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Un verdadero dilema moral

 

Los venezolanos hemos sufrido durante más de un cuarto de siglo una feroz y desalmada tiranía. Su crueldad, su corrupción sin precedentes, su cercenamiento de toda libertad, sus miles de crímenes y presos, su destrucción de la economía del país la colocan en un muy alto sitial entre las muchas que el subcontinente ha padecido. Los venezolanos estamos exhaustos material y moralmente, nos hemos hundido en el silencio y la inmovilidad. 9 millones se fueron. Miles han pasado por las cárceles y las torturas.

Hemos hecho todo lo inimaginable para romper esas cadenas sin resultados, desde el diálogo o el voto hasta la queja pacífica, la violencia callejera o al conato de insurrección. Y hemos seguido acallados en mitad de la más oscura noche de la historia.

De repente aparece una posibilidad real, un gringo sin moral con el portaaviones más grande del mundo y de la historia que promete liberarnos. Y el hombre que tiene ese inmenso aparato acuático tiene con qué, sin lugar a dudas. Se dice que el dueño solo piensa en dinero y ejercicio arbitrario de poder –en su país lo llaman The King-, pero posterguemos ese problemilla. Digámosle que sí. Algo como sí y después hablamos. Carajo, sí. Un cuarto de siglo de oscuridad, sí. Después hablamos con usted, al día siguiente que levante la lápida, pero sí.

Yo le agregaría, pero sé que no serán todos, que no mate como acostumbra, hágalo con la curiosa inteligencia que tiene, como un truco infantil –usted sabe divertirse con la demostración de su musculatura-, asuste con el portaaviones, manéjelo como un golpe certero de  golf, como negoció con la artista porno, como su toma del Capitolio, como el perdón de la corrupción de Netanyahu, como lucha contra el también poderoso Tren de  Aragua que usted imagina… Pero no mate a un pueblo tan golpeado por su actual enemigo, que de paso es el nuestro y sin portaaviones. La paz es buena.

Que yo tengo una pésima idea de usted, la tengo. Y que me aterra que usted quiera ser el emperador del globo terráqueo. Pero de ser, eso será para pasado mañana, que yo trate de que mi voz minúscula se sume a lo que espero sea un estruendoso coro mundial por la democracia y contra el monarca.

Esto está escrito el jueves, para el domingo, y  puede suceder entretiempo cualquier cosa, cualquiera. Me excuso si fuese el caso.

 

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