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Unos 40 sanitarios cubanos huyeron de Catar en los últimos años

Para lograr escapar de las misiones oficiales, estos profesionales de la Isla debieron fingir, mentir o disfrazarse

A pesar de la vigilancia y el temor a ser descubiertos en mitad de los preparativos, unos 40 sanitarios cubanos han escapado de la misión oficial en Catar. Para lograrlo debieron fingir, mentir o disfrazarse, según cuenta un extenso reportaje publicado en el diario español El Mundo.

El artículo recoge el testimonio de tres profesionales que trabajaron en las modernas instalaciones del Hospital Cubano en Dukhan, a unos 80 kilómetros al oeste de Doha. Los sanitarios relatan su huida, «digna de una película de espionaje de la Guerra Fría», detalla el texto en el que se preserva el anonimato de los entrevistados para evitar posibles represalias.

«Recuerdo que tenía mucho miedo a ser descubierta. Me vestí de árabe. Me puse una túnica y un pañuelo. Tuve que disfrazarme todas las veces que visité la Embajada de Estados Unidos en Catar», cuenta Yadira, una joven enfermera que escapó de la misión oficial y ahora reside en territorio estadounidense.

El Hospital Cubano de Catar, inaugurado en 2012, es considerado «la joya de la corona de las misiones médicas internacionales cubanas», un próspero negocio gestionado por la Comercializadora de Servicios Médicos Cubanos. Yadira trabajó durante más de dos años en la instalación y recuerda el control sobre el personal de la Isla.

«Siempre he sido rebelde y para mí es muy difícil cumplir órdenes que no encuentro lógicas. A algunos se les aceptaban ciertas cosas; a otros, no. A mí no me dejaron casarme. Fueron muchos los motivos por los que no me sentía libre de escoger», explica. «Hubo un tiempo en el que me preparé para la fuga, hice entrenamiento mental y evité todo lo que pudiera delatarme».

Alexis, otro enfermero que sirvió en el hospital durante más de tres años, comparte similares experiencias. «Las presiones existen desde que llegas. En el aeropuerto, antes de saludarte, te retiran tu pasaporte y te hacen saber que todos tus movimientos serán controlados. Te hacen consciente de que eres simplemente una pieza de ajedrez y que serás movido a su antojo».

Fuentes del Gobierno catarí insisten en que el centro hospitalario es un organismo privado, pero la falta de transparencia alcanza incluso al dinero que Cuba percibe por cada profesional

Fuentes del Gobierno Catarí insisten en que el centro hospitalario es un organismo privado, pero la falta de transparencia alcanza incluso al dinero que Cuba percibe por cada profesional. «Jamás se nos dijo cuánto era lo que la Corporación pagaba por cada uno de nosotros. Extraoficialmente se decía que pagaban 13.200 euros mensuales por cada enfermero. Nosotros recibíamos un sueldo mensual de 1.000 dólares», comenta Alexis.

La ubicación del hospital, en una zona con altísimas temperaturas todo el año, cerca del mayor campo de gas y petróleo de Catar Petroleum, también favorece el control sobre el personal. «Parecía increíble cómo en medio de un desierto pudiera haber algo tan impresionante. Había tecnología que yo ni siquiera podía imaginar que existiera», admite Rolando, otro de los enfermeros que se fugaron de la misión cubana.

Los tres sanitarios se acogieron al programa de parole para profesionales médicos creado por EE UU en 2006 y que estuvo vigente por más de una década. «Tuve que ir varias veces a presentar documentos y pruebas que demostraran mi identidad. Aquello sí fue ya más estresante. Tenía que ir escondido a las citas. Si se enteraban de lo que yo quería hacer, de seguro me enviaban de regreso a Cuba», recuerda Rolando.

«Luego de unos meses me avisaron de que mi solicitud había sido aprobada. Pero como yo no tenía mi pasaporte tuve que esperar hasta que me llegara mi tiempo de vacaciones a Cuba. Una vez en Holanda y con visa en mano, pude comprar un billete para Miami», advierte.

El temor a las represalias si las autoridades detectaban sus intenciones obligó a los sanitarios a aguzar el ingenio. «Poco después de llegar al hospital comenzaron los abandonos. Empezaron a irse hacia Europa y EE UU. La presión creció sobre nosotros. Teníamos que asistir a mítines semanales y a continuas arengas políticas. Había personas dedicadas a controlarnos», narra Alexis.

 

El personal de pediatría del Hospital Cubano en Dukhan (Catar) celebra la semana internacional de Control de la Infección Hospitalaria. (Facebook)
El personal de pediatría del Hospital Cubano en Dukhan (Catar) celebra la semana internacional de Control de la Infección Hospitalaria. (Facebook)

 

«En el pico de salidas, pudieron desertar de dos a tres profesionales cada 15 días. Alrededor de 40 personas salieron y habrían sido muchos más si el programa no se hubiese abolido en 2017», comenta el enfermero, que también debió recurrir al disimulo para esquivar la posible presencia de delatores.

Después de contactar con el consulado estadounidense en Catar, Alexis adquirió el atuendo tradicional de los varones Cataríes -un thawb, la tradicional túnica blanca, y una ghutra, pañuelo- para acudir a sus reuniones en la embajada.

«A través de un correo electrónico falso hice contacto con la embajada. Resulta bien complicado porque el personal cubano en Catar está aislado en el desierto y al Gobierno de Cuba le interesa que permanezca así. Tiene control sobre tu movimientos, sabe de dónde sales y las horas a las que lo haces… No tienes derecho a tener transporte privado y sólo puedes moverte en autobuses a lugares específicos y en horarios concretos», narra.

«Era difícil hacer las citas en la embajada en esos horarios en los que aparentemente ibas hacia un lugar en Doha para comprar y moverte desde allí disfrazado de árabe para ir a la embajada, con el miedo a que te estuvieran fotografiando y a que alguien te viera», desliza Alexis.

«Hice cuatro visitas a la embajada estadounidense, todas de incógnito, con los celulares apagados y con un nivel de estrés bien alto. Usaba sombrillas, gorras y todo lo que pudiera complicar mi reconocimiento. La embajada está a unos 300 metros de una autopista, en un espacio llano en el que no hay nada. Tienes que atravesarlo y se decía que había personas de la seguridad del Estado cubano por los alrededores fotografiando a quien entraba y salía».

Los «desertores», como los llama la propaganda oficial cubana, son castigados con la prohibición de entrar a la Isla por un período mínimo de ocho años

Los «desertores», como los llama la propaganda oficial cubana, son castigados con la prohibición de entrar a la Isla por un período mínimo de ocho años, la pérdida de su acreditación profesional y la separación familiar, pero aún así las fugas continúan. «Era un golpe psicológico. Se especulaba en tono de burla sobre quiénes serían los próximos en abandonar», narra Alexis.

«Hubo casos anteriores que no salieron bien y había que tener un plan B y C. A mí, el cónsul me llegó a escoltar en el viaje de regreso a Cuba. La escala en Holanda me brindó la oportunidad de hacer lo que tenía que hacer para escapar. Fue una decisión dura porque, desde entonces, no he podido abrazar más a los míos», recuerda Yadira.

El coronavirus, con los contagios al alza en la península Arábiga, se ha convertido en una boyante oportunidad económica para la maltrecha economía de la Isla. A los 300 profesionales sanitarios recién aterrizados en Kuwait se suman los cerca de 200 del contingente Henry Reeve que trabajan en un hospital de campaña en la Zona Industrial de Doha.

«Estábamos aislados en una jaula de oro y se nos impedía acceder a bebidas alcohólicas y a la carne de cerdo, que en Catar es un derecho para los extranjeros que pueden obtener una licencia para comprarlos. No nos dejaban hacer tantas cosas que nos dejaban hacer bien poco», concluye con amargura Alexis.

 

 

 

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