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Velásquez: Un triste aniversario

 

El próximo 24 de febrero del corriente año 2023, se conmemora el primer aniversario de lo que debería ser un día especialmente triste para todos aquellos que somos amantes de la paz y la libertad en el mundo. En solo unos pocos días se cumple un año de la desgraciada decisión que tomó Vladímir Putin de iniciar lo que muchos esperaban que nunca volviera a ocurrir en Europa: una gran guerra.

Aunque muchos creyeron que sería breve, como lo cree todo el mundo al principio de todas las guerras, ahí sigue, impávida y letal. El escritor Stefan Zweig señaló: “Se creía tan poco en recaídas en la barbarie, como por ejemplo, guerras entre los pueblos de Europa”.

Sobre esa guerra se ha escrito mucho y, al menos quien escribe esta columna todavía no entiende cómo es posible que en Europa aún haya guerras; pensaba que ese fantasma había desaparecido hacía mucho tiempo y que tras la creación de la UE, las guerras en Europa se habían convertido en un anacronismo, pero siguen ocurriendo. La pregunta que ahora se me viene a la mente es ¿Qué pasará ahora, en este segundo año de guerra? La respuesta seria, nadie la sabe. Si bien no soy alarmista, tampoco soy un ingenuo, y si bien aspiro a que termine en el corto plazo, también tengo presente que esta guerra podría ser sólo el principio de otras de más grandes proporciones.

Durante este primer año de guerra han fallecido 250.000 personas, casi la mitad de ellos civiles y el resto actores directos en el campo de batalla. Sin contar con el secuestro de niños y jóvenes ucranianos por parte de Rusia para ser reeducados dentro del putinesco pensamiento de Putin, en algún lugar de ese fatídico país, así como el desplazamiento de casi 8 millones de personas hacia el resto de Europa. Esto último es una crisis en sí misma.

En medio de todo esto se encuentran las sanciones aplicadas por Europa y Estados Unidos, que han contraído la economía de Rusia, afectando su capacidad industrial, deteniendo no solo algunos sectores importantes de la economía si no algo bastante más resaltante: la integración de Rusia a Europa. Si bien las medidas le han cobrado un precio doloroso, no han obligado a Putin a reconsiderar su guerra y mucho menos a ceñirse a los principios fundamentales de la carta de la Naciones Unidas:

“Toda anexión del territorio de un Estado por parte de otro Estado, que sea resultado de la amenaza o el uso de la fuerza es una violación de los principios de la Carta de las Naciones Unidas y del derecho internacional”.

Hay que tener claro que si bien las sanciones han afectado la economía de Rusia no se puede decir que se encuentra en estado de vida suspendida, que Putin carece de fondos para continuar su guerra y la razón es la cantidad significativa de ingresos que todavía generan las exportaciones de gas y petróleo rusos a Europa. Por ejemplo España apoya a Ucrania y le facilita armas, pero sigue comprando a Rusia casi la mitad del gas que consume.

Lo anterior me hace recordar el libro Catch 22 (Trampa 22) escrito por Joseph Heller y publicado a mediados de los años 60s, en el que se refiere al acto de resolver un problema creando un problema mucho más grave.

Quizás este autor vería la guerra de Ucrania, como una gigantesca Trampa 22. Por un lado, la Unión Europea no puede cruzarse de brazos ante la agresión rusa y la tragedia de los ucranios. Por el otro, debilita a Rusia, favoreciendo a otros países. Por lo que sería ingenuo pensar que cuando esta guerra acabe el mundo habrá mejorado.

La guerra en Ucrania es la primera “triple” guerra en la historia europea: una guerra civil entre el gobierno de Ucrania con una parte de su población de la región de Donbás; una guerra entre Rusia y Ucrania; y una guerra entre los países occidentales que apoyan a Ucrania militar, política y económicamente, contra el enemigo común: PUTIN.

La siguiente pregunta que me hago: ¿Es posible un final de la guerra en 2023, marcado por una derrota de Rusia?

Tengo claro que el sangriento conflicto en Ucrania continuará en 2023. Ninguna de las partes está cerca de cumplir sus objetivos ni tiene ventaja sobre la otra. La variable clave para Ucrania es el apoyo occidental, que sigue siendo sólido y parece asegurado en el futuro inmediato. Ese apoyo quedo consolidado con la visita que, en momentos en que estoy escribiendo este artículo, acaba de realizar el Presidente Joe Biden a Ucrania. Visita histórica como pocas, con un mensaje de gran contundencia política. Ese mensaje se resume en lo siguiente: Asegurarle al presidente de Ucrania que no permitirá que Putin gane la guerra.

Mientras, en Rusia la palabra clave está relacionada con el control del poder por parte de Putin y su capacidad para mantener el esfuerzo militar. Podrá seguir reprimiendo la disidencia, pero a un coste cada vez mayor de apoyo popular. Putin mantiene el respaldo de los partidarios de la línea dura, sin embargo los especialistas en Rusia indican que hay signos de fractura en esas lealtades y toman como pruebas la muerte, en extrañas circunstancias, de importantes personajes cercanos al Presidente Putin.

¿Cuáles podrían ser las conclusiones de la guerra Rusia-Ucrania?

1.- Que la guerra en Ucrania pudo evitarse. Y en ello jugó un papel importante la falta de diálogo entre los países que directa o indirectamente participan en ella. Así como de la debilidad de los organismos internacionales, precisamente creados con ese fin después de la segunda guerra mundial.

2.- La lección más importante de este conflicto es que, si Rusia ganara y consiguiera cambiar las fronteras por la fuerza, nos obligaría a definir otros principios en los que basar el orden internacional, con un mundo más cómodo para las autocracias y los enemigos de la democracia liberal.

3.-Para Rusia tiene que ver con varias cosas, la primera la atañe a sus expectativas fallidas de esta guerra. Putin esperaba que esa guerra durara una semana y aun hace unos pocos días en una alocución publica señalo: “la derrota de Ucrania es inevitable” y la segunda tiene que ver con el colapso de los lazos energéticos con Europa lo cual supone la debacle de ese país.

4.-A occidente, le quedó claro que la Alianza Atlántica seguirá siendo su marco fundamental de seguridad.

Finalmente, esta guerra supone un rediseño geopolítico global para el futuro, pero en todas las áreas, incluyendo la comunicacional, a partir de ahí es donde comenzara otra guerra que tiene que ver con la sensibilidad al cambio de los habitantes del mundo. ¿Cuál será la arquitectura? Nadie sabe, ¿quién será el arquitecto? tenemos una idea, pero nada está escrito en piedra. Lo que sí sabemos es que es necesario que esa arquitectura tenga como norte un orden justo y equitativo. Pero, quedaría corto sin organizaciones internacionales fuertes, sólidas, que sean capaces, en primer lugar, de jugar el rol que en otro momento aciago se les asignó y, en segundo lugar tener respuestas en un mundo tan volátil e incierto.

Atlanta, 19 de febrero de 2023

 

 

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