Una Bitácora Cubana (V): Un adiós que quiere ser un hasta siempre
Ha concluido el VII Congreso del Partido Comunista de Cuba. Un congreso que comenzó y concluyó, en realidad, en las palabras de Raúl Castro. El resto fueron simples florituras, meros gestos gastados para respetar la variante socialista de “lo políticamente correcto.”
El discurso inicial, el de apertura de Castro Jr., hizo recordar, por momentos, intervenciones similares de esa máquina de acabar con los rivales que es el nuevo tirano de Corea del Norte, el “Líder Supremo” Kim Jong-un, hijo de Kim Jong-il (otro “Líder Supremo”) , y nieto del “Presidente Eterno” Kim Il-sung, en que los delegados no sabían cuándo aplaudir o no -como ocurre en estos eventos comunistas, nadie se atreve a tomar la iniciativa-, o quizá recordaban al general coreano que fue ejecutado, entre otras razones, por haber estornudado durante un discurso del “cachorro de psicópata” Kim Jong-un.
Si una primera característica tuvo este VII Congreso es que la vieja guardia vino preparada para detener como fuera la realidad creciente de los transformaciones que se están dando, y las que cada vez más demanda la sociedad cubana. Esa anciana guardia quiere irse a la tumba manteniendo sus cuotas de poder y que los más jóvenes vean después de qué manera se las arreglan para contener los deseos de cambio.
Como afirma con acierto Miriam Celaya en 14ymedio, “El partido de los octogenarios no ha sido capaz de renovarse a sí mismo para dar paso a una nueva generación de líderes entrenados para enfrentar los retos de estos tiempos.”
Raúl Castro afirmó que la revolución será siempre socialista, y que el único partido es y seguirá siendo el comunista; por ende, cero apertura política, y nada de economía de mercado al estilo occidental. El hombre ha resultado ser ni tan pragmático ni reformista.
Nos recuerda Armando Durán en su nota “La revolución cubana le responde a Obama”, que “impulsado por esta determinación a frenar en seco cualquier debilidad ideológica asociada a la normalización de relaciones con Washington, la fecha seleccionada para inaugurar y clausurar este VII Congreso no fue para nada casual. El 16 de abril se conmemoraba el 55 aniversario de la proclamación hecha por Fidel Castro del carácter marxista-leninista de la revolución en su discurso pronunciado en el momento de darle sepultura a las víctimas de los bombardeos del 15 de abril de 1961 a los aeropuertos militares de Ciudad Libertad en La Habana, San Antonio de los Baños en el occidente de la isla y Antonio Maceo en Santiago Maceo, preludio de la inminente invasión de Bahía de Cochinos. Segunda parte de este objetivo fue fijar el 19 de abril para clausurar el Congreso, 55 años exactos después del triunfo miliciano en las arenas y pantanos de la península de Zapata. Un doble y simbólico propósito para imprimirle a este Congreso el alcance de otra gran derrota del imperialismo a pesar de la normalización diplomática. “
¿Cómo pueden evaluarse los resultados del VII Congreso desde la perspectiva de la oposición democrática?
El VII Congreso del PCC fue definido por Raúl Castro en el discurso del cierre del mismo, el 19 de abril, como el Congreso de la transición a los “pinos nuevos”, esto es, el traspaso del mando de la dirigencia del partido y del país a las nuevas generaciones. Eso sí, la realización efectiva del traspaso todavía tendrá que esperar; como ya decíamos, la vieja guardia gerontocrática exigió eso, y Raúl estuvo de acuerdo.
Lo previsto entonces es que Raúl Castro renunciará a la Presidencia del gobierno en 2018, pero se mantendrá como secretario del Partido hasta el VIII Congreso, en el 2021 y de esta forma seguirá siendo el poder y quien dirija la transición. Esto fue a mi juicio la razón de ser de este congreso y el factor de mayor importancia para la hoja de ruta de la oposición dentro y fuera de Cuba.
Un documento central fue “la conceptualización del modelo económico y social”, aceptado en principio y que será discutido por los organismos rectores del sistema. Este documento no ha sido dado a la luz pública. Esta es la hoja de ruta propuesta por la dirigencia cubana hasta el 2030.
El Congreso aumentó el Comité Central a 142 miembros y el Buró Político a 17 miembros. La edad promedio del Comité Central es de 54 años. Participaron en el Congreso alrededor de 1000 militantes y 250 invitados. Este ha sido el Congreso del PCC que más atención mediática internacional ha recibido. Y seguramente una razón de ello fue el impacto de la visita de Obama.
El fantasma de Barack Obama planeó por los salones del congreso, recuerdo incómodo de lo que debe ser pero que ellos llevan más de medio siglo impidiendo: libertades, apertura, diálogo, justicia. Puede decirse que unas presencias incómodas en el Congreso fueron las palabras de Obama en La Habana. Se hicieron fuertes críticas al presidente norteamericano al que incluso llamaron el “flautista de Hamelín”. Las críticas, reacción nerviosa y defensiva ante la recepción que le diera el pueblo cubano a Obama, dan la razón a quienes en Miami defendimos su viaje a Cuba y el restablecimiento de relaciones entre ambos gobiernos.
Sin quererlo, con sus burlas, con su incapacidad para el debate de ideas serio, los Castro y su corte justificaron lo dicho por Obama. Mientras que el mensaje del presidente norteamericano apunta hacia una futura Cuba, la nomenclatura castrista persiste en mantenerse en sus nostalgias ya marchitas.
Como destacara en una nota publicada en El Mundo Raúl Rivero: “el grupo de poder impone el escenario de un país cada vez más pequeño y falso, mientras los cubanos de la calle, los grandes sectores marginados, se empeñan en los cambios y en el progreso de la nación”.
Raúl Castro anunció en la clausura del Congreso, que el próximo 1 de mayo “las multitudes mostrarán al mundo el apoyo a su gobierno y al sistema”. Y es precisamente esta definición de “apoyo”, que se sabe es cada vez más forzado, lo que el mundo civilizado ya ve y reconoce como un sistema no legitimado por el voto popular, libre y secreto, sino simplemente una muestra perfectamente coreografiada de masas convocadas por quien les da, cada vez con mayor dificultad, de comer; por quien ha tenido un control totalitario sobre la sociedad desde hace más de medio siglo.
Mientras el régimen cubano imponga un sistema político en el que impere un solo partido no habrá paz ni progreso y continuara el éxodo masivo de cubanos que solo ven futuro en el escape. Esto último sin duda alguna es otra de las consecuencias de este congreso inmovilista. Un congreso inmovilista en el cual todas las promesas de renovación, de inmediato relevo generacional, de cambios aunque sean lentos, se lanzaron al cesto de la basura.
Un fantasma que se presentó físicamente, como queriendo mostrar que él era el titiritero que había movido los hilos del congreso, fue Fidel Castro.
En el acto de clausura, Castro senior, que pronto cumplirá 90 años, afirmó con contundencia que “a todos nos llegará nuestro turno, pero quedarán las ideas de los comunistas cubanos.”
El eterno engaño que se autoinfligen todos los tiranos: creer que su voluntad puede imponerse a la realidad, a la que pueden congelar para siempre.
Para concluir, este congreso genera nuevos retos para la oposición cubana, que habrá de presentar al pueblo cubano y al mundo su hoja de ruta renovada, dentro del pluralismo democrático, sin ceder en esperanzas, convencidos de que luchamos por una justa causa, por unas razones que van más allá que el simple deseo de sobrevivencia de una tiranía de ideas fracasadas y antiguas, tanto como sus tiránicos defensores.
Marcelino Miyares, Miami, 21 de abril de 2016.