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Una Bitácora cubana (CXXI)

 

1 – “No se puede matar lo que ya no vive”: cubanos sentencian el fin de los CDR

 

Los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) fueron una vez presentados como la base fundamental de la organización comunitaria, pero hoy son vistos por muchos como una estructura muy anacrónica. En nota de Cubanet, se evidencia su estado terminal.

 “Murió la flor, se acabó todo. Los CDR no existen porque hace mucho tiempo no hacen nada. Incluso antes había carteles que decían ‘Aquí radica el CDR número tal’, y ya ni esos carteles se ven”, dice el holguinero Carlos Valdés al referirse a la decadencia de los Comités de Defensa de la Revolución, identificados oficialmente como la mayor organización de masa de Cuba y que este pasado domingo 28 de septiembre cumplirían 65 años”.

 

Creados por Fidel Castro el 28 de septiembre de 1960, estos comités vecinales o de barrio a nivel nacional fueron considerados la mayor de las organizaciones no gubernamentales en Cuba por su número de miembros.

Su propósito inicial, según Castro, fue la necesidad de establecer un «sistema de vigilancia revolucionaria colectiva» para que «el pueblo vigilara» y defendiera las conquistas de la Revolución.

Al final, el vigilado fue el pueblo, de forma asfixiante y continua.

Todas las metas iniciales se redujeron a la principal para el régimen: Prevenir cualquier actividad contrarrevolucionaria. Vale decir, cualquier crítica, toda expresión libre y por ende “desviada de los principios revolucionarios”.

Una camisa de fuerza totalitaria que terminó esquelética, sin capacidad de convocatoria y movilización real, moribunda ante la indiferencia general. 

Su deceso es acelerado por la grave situación socioeconómica en la Isla, la apatía y la creciente desconexión e indiferencia de las nuevas generaciones, que nos les ven ningún sentido ni revolucionario (sea lo que sea ese término hoy), ni práctico, ni social, ni comunitario.

Algunos párrafos de la nota:

La nostalgia es, curiosamente, el primer pretexto al hablar del pasado de los CDR. Ernesto Pérez, vecino del reparto Alcides Pino, rememora una época de celebración colectiva que hoy parece algo inverosímil. “Los 28 de septiembre eran un fiestón. Te daban cerveza, te daban viandas y cárnicos para hacer la caldosa. Pero la fiesta se acabó porque no dan comida para celebrarla (…)”.

Es notable el contraste con la situación actual. La escasez, el alto costo de la vida y una inflación interanual oficial del 14.75% en julio de 2025 continúan mermando el ya de por sí bajo poder de compra.

El compromiso de los cederistas iba más allá de las fiestas anuales.

“En los CDR antes había hasta trabajo voluntario. Yo fui a limpiar frijoles por allá por las lomas. Los CDR te pedían de todo: la donación de sangre, la guardia, la cotización… y cada un año, te daban una fiestecita el 28 de septiembre, pero ya eso hace mucho que se acabó”.

Concebidos el 28 de septiembre de 1960 como “la mayor organización de masas del país, con millones de miembros insertos y tareas fundamentales en la defensa nacional y la vida barrial”, su función ha quedado desecha en la práctica.

La celebración del 28 de septiembre sucumbe y lo que queda es una estructura vista como inoperante. “¿CDR hoy?  la palabra que me viene a la mente es ‘un fantasma’. Porque se supone que está ahí, pero nadie lo ve:  nadie lo siente, y solo aparece para asustarte con que tienes que pagar la cotización. No hace más nada”, opina la holguinera Marisela Torres.(…)

Sin embargo, el golpe decisivo contra los CDR parece ser generacional. Los jóvenes ven la organización como una reliquia antigua difícil de descifrar. “A un joven tú le dices ‘CDR’ y te pregunta: ‘¿CDR? ¿Y eso pa’ qué es?’. Para ellos, el CDR es una cosa de los viejos”, opina Pedro Sarmiento.

“Los CDR ya ni historia son. Muy pocos se acuerdan que existieron. No hay nada. Y como no hay nada, no se hace nada”, opina la holguinera Raquel Domínguez quien sostiene que la imagen de los CDR es de decadencia total como un objeto olvidado. “Pasó de ser un instrumento de control a ser una pieza de museo, un fósil viviente de otra época”, sentencia Domínguez.

La pregunta sobre el futuro de los CDR encuentra respuesta en la indiferencia que provocaría su desaparición. “Si algún día anuncian”, dice Jorge Luis Fernández, “que se eliminaron los CDR, nadie se daría cuenta, porque no se puede enterrar algo que lleva hace años muerto”.

 

 

Entrevista al viceministro de Relaciones Exteriores de Cuba

 CARLOS FERNÁNDEZ DE COSSIO

 

2-Agotado el repertorio de mentiras, solo queda repetirlas

 

Efraín González, en Cubanet, destaca que la visible incomodidad del vicecanciller cubano en una reciente entrevista es el mejor reflejo de los días finales del régimen.

El vicecanciller Carlos Fernández de Cossío se mostró incómodo por las preguntas del periodista Mehdi Hasan.

Fernández de Cossío hizo todo un ridículo en dicha entrevista, mostrando incluso incapacidad para generar argumentos inteligentes y veraces. Por ello, no le quedó más remedio que apelar a esa arma socialista perenne: la mentira.

Es que estos revolucionarios de hoy no son capaces de emular a sus líderes históricos no ya en lo bueno -que no lo hubo nunca- sino ni siquiera en aquello en lo que Fidel Castro era todo un maestro: la habilidad para manipular la verdad, los hechos.

En esencia, la eficiencia del castrismo en el uso de la propaganda y en la manipulación de la verdad radicó en la combinación de un control totalitario de los canales de comunicación y coerción, la represión política y crecientes violaciones a los derechos humanos  con la habilidad retórica de sus líderes para crear una narrativa poderosa que justificara las penurias y movilizara a la población en torno a un sentimiento de heroísmo nacionalista y de resistencia, que era absolutamente falso, pero que por mucho tiempo tuvo seguidores en el país.

Las palabras “revolución socialista” han sido la más grande mentira vendida al pueblo cubano, quien sigue pagando dolorosamente el error de haber creído en estos supuestos patriotas, en realidad mafiosos y criminales, cada uno más cruel que el otro.

Sigamos con la nota:

El verdadero periodismo, cuando los agarra de frente, sin escapatoria ni pactos, los descoloca por completo. Recordemos si no aquella divertida escena protagonizada por Vilma Espín en 2002, en los pasillos de la ONU, cuando confundió a Mario Vallejo con un periodista de la dictadura y, en pocos segundos, reveló entre “despiste” y prepotencia el servilismo que esperan de la “prensa” oficial.

El enojo de Fidel Castro frente a Juan Manuel Cao, en 2006, durante una visita a Argentina, es otro buen ejemplo de lo que sucede cuando, estando fuera de sus dominios, les toca improvisar y la libertad de prensa los toma por sorpresa. Con la más simple pregunta y con la más enredada (y retórica) respuesta descubren a todo color la verdadera esencia embustera de quienes aún se resisten a aceptar que son malos incluso para mentir.

Por eso una vez más vuelven a quedar en ridículo, aunque esta vez le reservaron el triste papel a quien quizás pensaron con mejores condiciones para continuar negando la realidad sobre los presos políticos en Cuba una vez que, con la maldita circunstancias de las redes sociales exponiéndolos en su esencia criminal por todas partes, no encuentran el modo de “virar la tortilla”, y así la estrategia de desacreditar el trabajo de Amnistía Internacional, acusándola de “antisocialista”, no solo les jugó en contra sino que expuso el bajísimo calibre de esos “tanques pensantes” de la “continuidad” que, incluyendo a Fernández de Cossío y Johana Tablada, juntos no hacen ni una escopeta de pirotecnia.(…)

La visible incomodidad de Fernández de Cossío, sus gestos y su modo de responder tan torpes, intentando revertir su fatal situación de alimaña atrapada en una ratonera, son el mejor reflejo de los días finales de un régimen al que se le agotó definitivamente su repertorio de mentiras y comienza a sonar como el desquiciado que, en su manía insana, se golpea la cabeza y masculla una única frase incoherente hasta morir.

 

Hay más de 2.000 cubanos atrapados en el conflicto de Haití, dice el MINREX | DIARIO DE CUBA

3 ¿Terminará Cuba pareciéndose a Haití?

 

Roberto Álvarez Quiñones, en Diario de Cuba, se hace dicha pregunta, y no es algo extraño, porque Cuba comparte ya con Haití el título de países más pobres del continente y se compara con algunos países del África subsahariana.

El periodista señala que ya desde los noventa, en el llamado Periodo Especial, él indicaba que en Cuba se estaba iniciando un proceso de «africanización» en cuanto al nivel de pobreza y retroceso socioeconómico. Hoy la comparación más adecuada es con Haití.

Nos dice el autor que el proceso de “haitinización” está en marcha; es cierto que los dos países no están igualados hoy, los cubanos no viven como los haitianos, y hay una diferencia esencial: en Haití el proceso de destrucción de todas las instituciones públicas es casi total, con pandillas armadas que siembran el terror en las calles y controlan cada vez más al país.

“En lo que va de 2025 esas hordas bárbaras han asesinado a 4.000 personas, incluidas 465 mujeres y niños. Más de un millón de haitianos han abandonado sus hogares para escapar de la muerte y las atrocidades de esas pandillas que evocan a los hunos de Atila en el siglo V.

En Cuba, el Estado-Nación formal ya no existe, pero fue sustituido por un Estado mafioso, que el experto cubano Juan Antonio Blanco define como «una elite cleptocrática y autocrática» que «ejerce el poder real de forma exclusiva y promueve sus intereses particulares por encima de todo interés nacional, después de haber sometido a la obediencia incondicional a las instituciones armadas y judiciales».

 

“Un Estado mafioso que controla, pero que no sabe gobernar”, afirma con acierto Álvarez Quiñones,

 

En efecto, el Estado cubano de la llamada «revolución» y su sistema de gobernanza fidelista fue engullido por la mafia militar raulista que erigió un Estado paralelo, privado y corporativo, por encima del Estado formal, del Gobierno, y del mismísimo Partido Comunista, que según la Constitución es la máxima instancia de poder. Mangonea a la Asamblea Nacional, y a las Fuerzas Armadas, cuyo jefe supremo, también constitucionalmente, es Miguel Díaz-Canel, un «presidente» de la República pelele, sin poder real alguno.

Ese Estado paralelo reprime enfermizamente, como nunca antes, a quienes osan criticar a ese régimen delincuencial, que ya amasa una fortuna privada de 18.000 millones de dólares mientras los cubanos pasan hambre y viven en la miseria”.

 

Tan buenos represores como pésimos administradores.

 

“Es por eso que lo que hoy aún puede considerarse una metáfora literaria, se empieza a perfilar como una posibilidad real: Cuba pudiera convertirse en una especie de Haití light. Por lo pronto, ya ese país vecino es el que más se parece a Cuba. Ambos conforman el dueto de naciones más pobres y atrasados del hemisferio occidental”.

 

 

Movimiento San Isidro: la inusual protesta de artistas cubanos luego de que el gobierno desalojara a jóvenes en huelga de hambre - BBC News Mundo

4La peor pesadilla de Díaz-Canel: desobediencia y brazos cruzados

 

Cubanet publica una nota firmada por un “Colaborador desde Cuba”. En ella, de forma clara y descarnada se nos muestra cómo ha crecido en Cuba la desobediencia. Algunos extractos:

No hay combustible para generar electricidad, tampoco para asegurar estabilidad en el transporte público, pero sí lo hubo, sin limitaciones, para las decenas de ómnibus y autos que movieron a los participantes en el simulacro de “marcha por Palestina” para la que, además, fueron cerradas esas mismas calles que, según Miguel Díaz-Canel, no deben cerrar quienes protestan contra su dictadura reclamando agua, electricidad y comida.

“Es una indisciplina”, “es un delito grave”, “será castigado con severidad” porque el pretexto para la represión es que “obstruir una calle pone en riesgo servicios vitales”. Pero apenas 24 horas después de haber lanzado la amenaza contra manifestantes pacíficos (que son, fundamentalmente, madres desesperadas con sus hijos, según se aprecia en casi todas las imágenes que circulan), él mismo ordena cerrar las principales vías de acceso al centro de la ciudad, obstruyendo no solo algo tan vital como el abastecimiento de agua por pipas en zonas del Vedado que llevan meses en total sequía, sino el libre movimiento de personas por quedar atrapadas por un equipo de seguridad personal probablemente mucho más extenso y intenso que el de cualquier otro político en el mundo. Y eso también habla de gastos excesivos, e innecesarios, en un país donde supuestamente los comunistas retienen el poder por “voluntad popular”. (…)

En fin, la imagen perfecta que explicaría por sí sola, a Miguel Díaz-Canel, todo eso que él mismo no logra entender o que le expliquen sus ministros cuando los informes sobre el estado de la economía llegan desbordando números negativos, cuentas en rojo y pronósticos muy reservados para el presente y el futuro mientras, por otro lado, crecen exponencialmente el descontento popular, el enojo, la desobediencia incluso al interior de las estructuras de gobierno. Pero sobre todo crecen las “deslealtades” que tanto lo han hecho enfadar y por las cuales ha pedido, casi con puñetazos en la mesa, que le vayan a rendir cuentas.  (…)

Están ante una dictadura que se ha ido quedando sin apoyo de sus propias fuerzas, y que, ante la ausencia total de liderazgo, no convoca sino mediante trucos, amenazas y chantajes.

 

¿Por qué crece la desobediencia?

El crecimiento de la desobediencia y el descontento social en Cuba, especialmente notorio en los últimos años, es un fenómeno impulsado principalmente por la profunda crisis económica y la escasez generalizada, sumado a un aumento de la expresión de la disidencia en la calle y las redes sociales.

Por supuesto, la tendencia más clara se marca a partir de las protestas masivas del 11 de julio de 2021, todo un hito histórico de desafío público.

Sin duda un motor principal ha sido el alarmante aumento del deterioro de la calidad de vida del ciudadano cubano. Ello llevó a que dos palabras contrapuestas, “revolución” y “oposición” lleven ya años transitando caminos opuestos. Crece la segunda, y decae la primera (como uno de sus símbolos iniciales, los mencionados CDR).

Mientras, los cortes de energía (que a menudo superan las 12 o 20 horas) se han convertido en el principal detonante de las protestas espontáneas en las calles y barrios, como se ha visto en las manifestaciones, desde 2024, en diversas provincias.

Se observa también un aumento no solo en el número de manifestaciones, sino en su diversidad y visibilidad.

 A diferencia del pasado, las protestas ya no se limitan a pequeños grupos de disidentes, sino que son a menudo espontáneas y populares, estallando en barrios periféricos como respuesta a los apagones o a la falta de comida.

El acceso (aunque limitado e intermitentemente censurado) a internet ha permitido a los cubanos documentar y convocar protestas, rompiendo el monopolio informativo del Estado. Los datos indican que las denuncias y manifestaciones en redes sociales han crecido significativamente.

Fiel a su crueldad extrema, el Estado ha respondido al aumento de la desobediencia con un endurecimiento de la represión y el uso de herramientas legales.

Por último, el éxodo sin precedentes de cubanos, muchos de ellos jóvenes, es también una forma de desobediencia pasiva o «voto con los pies» frente a la desesperanza económica y la falta de libertades.

Concluye el articulista anónimo:

“Díaz-Canel tiene miedo. Y tuvo más miedo a lo que descubrió en esa desobediencia que lo hizo irritar, quizás mucho más que las protestas, tan fáciles de criminalizar, de disolver. Él, para obligar, tiene como armas el miedo a la represión; nosotros, para acabar de una vez y por todas con la dictadura, ahora sabemos que no necesitamos ni siquiera salir a las calles, porque tenemos a nuestro favor la desobediencia que los desarma, los brazos cruzados. Y nuestra libertad definitiva solo será cuestión de días”.

 

Marcelino Miyares, Miami, 23 de octubre 2025.

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