Una histórica ( ¿ ? ) Cumbre Climática
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Se ha hecho costumbre un final de fotografía más digno de un derby hípico en las cumbres ambientalistas devenidas espectáculo anual, cada vez con participación más nutrida y en rincones más exóticos de un planeta que, durante ese lapso de extenuantes peroratas y shows mediáticos de las organizaciones más variopintas, no interrumpe su proceso disolvente, y la COP28 clausurada en Dubai esta semana no fue la excepción.
Un simple truco gramatical sirvió para atenuar la transición obligatoria de los combustibles fósiles, que de todas formas no hubiera sido respetada, por un lapso menos compulsivo que satisfizo a los principales productores, entre los cuales se contaba ¡nada menos! que el presidente de la reunión; sin abordar el punto crucial donde se estrellan una y otra vez los países y las organizaciones participantes: el enorme financiamiento indispensable para hacer realidad las buenas intenciones.
Porque si es evidente que el mundo industrializado ha sido la causa principal de las emisiones contaminantes en el sustento de sus economías y estilos de vida, lo natural sería que ayudasen ahora a los países en desarrollo a pasar a la etapa de energías renovables a un costo que la ONU cifra, sin incluir a China, en 2.4 billones de dólares anuales.
Sobre todo porque no se trata de filantropía sino de un formidable negocio que podría traducirse en inversiones de 9.5 billones de dólares a la vuelta de cinco años, provechoso para los países donantes en cuyas manos está la tecnología necesaria, desde la inteligencia artificial al hidrógeno líquido y los biocarburantes; y, aunque pueda parecer un argumento excesivo, en su propia supervivencia.
Y esto es así porque en su interior, incluso en los Estados Unidos, crecen las tendencias más obscuras, cuestionando el descenso del nivel de vida con soluciones que comprometen la tradición democrática, mientras la pobreza en la periferia, agudizada precisamente por la expoliación más inmisericorde del ambiente, estimula el explosivo fenómeno migratorio hacia los polos de mayor prosperidad.
De todas maneras, de histórico fue calificado por los organizadores y un sector mediático el que por primera vez desde el arranque de las conferencias se mencionase al petróleo, el gas y el carbón, nombrando la soga en la casa del verdugo; lo que permitió salvar el impasse de última hora y a los viajeros retornar a sus hogares con el sentimiento del deber cumplido.
Dispondrán de un año para buscar tips en las guías turísticas de Azerbaijan, que acogerá el siguiente rendez-vous cobijado por los pozos petroleros y gasíferos que desde hace un siglo impulsan el desarrollo de la antigua colonia soviética del Cáucaso, aunque la situación haya empeorado mientras tanto respecto de los compromisos adoptados en la COP21 de París en 2015.
Porque la meta de un punto y medio Celsius para mantener las temperaturas globales al nivel pre-industrial seguirá siendo un horizonte inalcanzable y tal vez la única esperanza radique en que la magnitud de la catástrofe, desde el naufragio de los micro-estados del Pacífico hasta el hundimiento de lujosos condominios en las costas de la Florida, fuerce una auténtica toma de conciencia en los centros políticos y financieros del planeta.