Una nueva ortografía
Las lenguas humanas son organismos vivos de altísima complejidad, resultado conseguido tras largos siglos de evolución, sometidas a las inclemencias del tiempo y a las mutaciones caprichosas de las generaciones que nos precedieron. En ese devenir accidentado han ido adquiriendo su personalidad, sus odiosas irregularidades. Y su riqueza expresiva es fruto de sus incontables aventuras por todos los nichos culturales de este mundo.
Preocupado por sus irregularidades, el escritor Fernando Vallejo, en su novela Casablanca la bella, propone a las autoridades de la lengua suprimir ocho letras, más la diéresis y las cargosas tildes. “Para que nuestro lenguaje deje se ser estúpido y adopte un sistema ortográfico basado en la fonética”, alega.
Vallejo propone eliminar las letras dobles: la che, la elle y la erre, que se escribirían s, l y r, respectivamente (subrayadas con guion o con la virgulilla de la eñe); chicharrón, por ejemplo, se escribiríasisaron, y sin tilde, pues estos vestigios arcaicos también desaparecerían. La ka se utilizaría para representar el sonido de la ce de casa, así que queso se escribiría keso, sin u, mientras que cima se cambiaría por sima (con peligrosa inversión de significado). La zeta desparecería en la revolución de vallejo, para regocijo de los bachilleres desaplicados: cazar y casar se convertirían en lo mismo, kasar. La jota remplazaría la ge cuando se pronuncia como esta, de tal modo que general pasaría a ser jeneral, mientras que Guerra se escribiría gera. La uve desaparecería, así que los vellos de los varones quedarán convertidos en los belos de los barones. La hache muda se haría invisible, y los hijos se convertirían en ijos, mientras que la ye se cambiaría por elle, es decir, por l, y por tanto los yoyos quedarían convertidos en lolos. Para terminar su limpieza, Vallejo propone cambiar la equis por cs; en consecuencia, exequias se escribiría ecsekias.
No ha calculado el autor las consecuencias de su propuesta. Olvidó que hoy la inmensa mayoría de la gente, incluido él mismo, escribe en un teclado, y en él no existe la opción de escribir una letra con virgulilla debajo, ni el software es capaz de reconocerla, lo que implicaría modificaciones tecnológicas en los miles de millones de computadores y tabletas en uso por los hispanoparlantes.
Más aún, las dificultades de la lectura con los cambios propuestos son insalvables, pues leer es un proceso largo aprendido tras años de lectura infantil juntando sílabas y luego leyendo por bloques completos, de un solo golpe de vista. Entonces, en el improbable caso de volver a aprender a leer, ¿qué haríamos, con los millones de libros ya escritos a la antigua? Trátese de leer la siguiente frase escrita siguiendo las propuestas del escritor: en su buelo por abianka, komio aros con aros de sebola, ecskisitos.
Pero el problema grave es la debacle que se formaría al ordenar alfabéticamente los nuevos apellidos. Piénsese no más en que los Zapata quedarían en la ese, y los Vélez en la be de burro. Un caos total en documentos oficiales, cédulas de ciudadanía, licencias de conducción, marcas comerciales (ecsito por Éxito), tarjetas de crédito y otras, archivos electrónicos de cuentas bancarias, nóminas de empresas, archivos de la DIAN, directorios telefónicos, diccionarios y enciclopedias, ficheros de las bibliotecas (a Homero habría que buscarlo en la o, a Cervantes, en la ese)…
Para finalizar, agreguemos que estamos ad portas de contar con teclados inteligentes que resuelvan los problemas que inquietan a Vallejo. Que pongan la u después de la cu, sin preguntar, que escriban la hache cuando la olvidemos y que se encarguen de las incómodas tildes. Y así como hay software capaz de vencer a Kasparov, quizá lo habrá dotados de eficientes correctores de gramática y de estilo.
Konklusion: la propuesta de balejo tiene falas maluskulas i, ante todo, lego tarde.
Con la autorización de Legis.