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Un vals de Chopin es redescubierto después de casi 200 años. Y así se escucha

Una obra desconocida de puño y letra del compositor ha aparecido en un museo de Nueva York, el primer hallazgo de este tipo en más de medio siglo. Escúchala aquí interpretada por Lang Lang.

                       La fotografía de un retrato póstumo de Chopin. Credit…General Photographic Agency/Getty Images

 

 

En las profundidades de la bóveda de seguridad de la Biblioteca y Museo Morgan de Manhattan, un día de finales de primavera, el curador Robinson McClellan estaba clasificando una colección de recuerdos culturales. Había postales firmadas por Picasso, una fotografía antigua de una actriz francesa y cartas de Brahms y Tchaikovsky.

Cuando McClellan se topó con el objeto nº 147, se quedó helado:

Era un pedazo de papel musical agujereado del tamaño de una ficha bibliográfica…

…con una notación diminuta y un nombre llamativo.

La pieza decía “Valse”, o vals.

Y había un nombre escrito en cursiva en la parte superior: Chopin.

 

“Pensé: ‘¿Qué está pasando aquí? ¿Qué puede ser esto?’” dijo McClellan. “No reconocí la música”.

McClellan, quien también es compositor, tomó una foto demanuscrito y lo tocó en su casa en un piano digital. ¿Podría de verdad ser Chopin? Tenía sus dudas: la obra era inusualmente volcánica, abriendo con notas tranquilas y disonantes que hacían erupción hasta alcanzar acordes estrepitosos. Envió una fotografía a Jeffrey Kallberg, un destacado estudioso de Chopin en la Universidad de Pensilvania.

“Me quedé boquiabierto”, dijo Kallberg. “Sabía que nunca había visto algo así”.

Tras someter a pruebas el papel y la tinta del manuscrito, analizar su escritura y estilo musical, y consultar a expertos externos, la Biblioteca y Museo Morgan ha llegado a una conclusión trascendental: la obra es probablemente un vals desconocido de Frédéric Chopin, el gran creador de fantasías del Romanticismo, el primer descubrimiento de este tipo en más de medio siglo.

El hallazgo podría suscitar un debate en el campo de la música clásica, donde los reportes sobre obras maestras desenterradas se reciben a veces con escepticismo y donde hay un historial de falsificaciones. Pero también ha habido descubrimientos importantes en los últimos años: una biblioteca de Leipzig , Alemania, anunció en septiembre que había encontrado una copia de un trío de cuerda de Mozart de 12 minutos de duración.

Son raras las obras recién descubiertas de Chopin, quien murió en 1849 a los 39 años, probablemente de tuberculosis. Aunque es una de las figuras más queridas de la música —su corazón, conservado en un frasco de alcohol, se preserva en una iglesia de Varsovia—, fue menos prolífico que otros compositores, ya que escribió unas 250 piezas, casi todas para piano solo.

El manuscrito de la Biblioteca y Museo Morgan, que dice que data de entre 1830 y 1835, cuando Chopin tenía poco más de 20 años, tiene varias peculiaridades. Aunque se cree que está completa, la obra es más corta que otros valses de Chopin: solo tiene 48 compases con una repetición, es decir, unos 80 segundos. La pieza, en la tonalidad de la menor, tiene marcas dinámicas inusuales, incluido un triple forte, que significa un volumen máximo, cerca del comienzo.

Pero la Biblioteca y Museo Morgan dice estar segura de que el vals es auténtico, señalando varios rasgos distintivos de Chopin.

El papel y la tinta coinciden con los que utilizaba Chopin en aquella época, según el museo.

La caligrafía coincide con la del compositor…

…incluida la inusual representación del símbolo de la clave de fa.

Otro manuscrito de Chopin que se encuentra en el Morgan muestra un símbolo de clave de fa similar…

Ese manuscrito también está adornado con un garabato de Chopin, a quién le gustaba dibujar.

 

“Confiamos plenamente en nuestra conclusión”, dijo McClellan. “Ahora es el momento de exponerlo para que el mundo le eche un vistazo y se forme sus propias opiniones”.

El pianista estrella Lang Lang, quien recientemente grabó el vals para The New York Times en el Steinway Hall de Manhattan, dijo que la obra le parecía de Chopin. El inicio estridente, dijo, evoca los duros inviernos de la campiña polaca.

“No es la música más complicada de Chopin”, añadió, “pero es uno de los estilos de Chopin más auténticos que uno pueda imaginar”.

 

 

 

Nacido de padre francés y madre polaca en un pueblo de las afueras de Varsovia en 1810, Chopin abandonó Polonia en 1830, cuando tenía 20 años. Se instaló en París y se estableció rápidamente como un poeta del teclado cuya música conjuraba nuevos ámbitos de emoción.

La separación de Chopin de su familia y sus temores por el futuro de Polonia podrían haber contribuido a los rasgos dolorosos de su música de esta época. A principios de la década de 1830, Polonia estaba en rebelión armada contra el Imperio ruso, que había ocupado partes del país. Chopin nunca regresó a su patria.

“Padre se desespera: no sabe qué hacer, y no tiene a nadie que le ayude a sustentar a madre”, escribió en un diario mientras viajaba por Alemania en 1831. “Y aquí me quedo de brazos cruzados, con las manos vacías. Solo me lamento, expresando mi dolor de vez en cuando en el piano”.

En una ocasión en que un aristócrata de París le pidió que explicara la melancolía de su música, Chopin invocó la palabra polacazal, que significa nostalgia o pesar.

Alan Walker, un conocido biógrafo de Chopin, dijo que el zal era palpable en piezas más cortas como los valses, a los que Chopin infundía una profundidad de emoción que antes se reservaba para obras mucho más grandes. Los valses habían sido un alegre elemento básico de los salones de baile. Pero los de Chopin no estaban pensados para bailar.

Chopin, quien no escribió sinfonías, óperas ni oratorios, no siempre fue considerado un compositor serio.

“A nuestros antepasados nunca se les ocurrió que pudiera haber más sustancia musical en un vals corto o una mazurca de Chopin que en toda una sinfonía de Boccherini”, dijo Walker.

Aunque los expertos creen que Chopin escribió hasta 28 valses, solo se publicaron ocho en vida y nueve después de su muerte. Los restantes se perdieron o fueron destruidos.

Algunos de sus valses brillan con energía y sofisticación, como este «Grande Valse brillante»:

 

 

Otros son juguetones retozos, como el “Vals del Minuto”, que ha perdurado en la cultura popular, interpretado tanto por Bugs Bunny como por Barbra Streisand.

 

 

 

Otras son meditaciones sombrías, como el “Vals en si menor”.

 

 

Muchos pianistas de la época se deleitaban con deslumbrantes exhibiciones de virtuosismo ante grandes audiencias. Pero Chopin detestaba lo que él llamaba la “escuela del trapecio volante” del pianismo.

Prefería la intimidad de los salones, donde interpretaba sus obras ante públicos de la realeza, banqueros, artistas y músicos: la “iglesia de Chopin”, como llamaba a estas reuniones el compositor Franz Liszt. En estos ambientes, los admiradores a veces le pedían pequeñas composiciones, como valses, a manera de regalo.

Chopin accedía y a veces regalaba el mismo vals a varias personas. Regaló manuscritos del Vals en fa menor” al menos en cinco ocasiones, todas a mujeres. “Por favor, guárdalo para ti”, escribió a una destinataria. “No me gustaría que se hiciera público”.

Es posible que el vals en la Biblioteca y Museo Morgan se escribiera en este contexto. Se escribió en una pequeña hoja de papel, de unos 10 por 12 centímetros, del tipo que se utiliza habitualmente para los regalos. La partitura contiene digitaciones y marcas dinámicas, lo que sugiere que Chopin pensó que la pieza podría interpretarse algún día.

Pero Chopin, un compositor meticuloso —no era raro que dedicara semanas a una sola página—, parecía tener dudas sobre este vals. No firmó la partitura, como solía hacer. El “Chopin” de la parte superior del manuscrito lo añadió otra persona, según el análisis caligráfico. Y en la partitura hay algunos errores no corregidos de ritmo y notación.

 

A pencil drawing of Chopin at the keyboard. His head and coat have the most detail. On the top, in handwriting, is "Frédéric Chopin, 1826."
Un dibujo de Eliza Radziwill de Chopin, quien detestaba lo que él llamaba la “escuela del trapecio volante” para tocar el piano, y prefería actuar en salones íntimos. Credit…Universal History Archive/Universal Images Group, vía Getty Images

 

Fueran cuales fueran las intenciones de Chopin, el vals nunca se publicó y permaneció oculto, posiblemente en manos de coleccionistas.

El manuscrito fue adquirido en algún momento por A. Sherrill Whiton Jr., director de la Escuela de Diseño de Interiores de Nueva York. Whiton, quien murió en 1972, era un ferviente coleccionista de autógrafos. Obtuvo gran parte de su colección en la famosa tienda Walter R. Benjamin Autographs de Madison Avenue, dijeron sus hijos.

Whiton, pianista y compositor aficionado que había estudiado con los renombrados maestros Roger Sessions y Nadia Boulanger, sentía pasión por la música clásica. Como teniente de la Marina en el Pacífico Sur durante la Segunda Guerra Mundial, llevó consigo un libro: una partitura en miniatura de los últimos cuartetos de cuerda de Beethoven. Escribió tres óperas, terminando la última el día de su muerte.

“Tocaba a Chopin todo el tiempo”, dijo su hijo Paul Whiton. “Era su vía de escape”. Whiton recordó haber visto el vals expuesto en la casa familiar de Wilton, Connecticut, y añadió que la familia no era consciente de su importancia.

El material de Whiton llegó a la Biblioteca y Museo Morgan en 2019 como legado de Arthur Satz, un amigo íntimo que se lo había comprado a la esposa de Whiton, Jean. Durante cinco años, la colección estuvo sin catalogar, en parte debido a la pandemia de coronavirus.

Una descripción que acompañaba a los objetos no ofrecía muchas pistas sobre el vals, y solo decía:

CHOPIN, FRÉDÉRIC

Manuscrito musical. Cuatro sistemas de dos pentagramas de una pieza para piano no identificada, aparentemente de puño y letra de Chopin, pero sin firmar.

El equipo de expertos del Morgan examinó el manuscrito bajo luz infrarroja y ultravioleta para comprobar si había daños y alteraciones. Determinaron que la pieza estaba escrita en papel tejido a máquina con tinta ferrogálica que databa del siglo XIX. El estilo musical era coherente con los escritos de Chopin a principios de la década de 1830. Y la notación coincidía con su famosa caligrafía pequeña, al igual que la escritura de la palabra “Valse” encima de la partitura.

Los investigadores consideraron otras posibilidades. ¿Habría copiado Chopin el vals de otra persona? ¿Podría ser obra de un alumno? Ambas parecían improbables.

El volátil inicio sigue siendo un enigma. Kallberg, quien ayudó a autentificar la partitura, dijo que la tonalidad del vals —la menor— podría ofrecer una pista. Una parte de la música más turbulenta de Chopin está en esa tonalidad, incluido el llamado estudio “Viento de invierno, elPreludio n.º 2 y segmentos de la Balada n.º 2”.

“Era una tonalidad”, dijo Kallberg, “que hacía surgir piezas inusuales en él”.

Chopin escribió otro vals tormentoso y disonante en 1831: el “Vals en mi menor”. Esa pieza también abre con un arrebato.

Es probable que la peculiaridad del vals en la Biblioteca y Museo Morgan inspire un debate sobre sus orígenes.

“Hay suficientes elementos altamente inusuales como para que tengas que decir: ¿Es realmente música de Chopin?”, dijo John Rink, profesor de música de la Universidad de Cambridge, quien revisó una fotografía del manuscrito pero no participó en la investigación de la Biblioteca y Museo Morgan.

Aun así, Rink dijo que era difícil rebatir el análisis de la caligrafía, el papel y la tinta, y lo calificó de “factor crítico y decisivo”. Dijo que el manuscrito podría reflejar “la imaginación de Chopin en pleno vuelo, una especie de arrebato creativo antes de haber elaborado alguna idea”.

¿Qué podría pensar Chopin del estreno del vals? A menudo ocultaba sus errores con furiosos garabatos y manchas de tinta negra y dijo a sus amigos que quería que sus obras inéditas fueran destruidas tras su muerte.

Aun así, podría estar encantado de que su música siguiera siendo adorada, dijo Stephen Hough, destacado pianista y compositor. Dijo que el vals “puede ser una nimiedad, pero tiene encanto y preciosidad”.

“Mientras Chopin supiera que su legado era sólido y que sus piezas estaban bien recopiladas y bien investigadas y bien grabadas”, añadió, “no puedo imaginar que se enfadara”.

 

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