Una caracola para Margot
El 29 de mayo de 2024 murió la cineasta, guionista y promotora cultural Margot Benacerraf. Recordada como una de las pioneras del cine venezolano, ganadora del Premio de la Comisión Superior Técnica y el Premio de la Crítica Internacional en el XII Festival de Cannes y fundadora de la Cinemateca Nacional de Venezuela. Diego Arroyo Gil, biógrafo de Benacerraf, escribe estas palabras.
Allí, en el cementerio, mientras se celebraba la ceremonia, pensé que Margot estaría agradecida de que el día de su muerte –el mismo de su velorio y su entierro– hiciera ese sol tan espléndido y canicular. Era una mujer increíblemente ordenada, y estoy seguro de que, de haber podido escoger, habría escogido para marcharse del mundo la amplitud de este hermoso verano que le ha dado a su vida una última gran escena, una escena hecha a su medida. No solo por su origen judío ni por su fama sino por toda la índole de su ser, Margot tenía algo de personaje de las sagradas escrituras: sabías que, aunque llegaras a conocerla mucho, había en ella una zona de enigma que se resistía a dejar de serlo y a la que era imposible acceder, un recodo terco y ascético que sin embargo ella cubría con las mieles de una educación y de una cultura extraordinarias. Taurina como era, Margot a veces estaba en la plaza como una deliciosa aficionada y otras como el propio toro de casta duro de lidiar. Los tres años que pasé conversando con ella para escribir La sal de ayer me mostraron a una mujer en la que convivían –como yo no había visto antes en nadie que convivieran de esa manera– el desierto y el mar mediterráneo; por qué no decirlo: el monoteísmo del espíritu y el paganismo del corazón. Un día le pregunté cuál era para ella la escena más importante de Araya. Me contestó de inmediato: “La escena en que la abuela y la niña van al cementerio para adornar las tumbas de los muertos. En Araya la naturaleza es feroz y no da flores, pero ellas no se rinden y usan caracolas que han recogido en el mar. Eso es lo que yo llamo dignidad: no dejar solas las tumbas, hacerle su ofrenda a la memoria”. Ayer por la tarde, a eso de las tres, el sol de Caracas puso una caracola sobre el lecho de Margot Benacerraf.