Velásquez: De camino a la Casa Blanca (I)
La democracia de Estados Unidos ha enfrentado desafíos significativos en los últimos años. Tras la victoria de Joe Biden sobre Donald Trump en noviembre de 2020, se produjo el asalto al Capitolio perpetrado por seguidores del presidente saliente el 6 de enero de 2021, lo que algunos historiadores señalan como la prueba más importante que ha enfrentado el sistema democrático de Estados Unidos, de una manera sin precedentes, tal vez desde la Guerra Civil.
Durante los últimos tres años, una atmósfera de incertidumbre ha rodeado cualquier proceso electoral en el país, alimentada por las constantes declaraciones del exmandatario sobre los resultados electorales de 2020. Este clima de incertidumbre es especialmente preocupante, ya que se espera que estas elecciones sean fundamentales para el futuro de la nación y para el resto del mundo.
El camino hacia la Casa Blanca arrancó formalmente con los caucus de Iowa el 15 de enero y las primarias de New Hampshire el 23 de enero, y culminará con las elecciones generales previstas para el 5 de noviembre de 2024. En menos de trescientos días se realizará la más impresionante transferencia de poder en el mundo. Algunos politólogos norteamericanos señalan que, a partir de ahora, la política de Estados Unidos se convierte en una operación aritmética, ya que será necesaria una mayoría de delegados en la convención nacional de cada partido para asegurar la nominación presidencial y, posteriormente, un mínimo de 270 votos electorales para poder ocupar la silla presidencial de la oficina Oval.
Es importante señalar que, hasta el momento, los primeros resultados de las encuestas indican que el expresidente Trump volverá a ganar la nominación presidencial por el Partido Republicano, lo cual le da la posibilidad, si no se le impiden los numerosos juicios que enfrenta, de regresar a la Casa Blanca apelando a todos aquellos que no creen en los postulados y principios democráticos de un país que ha sido abanderado en la defensa de la democracia como lo es Estados Unidos.
Su justificación para un segundo mandato se centra, esencialmente, en la venganza. Sin ocultar su sesgo autoritario y supremacista, utiliza el tema migratorio como excusa, afirmando que los inmigrantes están tratando de «envenenar la sangre de nuestro país» y promoviendo la violencia como legítima defensa contra lo que nadie sabe muy bien qué.
Este proceso electoral se realiza con el telón de fondo de las cuatro imputaciones y eventuales juicios al expresidente y ahora candidato líder del partido Republicano, Donald Trump, por falsificación contable, tenencia ilegítima de material clasificado e intentos de anular las elecciones de 2020 a nivel nacional en el estado de Georgia. Por si fuera poco, en esta lucha por el poder, la Corte Suprema está jugando un papel importante otorgándole al expresidente Trump una importante victoria en su campaña para recuperar la presidencia, al anular una decisión judicial que le había excluido de la papeleta electoral en Colorado, Illinois y Maine, rechazando así los intentos estatales de responsabilizar al expresidente republicano por los disturbios en el Capitolio, en su intento de revertir su derrota en las elecciones de 2020 ante Joe Biden, que culminó con el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021.
La Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos no es la única que juega un papel importante en la candidatura del expresidente Trump. Hace 24 horas, el juez del condado de Fulton, Scott McAfee, responsable del caso por subversión electoral contra Donald Trump en Georgia, desestimó tres cargos penales contra el expresidente y otros tres coacusados.
Esto incluye dos cargos relacionados con la llamada telefónica que Trump hizo al secretario de Estado de Georgia, Brad Raffensperger, un colega republicano, el 2 de enero de 2021. La llamada fue grabada y en ella el expresidente dijo: “Todo lo que quiero hacer es esto. Sólo quiero encontrar 11,780 votos, que es uno más de los que tenemos”, dijo Trump.
El juez dejó intactos otros 35 cargos penales, incluidos 10 contra Trump, quien es el candidato republicano que se enfrenta al presidente demócrata Joe Biden en las elecciones estadounidenses del 5 de noviembre. El cargo central de crimen organizado contra Trump y sus 14 coacusados restantes se mantiene.
Este fallo se produce mientras el juez McAfee también está considerando una solicitud de los acusados para que la fiscal de distrito del condado de Fulton, Fani Willis, sea retirada del caso. Los acusados han alegado que Willis tiene un conflicto de intereses debido a su relación romántica con el fiscal especial Nathan Wade. ¿Qué quieres que te diga?»
A este respecto, esa decisión de la corte se debe a que antes de finalizar la gestión presidencial, Trump designó magistrados republicanos en la Corte Suprema, con lo cual la decisión tiene ese sesgo republicano.
Mientras tanto, ante la imposibilidad de unas primarias competitivas en el Partido Demócrata, el presidente en ejercicio, Joe Biden, se ha dedicado por un lado a celebrar encuentros organizados por su campaña para intentar hacer frente a las dudas generalizadas entre los votantes demócratas sobre la resistencia y compromiso que puede ofrecer un presidente de 81 años en busca de un segundo mandato y, por otro lado, a preparar y dar, tal y como lo hizo, el discurso anual presidencial sobre el ESTADO DE LA NACIÓN.
El último día de febrero, el presidente Biden dio el tradicional discurso sobre el Estado de la Nación, en un momento político de tensión debido al año electoral en que se encuentra Estados Unidos. El presidente Joe Biden convirtió su discurso del Estado de la Nacion en un animado argumento para tratar de conseguir la reelección, y en el que arremetió contra su rival republicano Donald Trump acusándolo de promover “el resentimiento, la revancha y las represalias” y de poner en riesgo las libertades, dentro del país y en el extranjero.
Su discurso sobre el estado de su país se inició con la cita de una frase del presidente Franklin D. Roosevelt, quien en plena Segunda Guerra Mundial declaró que: “Estados Unidos enfrenta un momento sin precedentes en su historia”. En ese sentido, trazó un paralelo con la situación actual del país, señalando que la libertad y la democracia estaban bajo ataque y al mismo tiempo haciendo un llamado de atención al Congreso en particular y al país en general, sobre la existencia de una realidad similar, en los actuales momentos, como refiriéndose a la aspiración del expresidente Trump.
El presidente Biden tiene 81 años de edad y sería el presidente de mayor edad en la historia estadounidense en buscar la reelección y, si es reelecto, tendría 86 años al salir de la Casa Blanca, mientras que Trump tendría 82 años. Este detalle de la edad se ha convertido en un arma que los republicanos están utilizando para descalificar al presidente Biden a través de los medios.
En tal sentido, tengo la impresión de que ese mensaje caló en la ciudadanía, que no estaría valorando el estado de la economía o si el presidente está imputado por algún escándalo, sino que lo que ocupa las conversaciones sobre el presidente es su edad y su capacidad para gobernar.
Respecto a lo primero, el Premio Nobel de Economía 2008 Dr. Paul Krugman, indica: “Las noticias económicas en 2023 son milagrosamente buenas; impulsada por la fortaleza del consumo, la primera economía del mundo ha desafiado todas las expectativas y ha resistido con mucha más fuerza de lo previsto el endurecimiento de la política monetaria. El producto interior bruto (PIB) creció un 0,8% (a una tasa anualizada del 3,3%) en el cuarto trimestre del año, según la primera estimación publicada por la Oficina de Análisis Económico, dependiente del Departamento de Comercio. Con ello, la economía de Estados Unidos creció un 2,5% en el conjunto del año”. Según el Dr. Krugman, lo que experimentó Estados Unidos fue una combinación de crecimiento fuerte, un desempleo cercano al nivel más bajo en 50 años y una caída de la inflación.
En cuanto a lo segundo, el equipo médico de la Casa Blanca aseguró que el presidente Joe Biden se encuentra “apto para sus funciones” tras el examen físico anual realizado al mandatario demócrata. Ese examen médico concluyó que no existen inquietudes recientes respecto a su condición médica, anticipándose a que este informe será el definitivo previo a las elecciones presidenciales de noviembre.
El médico del presidente, el doctor Kevin O’Connor, señaló: “El presidente se siente bien y el examen físico de este año no identificó nuevas preocupaciones, continúa estando en condiciones de desempeñar su deber y ejecuta plenamente todas sus responsabilidades sin ninguna exención ni adaptación”.
Hasta esta primera entrega, lo que se observa es una revancha electoral entre Biden y Trump, la primera por la presidencia de EEUU en 68 años. Vale señalar que ambos alcanzaron la cifra de delegados necesaria para ser declarados, matemáticamente, candidatos de sus respectivos partidos, para ocupar la Casa Blanca. Esa lucha feroz de ambos partidos por detentar el poder deja de lado los 91 cargos y el puñado de juicios en contra del expresidente Trump, quien ha sido calificado, por sus propios colaboradores, como un “mentiroso patológico”.
Por su lado, el presidente Biden sufre más de la percepción de su envejecimiento, y poco reconocido por el manejo de la pandemia, la estabilidad de la economía, disminución del desempleo y el manejo de los temas sociales, como la ampliación del Obamacare y la promoción de inversiones en áreas sensibles en el mundo, como por ejemplo la producción de microchips.
Por otra parte, no todo es color de rosa y no solo para Biden, sino también para Trump, ya que las encuestas más recientes, en esta primera etapa, indican que ninguno de los dos candidatos enamora. Esas mismas encuestas apuntan a que entre un 60% y un 70% de la población preferiría que ninguno de los dos se presentara.
En tal sentido, hay muchas voces que preferirían la participación de un tercer partido que represente una alternativa real para la democracia bipartidista.
Uno de los temas que ha hecho daño a la popularidad del presidente ha sido la guerra en Gaza. De hecho, el fenómeno del voto ‘no comprometido’ (voto nulo) fue uno de los protagonistas en el supermartes, siendo la segunda fuerza política en cuatro estados, como Minnesota. Allí, el 19% de las papeletas demócratas marcaron esa opción; en Carolina del Norte, ese porcentaje fue del 12%; en Massachusetts, superó el 9%; y en Colorado, el 7%, demostrando la inconformidad, de un sector progresista, con el manejo de la Administración Biden en la guerra entre Israel y Hamás, especialmente con su apoyo casi incondicional a Tel Aviv en su ofensiva, a pesar de los constantes señalamientos por quebrantar el Derecho Internacional Humanitario en Gaza.
La revancha electoral entre ambos políticos pareciera estar servida, sin embargo, no parece la óptima para muchos estadounidenses. Una encuesta llevada a cabo por la agencia de noticias AP muestra que solamente el 38% de los estadounidenses encuestados tiene una opinión favorable en relación a Trump, porcentaje igual a los ciudadanos que aprueban el Gobierno de Joe Biden.
La verdadera campaña electoral empieza ahora y tiene ocho meses por delante. Una campaña electoral más peculiar que nunca, con dos candidatos impopulares, en la que, a las preocupaciones tradicionales de los votantes, la economía, la inflación, la inmigración, la delincuencia, se suman otras insospechables como la defensa de la democracia y en la que factores ajenos a los candidatos, sean causas judiciales o la marcha de la guerra en Gaza o en Ucrania, tienen muchas papeletas para inclinar la balanza en noviembre. En esos ocho meses pueden ocurrir muchas cosas.
En la próxima entrega de DE CAMINO A LA CASA BLANCA, abordare entre otros temas, el de la visión del relacionamiento externo de Estados Unidos de cada uno de los candidatos.
Luis Velásquez
Embajador