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Velásquez: El C-Drama

Debo confesar que nunca había visto un culebrón político como el que se está desarrollando en Colombia, siendo uno de los protagonistas el presidente de ese país, Gustavo Petro.

Tengo percepciones políticas que van más allá de actores y de los hechos de este C-DRAMA, que tiene como protagonistas: al presidente de Colombia, su exjefe de campaña y exembajador en Venezuela, a la Jefe de Gabinete del Presidente, 2 mucamas y 7.000 dólares extraviados. A todo ello se le suma la muerte reciente, un poco extraña por cierto, del Coronel Óscar Dávila, uno de los jefes de la seguridad de la Casa de Nariño y quien sería el responsable de las escuchas telefónicas ilegales realizadas a las mucamas, y detrás del telón no podía faltar el siempre no bien ponderado Nicolas Maduro. Un reparto excepcional y, tampoco podían faltar las escuchas telefónicas ilegales, lo cual no es cuento extraño en ese país.

La trama de este C-DRAMA está envuelta en un conjunto de acontecimientos que suceden dentro del círculo más íntimo del Presidente Petro. Círculo que le allanó el camino al poder y que se quebró estrepitosamente a principio del corriente mes de junio. Sus dos asesores más cercanos durante el último año, Laura Sarabia y Armando Benedetti, salieron del gobierno como resultado de un escándalo que incluye dólares en efectivo, insultos, traición, polígrafos, escuchas telefónicas y la acusación, no nueva, de que la campaña presidencial fue ilegalmente financiada.

Creo que es importante comenzar desde el principio: el 7 de agosto de 2022, Gustavo Petro juró su cargo como primer presidente de izquierda de Colombia. En el discurso de investidura, esbozó los principales pilares de su programa de reformas: reducir la desigualdad social, redistribuir la riqueza, mejorar el sistema de salud pública, la educación y las pensiones, luchar contra la pobreza y la discriminación racial y de género, combatir la corrupción, las escuchas ilegales, los polígrafos y las amenazas de los órganos de seguridad, entre otras cosas.

Ello le llevó a crear una mayoría parlamentaria que las urnas no le dieron, una coalición en el congreso con varios partidos tradicionales ubicados entre el centro y la derecha (Liberales, conservadores y Partido de la U), pero esa coalición estalló luego de discrepancias sobre la reforma del sistema de salud ya que según voceros de esa coalición, entra en contradicciones con el modelo vigente de país.

Esta crisis dio lugar a un recambio ministerial, con figuras de mayor afinidad personal e ideológica con Petro, lo cual trajo consigo una nueva forma de entendimiento entre los dos órganos del poder público, privilegiando las negociaciones directas con parlamentarios individualmente, y no a través de los partidos políticos, todo ello con el objetivo de lograr la mayoría necesaria que permitiera avanzar en las reformas planteadas por él, y así evitar el estancamiento de las discusiones sobre las reformas prometidas por Petro durante su campaña electoral. Estos cambios generaron mayores tensiones en el entorno más cercano al presidente.

Es en este inestable plató en el que aparece una empleada doméstica de la casa de la Jefe de Gabinete Laura Sarabia, de quien sospechan que robó un maletín con 7.000 dólares (cifra todavía en dudas), y que además fue sometida a intervención ilegal de sus llamadas telefónicas, y sometimiento al polígrafo. Vale señalar que esa empleada doméstica fue también empleada de confianza de Armando Benedetti, el exjefe de campaña de Petro y su exembajador en Venezuela y quien la trasladó en avión privado a Venezuela a los pocos días de haberse producido el robo.

Hasta ahí no es más que un libreto de cuarta. Lo importante son los efectos que está y estará produciendo este otro escándalo del “MALETIN” pero COLOMBIANO, pero no por el robo, eso no tiene mucha importancia, sino por el impacto político que ha causado unos audios en el que el exembajador afirma que hubo financiamiento ilegal de la campaña electoral que llevó a Petro al poder.

Este escándalo agarra a Petro en un momento difícil; la aprobación de sus grandes reformas a la salud, las pensiones y el trabajo están pendientes de aprobación en el Congreso, donde -como decíamos arriba- ya no tiene una coalición clara. Esa reyerta desorganiza aún más la coalición y complica la agenda, además por la magnitud de las acusaciones de financiamiento ilegal, la atención de su gestión podría centrarla en salirle al paso a esa acusación, tal y como Ernesto Samper dedicó una buena parte de su gestión de gobierno en responder a las acusaciones de recibir dinero del narcotráfico en la campaña.

La politóloga colombiana Silvia Otero, señala que «Aunque todavía no hay una sola prueba de financiación irregular, sí hay un escándalo político y con un fiscal proveniente de la oposición, con toda seguridad se abrirá una investigación en el Congreso, donde Petro no tiene mayoría».

Todo lo anterior no quiere decir que la solidez de la estructura institucional de Colombia esté en entredicho, y de eso hay numerosas pruebas, entre otras los 50 años de guerra contra grupos insurgentes que ha generado una clase militar con absoluta claridad de su papel en el país, la presencia del crimen organizado transnacional, de los carteles de la droga que han intentado participar en la toma de decisiones, y que en algunos momentos ha influido en muchas de las políticas públicas; pero este evento no sólo va directo al corazón de altos personeros del gobierno sino también al propio inquilino del Palacio de Nariño, por la acusación de estar incurso en prácticas tipificadas como delito por las leyes colombianas.

Para una parte de su electorado este escenario escandaloso no es perdonable, ya que interpretan que están ante una organización política que se vistió de honorabilidad para ganar las elecciones y que puede estar, también, carcomida por la corrupción y el pillaje.

Me es difícil creer que Petro tenga las suficientes reservas de credibilidad para darle un vuelco a la situación, ya que la prensa colombiana le endilga 15 escándalos en los 10 meses de gobierno, siendo uno de ellos la denuncia de la exesposa de Nicolás Petro Burgos, hijo del Presidente Petro, de haber recibido dineros ilegales para la campaña presidencial de su papá en el 2022. Es como para no creer. Sinceramente, no creo que haya gente tan capaz de elaborar un guion tele novelesco de este nivel.

Es probable que una investigación profunda revele que Venezuela y otras fuentes no muy santas, no solo han financiado a Petro sino a otros políticos colombianos. De manera tal que el escándalo pudiera sacar a relucir una serie de vínculos especiales entre gobiernos extranjeros, empresarios, bandas criminales y dirigentes políticos de ese país, situación parecida a la operación Lava Jato de Brasil. La consecuencia obvia seria la deslegitimación pública del sistema, pero lo peligroso de esto es que la sociedad civil se equivoque y en vez de rechazar al causante del problema condene a la democracia.

Lo trascendente es que afecta la legitimidad del gobierno, con las denuncias que se han hecho y la gente comienza a pensar que el presidente no está actuando con sentido de legitimidad de beneficio público, sino que está rodeado de un grupo de personas que están trabajando para su propio interés. Y esta pelea entre la jefe de gabinete y su principal alfil, el embajador en Venezuela lo ratifica.

Una muestra de ello es que la Alianza Nacional de Firmas Encuestadoras de Colombia publico recientemente una encuesta sobre la popularidad del gobierno colombiano, comparándola con la de otros mandatarios latinoamericanos y estos fueron los resultados:

Nayib Bukele: 58%

Gustavo Petro: 29%

Ninguno: 13%

También se les consultó por la contienda entre el fiscal Francisco Barbosa y el presidente. Menos del 30% de los colombianos confían en el jefe de Estado, de hecho, prefieren creerle a cualquiera, antes que a Petro:

Francisco Barbosa: 51,3%

 Gustavo Petro: 22,4%

Ninguno: 26,3%

Por su parte el Presidente Petro, asediado por las crisis propias y ajenas, alimenta el relato de un “golpe blando” en su contra y busca movilizar a sus partidarios a los que les pidió que “gobiernen para cambiar Colombia”. El relato del golpe blando funge como aglutinador de la izquierda acostumbrada a la lucha. Los simpatizantes de base se ven más identificados con un Petro perseguido que en un presidente conciliador que pacta mayorías con el poder conservador de siempre. Petro quiere volver a encontrarse con su gente en la confrontación, en la defensa del que considera un Gobierno acorralado por el odio de la derecha.

Finalmente esa última crisis política, la más grave desde que comenzó el mandato, no se gestó entre sus adversarios, se fraguó desde el mismo centro del poder en una guerra sin sentido entre dos de las personas más cercanas al presidente, a quienes había confiado su victoria y su suerte. Su jefa de Gabinete, Laura Sarabia, y el exembajador de Venezuela, Armando Benedetti, quienes protagonizaron una batalla pública durante una semana que incluye todos los desmanes que el candidato Petro había prometido combatir: corrupción, escuchas ilegales, polígrafos, amenazas. La salida de ambos, por decisión del presidente, fue como el chiste del marido engañado, que quema el catre donde su esposa y su amante lo engañan.

 

Luis Velásquez – Embajador

 

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