Una cita con…Svetlana Alexiévich (y el final del «Homo Sovieticus»)
Todavía algunos no se acostumbran a la idea del Premio Nóbel de Literatura otorgado a una periodista. Y es que Svetlana Alexiévich, ciertamente es una periodista. Pero yo diría que es mucho, mucho más: es una cronista excepcional – la han llamado maestra del reportaje literario– de su tiempo y de su país, que por décadas ha estado sumido en desgracias, todavía recuperándose (¿lo logrará algún día?) de esa infinita tragedia para el ser humano que se llama comunismo.
Confieso que no la conocía. Y que recién hace un par de noches comencé a leer Voces de Chernóbil –Crónica del futuro (1997), que documenta diversas vivencias orales sobre el trauma que supuso la mayor catástrofe nuclear de la historia de la humanidad (1986), y la inmensa responsabilidad que en la tragedia posee el fracasado régimen soviético. Confieso también que desde las primeras páginas me sentí atrapado por la excepcional prosa de la autora.
“Por medio de su método extraordinario, un cuidadoso collage de voces humanas, Alexievich profundiza nuestra comprensión de toda una época”, dijo la Academia Sueca.“Ella inventó un nuevo género literario. Ella trasciende formatos periodísticos y ha continuado el género que otros han ayudado a crear”, dijo Sara Danius, secretaria permanente de la Academia Sueca.
«El hombre soviético no ha desaparecido. Es una mezcla de cárcel y guardería. No toma decisiones y simplemente está a la espera del reparto. Para esa clase de hombre la libertad es tener veinte clases de embutido para elegir», dijo a EFE al recibir el Premio de la Paz de los Libreros Alemanes (2013).
A continuación, un texto inédito en español de su obra «Tiempo de segunda mano» (2013), con el que cierra un ciclo de obras sobre el «homo sovieticus.» Fue publicado en el diario El Mundo, de España, con traducción de Marta Rebón.
El título de ese libro alude a que los soviéticos viven de prestado, ya que no estaban preparados ni para la Revolución Bolchevique, ni para la Perestroika, ni para la pesada carga de libertad que trajo la caída del sistema comunista.
«El homo sovieticus nunca ha tenido experiencia de libertad o democracia. Creímos que nada más derribar la estatua de (el fundador del KGB, Félix) Dzherzhinski, seríamos Europa. La democracia es un trabajo duro que lleva generaciones», ha destacado con acierto Alexievich.
Marcos Villasmil / América 2.1
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‘Tiempo de segunda mano: el final del hombre rojo’
«Nos estamos despidiendo de la época soviética. De una vida que era la nuestra. Me esfuerzo en escuchar honestamente a todos los que participaron en el drama socialista… El comunismo tenía un proyecto insensato: rehacer al hombre ‘viejo’, el antiguo Adán…».
«…Y le salió bien… Quizá fue la única cosa que le salió bien. En el espacio de sesenta años y pico, en el laboratorio del marxismo-leninismo, crearon una suerte de hombre particular, el ‘Homo sovieticus’. Unos lo consideran un personaje trágico, otros lo califican de antigualla. Me parece que conozco bien a este hombre, incluso que lo conozco demasiado bien, hemos vivido codo con codo durante muchos años. Él soy yo. Son mis conocidos, amigos, padres. He viajado por toda la antigua Unión Soviética, porque los ‘Homo sovieticus’ no son sólo los rusos, sino también los bielorrusos, los turcomanos, los ucranianos, los kazajos. Ahora vivimos en estados diferentes, hablamos en lenguas distintas, pero somos inconfundibles. ¡Nos reconocemos enseguida! Todos nosotros, personas del socialismo, nos parecemos al resto de gente y no nos parecemos, tenemos un vocabulario propio, nuestras nociones del bien y del mal, de los héroes y de los mártires. Tenemos una relación particular con la muerte. En los relatos que apunto, aparecen constantemente palabras que hieren al oído: ‘disparar’, ‘fusilar’, ‘liquidar’, ‘pasar por las armas‘ y las variantes soviéticas de la desaparición, como ‘arresto’, ‘diez años sin derecho a correspondencia’, ‘emigración’. ¿Cuánto puede valer la vida humana, si recordamos que hasta hace poco morían millones de personas por causas no naturales? Estamos llenos de odio y de prejuicios. Todos venimos de allí, del país que conoció el gulag y una guerra terrible. La colectivización, la deskulakización, la deportación de pueblos enteros.
Era socialismo y era sencillamente nuestra vida. En aquella época hablábamos poco de ello. Pero ahora que el mundo ha cambiado de manera irreversible, a todos les interesa esa vida nuestra que, da lo mismo como fuera, era la nuestra. Escribo, recojo las briznas, las migajas de la historia del socialismo ‘doméstico’, ‘interior’. La manera en que vivía dentro del alma de la gente. Siempre me ha atraído ese pequeño espacio: el ser humano. En realidad, es allí donde todo ocurre».