Una consulta peronista que rompe Podemos
Al más puro estilo peronista, Iglesias y Montero, émulos contemporáneos de Perón y Evita o del matrimonio Kirchner, pretenden utilizar a las bases del partido para legitimar una decisión particular que entra en flagrante contradicción con el discurso de la formación e incluso con su código ético, como denunció contundentemente el alcalde Cádiz, José María González, Kichi. De esta forma, en un ejemplo de populismo caudillista, la joven pareja que controla inflexiblemente Podemos desde el segundo congreso de Vistalegre ha optado por el chantaje a los casi 500.000 inscritos en el censo de la formación a los que exigen avalar su conducta o asumir la responsabilidad de su marcha de la dirección. La de ambos. Porque los dos son el partido. Así, al menos, lo ha considerado siempre Pablo Iglesias desde que decidió cambiar el logotipo de los círculos morados en las papeletas electorales por el de su rostro.
Pero más allá de la obscena estrategia de confundir su vida personal con la imagen del partido, la decisión de convocar un plebiscito ha sido, con razón, calificada de irresponsable por muchos dirigentes de la formación. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, la ha calificado de «desmesurada» e Isidro López, diputado de la formación en la Asamblea de Madrid, ha alertado del riesgo de «dinamitar» Podemos como organización, ya que se estarían poniendo los aparatos de legitimación del partido al servicio de «los caprichos de sus líderes». Es, sin duda, una peligrosa excentricidad abrir un debate interno sobre la compra del chalé donde vivirán Iglesias y Montero, ya que con ello se convierte en cómplices a las bases del partido, cuyas críticas se intentan acallar mediante este plebiscito trampa, que no es sino un nuevo ejemplo de censura de la libertad de expresión en aras de un leninista cierre de filas incondicional con la dirección.
Si cada vez es más evidente la separación entre los votantes de Podemos y su dirección nacional, mucho menos plural como producto de unas purgas que han consolidado el liderazgo de Iglesias, esta consulta podría abrir una nueva grieta innecesaria. Porque ya son bastantes las corrientes personalistas que hay en el partido como para abrir una nueva disensión interna en lugar de efectuar una autocrítica, o en su defecto encajar con cintura democrática los legítimas reproches de los que han visto con estupor cómo Iglesias ha pasado sin solución de continuidad de criticar a Luis de Guindos por comprar una vivienda de 600.000 euros a hacer lo propio. Esta huida hacia delante es, además, un insulto a los más de cinco millones de votantes que creyeron sinceramente en su mensaje de regeneración.