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Velásquez: El cualquierismo

 

El «cualquierismo» en política es un término que se utiliza para describir una actitud o enfoque político caracterizados por la falta de principios firmes e ideología definida. Las personas o partidos políticos que adoptan el cualquierismo tienden a cambiar sus opiniones y posturas según su conveniencia, sin seguir una línea ideológica coherente. 

Esta palabra proviene del idioma italiano, “qualunque» o qualunquismo, que significa «cualquiera» o «ninguno en particular» y se utiliza en Italia para describir una actitud política y social caracterizada por la apatía, la indiferencia y el escepticismo social hacia la política, los políticos y las instituciones democráticas.

En términos de sociedad, esta actitud se manifiesta en la falta de compromiso cívico y la creencia de que todos los políticos son iguales, corruptos o ineficaces, por lo que no vale la pena participar en ningún proceso político. Ese comportamiento tiene implicaciones negativas para la democracia y la gobernabilidad. 

Cualquiera vale para cualquier cargo en la administración pública, por más inepto que sea. En los últimos años, América Latina en general y algunos países en particular (Argentina, Venezuela, México, Perú, Ecuador, Colombia), entre otros, han padecido de verdaderos cualquieristas manejando el poder, no solo a nivel nacional sino también local. El practicante del cualquierismo político siempre está dispuesto a adoptar cualquier posición que le beneficie en un momento determinado, sin importar su consistencia con las creencias previas, generando desconfianza entre los ciudadanos por ser difícil predecir las acciones y decisiones de estos o de los partidos políticos que siguen esta estrategia.

El analista político Ignacio Moreno Bustamante sugería, en una oportunidad, que se debería enmendar la biblia sumándole un nuevo pecado capital, el de la corrupción, o en su defecto, escribir una nueva, especialmente dedicada a los servidores públicos, ya que entre los muchos pecados que se cometen día a día en la política sin duda alguna el más grave y que daría el pasaporte directo al infierno, es el de la corrupción.

Según el proponente, el nuevo pecado rezaría así: “No te dejarás corromper” y estaría indicado a toda persona que se dedique a administrar el tesoro nacional. 

Seguramente, se nos vendrán a la memoria nombres como el de Hugo Chávez Frías en Venezuela, promotor del Socialismo del Siglo XXI, cuya consecuencia inmediata fue la transformación de Venezuela en el segundo país más pobre de América Latina, después de Haití, y cuya genialidad alcanzó a la repartición del tesoro nacional entre sus allegados y afines. Nicolás Maduro y su retoño NICOLASITO, que promovieron la ignorancia como requisito fundamental para gobernar un país, además de profundizar el deterioro de la calidad de vida del venezolano y seguir repartiendo la riqueza del país entre pocos, como buenos socialistas que son.

Vale señalar que más recientemente promovió la realización de un referéndum con objetivos todavía oscuros en la espera de que los resultados del mismo le permitan avanzar, sin angustias, hacia el proceso electoral presidencial del año 2024, que le asegure su permanencia en el poder. 

Sin dejar de mencionar que del otro lado de la acera, representada por los partidos de oposición, dentro de los cuales habrá, seguramente, cualquier cantidad de CUALQUIERISTAS con agenda personal muy clara.

Pero no es solo en Venezuela, en Argentina, después de 40 años de su regreso a la democracia y después de haber sido un país desarrollado, la sociedad no ha visto luz y la pobreza alcanza casi el 80% de la población. El penoso escenario político, económico y social de Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, Brasil, el triángulo norte de Centroamérica, México, este último, «tan lejos de Dios y tan cerca de las bandas criminales que azotan al país».

En los hogares normales, cuando eres joven, escuchas a tus familiares, a tus profesores, repetir constantemente que hay que estudiar, sacrificarse y prepararse para uno se labre un porvenir en el futuro. Pero al mismo tiempo resulta complicado digerir que un cualquierista, siendo electricista, y moviéndose adecuadamente, puedes llegar a ser ministro. Es así como funciona, mientras para conseguir un trabajo administrativo por la vía que dicta la ley, te exigen dos carreras, tres idiomas y un máster, y para ser un simple diputado o concejal basta con arrimarte al partido político de moda.

América Latina nunca ha sido un dechado de funcionalidad, todo lo contrario. La región se encuentra, desde el año 2014, envuelta en ciclos, en forma de ondas, representadas por inestabilidad política, desequilibrios económicos, corrupción y empeoramiento de las condiciones sociales de la población, que había mejorado durante un ciclo interesante que va del año 2003 al 2014.

Estos movimientos cíclicos se tradujeron en la caída de gobiernos, con protestas sociales que han convulsionado la región. Los protagonistas de estos acontecimientos han sido: la corrupción, la debilidad institucional, el rechazo a los partidos tradicionales, la pobreza, la inseguridad y la desigualdad, convirtiéndose, este último, en uno de los principales ingredientes de la frustración del ciudadano latinoamericano.

Tengo la sensación de que la mayoría de los países de la región no pasarían un test de legitimidad gubernamental y mucho menos los respectivos Congresos, lo que genera una paradoja: no tienen la suficiente legitimidad para liderar, pero no hay dudas acerca de la legalidad, de ambos. Lo cual es algo que hemos padecido y asumido como el mal menor, a cambio de disfrutar del sistema de convivencia menos perfecto de todos: la democracia. 

Con el boom del populismo, el ‘cualquierismo’ se ha disparado hasta límites insospechados; un ejemplo de ello es que miembros de los diferentes equipos de Gobierno no saben, siquiera hablar, expresarse con claridad, y en algunos casos no han alcanzado un nivel de estudios medio. Los que lo han hecho no tienen la menor experiencia laboral, lo cual no les impide darse unas ínfulas propias de aquel que no tiene pudor, hasta dan lecciones de economía en público.

La conseja popular nos dice: «el fin justifica los medios», lo cual, en términos de cualquierismo, implica que «cuando el objetivo o la causa son importantes, es válido utilizar cualquier medio para lograrlo».

La instauración de la democracia permitió a la clase política de los países formar agrupaciones y movimientos políticos basados en ideologías de izquierda, derecha y centro, con la finalidad de alcanzar el poder y establecer principios sobre el funcionamiento de las instituciones estatales. 

Sin embargo, el individualismo, el personalismo y el culto a la personalidad rompieron con los principios éticos fundamentales en la actividad política de los partidos, generando crisis por ambiciones de control.

Este fenómeno no es exclusivo de un país, sino que se observa en todas las organizaciones políticas a nivel mundial. Además, debido al elevado costo de las campañas electorales, los partidos aceptan donaciones de cualquier origen, apoyando a los contribuyentes para postularse a cargos en los congresos y otros niveles de gobierno. Estos individuos promueven sus candidaturas utilizando líderes locales para proyectar una imagen de prosperidad.

Resulta difícil admitirlo, pero la mejor ideología parece ser «Don Dinero». Los partidos justifican alianzas con cualquier entidad, sin importar su origen. 

Los independientes introdujeron el «cualquierismo», aprovechándose de las circunstancias electorales para su propio beneficio. A veces, sus posturas pueden parecer pintorescas y simples, especialmente cuando hablan de ‘independencia ideológica’ como antídoto contra los males de la política.

En este contexto, la independencia o el cualquierismo se presenta como una vacuna y protección, una manera astuta de indicar que este sector flotante puede influir en decisiones políticas. Estos individuos, que promueven una visión independiente del mundo, no pertenecen claramente a ningún lado, sin embargo, pretenden estar en medio de todo.

A pesar de lo anterior, existe una versión del cualquierista, el que es por convicción y doctrina, único y no especulativo. Cree desempeñar un papel esencial en la vida política y en las decisiones parlamentarias, moviéndose entre sus pares en busca de su lugar. Aunque recibe halagos y acoso con la misma satisfacción, es una figura que contribuye a las contradicciones y las incertidumbres en una región. Son «criaturas raras» según Antonio Gramsci, y que surgen en medio de las transiciones sociales y crisis, son generadoras de conflictos: es el cualquierista profesional.  

Es curioso cómo al escribir este artículo me vinieron a la mente dos estrofas del famoso tango «CAMBALACHE» escrito por Carlos Gardel:

“Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor
Ignorante sabio o chorro
generoso o estafador”

“Todo es igual
nada es mejor
lo mismo un burro
que un gran profesor”

 

Luis Velásquez

Embajador

 

 

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