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Una inédita figura reverencial para la derecha

Desde ahora, la centroderecha tiene también a su propia efigie a la que reverenciar en los años por venir, lo que tendrá efectos significativos en un espacio político huérfano, hasta aquí, de una figura del calado histórico que Piñera levantó contra viento y marea.

Ha fallecido trágicamente el único Presidente de derecha que ha tenido el país desde 1990 y el primero de ese sector en ser elegido -no una sino dos veces- en más de medio siglo. Pero no sólo eso. Fue el político derechista más influyente de su tiempo, ejerciendo su liderazgo desde una nítida posición de centroderecha democrática, tanto desde el Parlamento, pero sobre todo desde la Presidencia de la Repúblicadonde sus mejores cualidades se desplegaron cuando la democracia estuvo en grave peligro en octubre de 2019.

Son credenciales suficientes para elevarlo al panteón de los grandes gobernantes que han dirigido la nación en los tiempos modernos. Ahora, cuando ya no está entre nosotros, se reconoce sin reservas su notable contribución al devenir de la nación y de nuestra democracia, lo que en vida se le negó con tanta virulencia desde la nueva izquierda e incluso desde la extrema derecha.

Sus partidarios y la centroderecha, pero no sólo ellos, lamentan su partida. El país echará de menos a una de sus mentes más brillantes y a una personalidad políticamente fecunda (se suele olvidar el importante rol que cumplió como senador y presidente de la Comisión de Hacienda de la Cámara Alta).

Pero, por otro lado, su deceso ha producido un caudal de sentimientos y emociones que el país no había experimentado ni de cerca en su historia reciente, y mucho menos la derecha. Estamos ante un hecho inédito en el devenir social y político. Nada de esto había sucedido antes entre nosotros. Entre otras cosas, por las circunstancias trágicas de una muerte accidental que quizás pudo evitarse. Lo cierto es que en el momento fatídico cuando el aparato se precipita a las aguas del Lago Ranco y el ex Presidente Piñera pierde la vida, comienza a erigirse una figura reverencial de la que la derecha carecía del todo hasta ahora. Para el sector se trataba de un espacio irremisiblemente vacío, que parecía imposible de llenar a la manera que lo hizo, por ejemplo, el fallecido ex presidente Patricio Aylwin en el firmamento de la centroizquierda.

De pronto, el inesperado deceso de Sebastián Piñera ha venido a colmar esa carencia emocional que es consustancial a la política y que no se extinguirá con el paso del tiempo, sino que, al contrario, podría seguir acrecentándose. Desde ahora, la centroderecha tiene también a su propia efigie a la que reverenciar en los años por venir, lo que tendrá efectos significativos en un espacio político huérfano, hasta aquí, de una figura del calado histórico que Piñera levantó contra viento y marea. La legitimidad de la derecha para gobernar los destinos del país ya no podrá ser desconocida como sus adversarios, incluso de la centroizquierda, hicieron solapadamente durante los dos mandatos del ex presidente.

Se constituye así una de las grandes paradojas de la política chilena: el político al que se admiró más por su alto rendimiento intelectual y perfil ejecutivo que por el despliegue de sus sentimientos, ha terminado produciendo a la hora de su muerte un tsunami emocional incontenible, uno que hará mucho más por su sector político de lo que ni el analista más sagaz habría podido prever apenas unos días atrás. La suya es una más que merecida, pero también necesaria, redención después de los durísimos momentos por los que pasó en el estallido social.

Por cierto, todo esto habla mucho mejor del país que somos y que solemos estimar equivocadamente dividido y polarizado. Puede atribuirse al fallecido ex Presidente haber contribuido a forjar una nación chilena más moderna e inclusiva de lo que estamos dispuestos a creer. Ya con solo eso basta para que descanse sobradamente en paz.

 

 

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