Vélez: Las diferencias entre los hombres y las mujeres no son el producto de un constructo social patriarcal
Así como en 1859 la mayoría de la gente negaba la teoría evolucionista del origen del hombre, en el 2022 todavía hay muchas personas que niegan las adaptaciones que se han dado en los 200 millones de años desde que empezó la evolución de los mamíferos. Vamos más lejos, se siguen negando las diferencias sexuales, porque se considera inconveniente aceptarlas. Es imposible resolver un problema si no se acepta la verdad, que en este caso contradice las narrativas posmodernas. No hay argumentos sustentados que nieguen los estudios, las investigaciones y las experiencias, pan de cada día. Sobre experiencias, se sugiere leer el artículo Paradojas nórdicas, de Mauricio Rubio, en El Espectador, Colombia, 25 agosto 2022.
Desde hace 15.000 millones de años, la naturaleza, por ensayo y error, encontró una solución explosiva para la reproducción: dos tipos de gametos, uno grande y energético, y otro diminuto, pero móvil. Y este hallazgo es tan fabuloso que se llegó a él de manera independiente. Por distintos caminos, plantas, peces y paquidermos, llegaron a la reproducción usando óvulos y espermatozoides.
Yendo a lo más básico, a lo segundo más básico, la diferencia de tamaño corporal entre machos y hembras implica diferencia de comportamientos. Si los machos son mucho más grandes que las hembras es porque tienen que competir entre ellos por ellas, y hay poligamia. Los humanos pertenecemos al grupo de primates, en el que los machos son más grandes que las hembras, aunque la diferencia no sea exagerada, como la que sí hay entre machos y hembras de los leones marinos, los mandriles o los orangutanes.
La diferencia de estatura va correlacionada con diferencia de peso, capacidad cardiovascular, estructura esquelética, densidad ósea, masa muscular y cantidad de grasa y su distribución en el cuerpo. Hay áreas del cerebro en las que las diferencias son claras, como en las de integración sensoriomotriz y en la respuesta agresiva ante un estímulo desafiante; en la capacidad y fuerza para lanzar objetos: mayor en los hombres; en las mujeres, las áreas mayores están en el lenguaje, en la lectura de las emociones del rostro y los gestos. Asimismo, hay diferencias muy grandes en las tasas de homicidio, que pueden ser de 30 a 40 veces más comunes entre los hombres (generalmente por matar a sus rivales masculinos) que entre las mujeres, al igual que grandes diferencias en el sentir miedo: el 85-90 % de las niñas y las mujeres experimentan el miedo con más frecuencia e intensidad que los niños y el hombre promedio. En la tolerancia al dolor: casi el 90 % de los niños y los hombres tienen un umbral de dolor más alto que la niña o la mujer promedio.
En la mayoría de los mamíferos, los machos invierten poco en el cuidado del bebé, y en los humanos también es así. En casi todos los casos, las mujeres son las que cuidan al bebé. Los estudios muestran que, por cada 57 minutos que un padre carga a su bebé, la mamá lo hace 490 minutos. La lactancia es una de las razones, otras son el cableado del cerebro y las hormonas. En estudios hechos con resonancia magnética se ve que la amígdala de la mamá se activa muchísimo más que la del papá ante imágenes del bebé. Las hormonas que la mamá produce al tenerlo favorecen esta respuesta. El papá simplemente no produce estas hormonas. Por supuesto, en la humanidad siempre habrá excepciones a la regla, pero la biología nos seguirá condicionando.
Las diferencias en los roles sexuales no se deben a los constructos sociales ni a los efectos de la cultura patriarcal. La naturaleza humana es flexible, y estas tendencias naturales se pueden educar, exagerar, disminuir o modificar, pero hasta cierto punto, usando para ello la presión de la educación, las leyes, las reglas sociales y las costumbres matrimoniales.
El sentirse mujer o sentirse hombre no es cultural. El 99 % de la gente se identifica con el sexo definido por sus cromosomas, incluso es así para el 10 % de los bisexuales y homosexuales que hay en el mundo. Es poco común nacer con disforia de género (nacer en el cuerpo equivocado), ocurre solo en un 1 % de la población; sin embargo, el 1 % de 7.000 millones de personas son 70 millones de personas.
De lo último que se ha investigado, esto es lo más interesante y nuevo: un estudio examinó los patrones de materia gris y blanca en los cerebros de casi 10.000 niños y niñas. El sexo del 93 % de los niños fue identificado correctamente con solo analizar los patrones, porque los patrones de materia gris y blanca son muy parecidos entre los miembros del mismo sexo, y sustancialmente diferentes a los del sexo opuesto. Lo más increíble del estudio fue ver que los patrones eran difíciles de identificar cuando el sujeto no se identificaba muy claramente como hombre o como mujer. Por lo tanto, esto evidencia que los patrones cerebrales se pueden usar para identificar la diferencia entre hombres y mujeres con una certeza del 93 al 96 %.
Como dice el profesor del Departamento de Ciencias Psicológicas e Interdisciplinarias del Programa de Neurociencias de la Universidad de Misuri, David C. Geary: “Las afirmaciones hechas en un mundo virtual de algoritmos de Internet poblados por expertos ideológicos de las redes sociales, periodistas y profesores de estudios de género contradicen el sentido común y el análisis racional de los fenómenos del mundo real. Ese es un mundo de palabras e ideas, lleno de deseos y anhelos que no siempre están ligados a la realidad, incluidas muchas creencias descabelladas sobre el número de sexos y los orígenes y la maleabilidad de cualquier sexo o diferencia de género asociado. Queda mucho por aprender sobre estas diferencias, lo que deja mucho espacio para un debate legítimo. Pero no hay lugar científico para la idea absurda de que los niños y las niñas, los hombres y las mujeres son infinitamente maleables y simplemente productos socialmente construidos por el patriarcado o algún otro sistema social”.
Y como dice el intelectual e historiador de las ciencias Michael Shermer: “Así que dejemos que los hechos científicos sean los que son; por ejemplo, el sexo es binario y está definido por los gametos: si tu cuerpo produce óvulos, eres mujer; si produce esperma, eres hombre. Las excepciones no anulan la definición, la refuerzan. La cuestión de derechos, igualdad de trato, etc. son un asunto aparte, pero eso sí, también muy importantes.