Un viejo amigo llamado Paul Giamatti
El actor sostiene a ‘Los que se quedan’ (The Holdovers), una película que nos hace olvidar por un par de horas lo horrible que es el mundo
Una escena de ‘Los que se quedan’. | Focus Features, Universal Pictures
En Los que se quedan todo huele a viejo. Y no precisamente por las glándulas que le juegan en contra al estricto y alcohólico profesor Paul Hunham (Paul Giamatti), ni porque la trama se desarrolle en 1970. La culpa es de la sensibilidad de Alexander Payne, quien decidió contar una feel good movie acercándose lo más posible a una época que parece muy lejana, cuando se iba al cine para terminar con una sonrisa de oreja a oreja y con la barriguita llena de palomitas de maíz.
La misión de toda feel good movie es que el mundo parezca mejor de lo que es. Y se consigue el gran objetivo casi siempre al cierre del filme: un gol en el minuto 90, una cesta agónica sobre el pitido final o un home run para voltear la pizarra. También puede ser la recuperación de algo perdido o el típico beso de los protagonistas en un escenario de despedida, como un aeropuerto. No vamos a delatar lo que sucede en Los que se quedan, pero queda muy claro desde el inicio que el impacto en el espectador que plantea el guión de David Hemingson no habría sido tal si se hubiera escogido a un actor diferente a Paul Giamatti.
Giamatti es un peso pesado de los personajes secundarios que parecen tambalearse en la trama. Con el mismo Payne, el actor trabajó en Entre copas, una de las películas más hermosas sobre la madurez, el amor y —muy importante— ¡el vino! Sin embargo, solemos olvidar a Giamatti cuando hacemos una lista de los mejores intérpretes de las últimas décadas. Tal vez eso le resbala al propio artista, después de todo parece feliz escondiendo su rostro para darle vida a personajes exóticos en series animadas para un público muy distinguido, como BoJack Horseman, Teenage Euthanasia, Rick y Morty o Big Mouth.
Sin embargo, Giamatti, además de su genial interpretación en la mencionada Entre copas, como un escritor deprimido, incapaz de arriesgarse, también fue la llave y el bastón del campeón de boxeo Jim Braddock (Russell Crowe) en Cinderella Man. Por esta actuación fue nominado al Oscar en 2006. Puede parecer que ha pasado mucho tiempo, sin embargo, en 2018, el nacido en New Haven, Connecticut, volvió a deleitarnos en Vida privada con un papel de esos que solo pueden crecer en su piel. En esta cinta encarna a un esposo que pisa los 50 años (Richard Grimes), en medio de una gran crisis por la frenética búsqueda de un embarazo.
Sin embargo, Giamatti, que es de esos actores que siempre parecieron viejos aún en sus años más mozos como Burt Young (el Pauli de Rocky), para nuestra generación siempre será el enloquecido productor de Hollywood, en esa comedia serie B adolescente de Shawn Levy llamada Big Fat Liar (2002). Marty Wolf es el despreciable ser que le roba la idea para un guión a un adolescente de 14 años. Al día de hoy, es icónica la escena en la que Giamatti sale de su lujosa piscina pintado de azul, como si fuera un integrante de Blue Man Group.
Una película de actores
Las cintas sobre relaciones entre alumnos y profesores siempre regresan. Es una interacción muy explorada, como la de las madres y los hijos. De El club de los poetas muertos (1989) a Rebelión en las aulas (1967), de Los chicos del coro (2004) a la propia Los que se quedan, cada cierto tiempo volvemos a la gran pantalla para ver qué podemos aprender de la versión del director del momento. Y Payne, como lo hizo en la entrañable Nebraska (2013), se concentra en los punzantes diálogos para mostrarnos la soledad y traumas de los personajes principales.
Si bien Giamatti es el centro de la película, y sobre él se arma toda la estructura que impulsa o retrae la acción, Payne le rodea de simpáticos colegas, que le dan respiro al actor principal de manera que la producción no se convierta en obra de teatro, registrada por una cámara. En este sentido, la dupla que hace con Da’Vine Joy Randolph es estupenda. La actriz interpreta a Mary Lamb, la encargada de la cocina de la institución estudiantil que, al igual que Hunham, disfraza el dolor abrazando la cotidianidad del trabajo.
Y precisamente aquí radica la vuelta de tuerca que le da Payne al trillado tema de alumno-profesor. Es a raíz de la estancia forzada en tiempo de vacaciones de un adolescente, aparentemente problemático, que los mayores se verán en la necesidad de confrontar sus emociones y duelos. Incluso de revisar sus dependencias. No es totalmente novedoso, pero funciona. El cierre es lo bastante satisfactorio como para que esbocemos esa buscada sonrisa final, abracemos el estrabismo del profesor Hunhamn y apuntemos que Giamatti debe estar en la lista de los mejores actores de la industria, siempre.
JOVÁN PULGARÍN: Me gradué en la escuela de comunicación social de la UCAB (1993-1998), en Caracas, Venezuela, con el sueño de dirigir películas, pero la pasión por el periodismo me llevó a recorrer los pasillos de diferentes redacciones, como El Nacional, RCR, Cadena Capriles, Prodavinci, CNET en Español, El Estímulo y ahora The Objective.