soberbios animales son mucho más importantes para el balance de los ecosistemas, al contribuir junto a las ballenas a sanear los fondos oceánicos, devorando a las presas más viejas y débiles. Sin hablar de lo mucho que pudiéramos aprender de ellos; por ejemplo, de la celeridad con que restañan sus heridas y desarrollan inmunidad contra numerosas enfermedades.

Y es famosa la manera en que Michael Phelps ganó ocho medallas de oro en las Olimpiadas de Beijing mimetizándose con una trusa deportiva inspirada en las pequeñas escamas de esos animales que reducen la fricción en su desplazamiento.

La producción costó doce millones y recaudó 267 millones sólo en los cines estadounidenses y el rodaje mismo mereció un documental y una pieza teatral, aunque el armatoste funcionaba de manera tan deficiente que apenas pudo utilizarse en cuatro minutos de la trama, obligando al director a mantener el suspense basado en la sola amenaza del monstruoso animal y la aterradora banda sonora de John Williams, otro desconocido para la época.

Años después, Spielberg expresaría su remordimiento por las consecuencias de aquel éxito inicial:

“Una de las cosas que todavía temo no es ser devorado por un tiburón, sino que los tiburones estén de alguna manera enojados conmigo por el frenesí de alimentación de los pescadores deportivos locos que sucedió después de 1975, lo cual realmente, y hasta el día de hoy lamento. Lamento la aniquilación de la población de tiburones a causa del libro y la película. Realmente, realmente lo lamento”,dijo entonces, compungido.

Y, sin embargo, el balance no ha sido absolutamente negativo, porque algunos fotógrafos subacuáticos se involucraron después en tareas conservacionistas, igual que Peter Benchley, autor del libro, quien manifestó que el tiburón sería la víctima y no el villano si alguna vez llegase a escribir una nueva versión.

Pero dado que especialistas en galeofobia insisten en el legado siniestro, habría que aprovechar el cumpleaños para denunciar, con toda la publicidad disponible, que los escualos desaparecen de la faz del planeta a la misma velocidad que otras especies terrestres, sin despertar la misma solidaridad que tigres, osos y leones. Y erradicar así la imagen del animal vengativo y brutal que sembrada en la conciencia global por el culebrón que comienza  ahora a pintar canas.

Varsovia, junio de 2025

 

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