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Venezolanos no quieren una policía socialista sino una que los proteja del hampa

violenciaNo ha existido voluntad política de combatir al delito

“Lo que ha hecho el Ejecutivo en todos estos años ha sido un elogio de la violencia, de las armas, de los violentos”, aseguró el sociólogo Roberto Briceño León

Prensa Unidad Venezuela (Caracas, 1 de febrero de 2016).- La violencia que afecta a los venezolanos no es producto de una maldición que le cayó al país sino de políticas públicas desacertadas en materia de seguridad”.

El señalamiento corresponde al sociólogo Roberto Briceño León, presidente del Observatorio Venezolano de Violencia, organización no gubernamental que dictaminó, mediante un estudio en la materia, la comisión de 27 mil homicidios en todo el territorio nacional durante 2015.

Para el también docente de la Universidad Central de Venezuela, tan alarmante realidad puede traducirse de dos maneras: lo que se ha hecho y lo que se dejó de hacer en todo estos años.

“Lo que ha hecho el Ejecutivo en todos estos años ha sido un elogio de la violencia, un elogio de las armas, un elogio de los violentos, de la muerte y todo eso ha tenido un impacto en el comportamiento de los delincuentes. Y por el otro lado, lo que se dejó de hacer: dejar de perseguir al delito, dejar de perseguir a los delincuentes y encarcelarlos, se dejó de hacer enviar un mensaje de que no es lo mismo ser un delincuente y un asesino que un trabajador y estudiante dedicado”, dijo.

El investigador afirmó que se conjugan una suma de factores los cuales, básicamente, expresan la destrucción institucional y del tejido social como causa de la violencia que coloca a Venezuela en la nada honrosa posición de ser uno  de los dos países más violentos del mundo.

“Así como es difícil explicarse la crisis social y económica, el empobrecimiento, en un país con tanta riqueza como Venezuela, igual es complejo entender el nivel de violencia de un país que era considerado no violento. Eso se explica por el desvanecimiento del pacto social, de la vida civilizada, destrozados, muy paradójicamente, por la propia acción el propio gobierno”, manifestó.

Visualización equivocada

El especialista rememoró que no fueron pocos los funcionarios que manejaban el poder que visualizaron, en un concepto erróneo del problema de la inseguridad, a la inseguridad como una herramienta política para atemorizar a la oposición o propia de la lucha de clases, evocando el pensamiento marxista de que ‘la violencia es la gran partera de la historia’.

“Otros entendieron que como la violencia tenía un origen en la desigualdad, en la pobreza, entonces lo que había que hacer era políticas sociales en vez de perseguir a los delincuentes, incluso, no utilizar a la policía porque eso era propio de los gobiernos de derecha. Pero, resulta que las políticas sociales y de prevención no fueron acompañadas por acciones de control, represivas”, indicando que dicha orientación degeneró en el incremento continuo del problema por ser indebidamente atacado.

En criterio del analista, el desarme de los cuerpos policiales envió un mensaje negativo a los antisociales, lanzándolos a cometer más fechorías. “Adicionalmente, se les entregaron las llamadas ‘zonas de paz’, que son territorios donde los entes de seguridad no pueden ingresar, dándose allí, entonces, la situación de que es el policía el que se esconde de los delincuentes y al no revés”, aseveró comentando que incidencias como las registradas en el sector La Cota 905, en Caracas, convierten a nuestra capital en una de las ciudades más violentas del orbe.

El diplomado es enfático al subrayar que en Venezuela no ha existido la voluntad política de combatir al delito, además de los referidos alegatos – la utilidad política y hasta electoral -, porque, inclusive, por una confusión ideológica, se piensa que los hampones también son ‘explotados del capitalismo’.

“Aunque hemos tenido 23 planes de seguridad, ninguno ha ofrecido resultados: después de 17 años aumentaron los homicidios, los robos y secuestros. Es que, en definitiva, no se ha realizado la evaluación adecuada de tales lineamientos, no ha existido transparencia y tampoco se revisan las fallas para enmendarlos, mientras la población se siente cada vez más desprotegida”.

Urge un cambio

Sostiene que debe producirse un cambio dramático en las políticas públicas de seguridad y eso empieza por unir a la ciudadanía: “unir a los venezolanos trabajadores y honestos frente al delito, de buscar la cooperación de todos – de los gobiernos nacional, regional y local -, de la policía y la seguridad privada, para luchar conjuntamente y no desuniendo a la población paralizándola como ha sido el despropósito de estos años”.

Asimismo, alegó que sobre el tema guardan gran responsabilidad la impunidad y la politización de la institución policial. “Recuerdo cuando en una ocasión los uniformados se enfrentaron a miembros de colectivos en un edificio del centro capitalino y eso produjo que el gobierno destituyera al jefe policial al mando. Al final, el agente piensa que si sale a castigar a los delincuentes es él quien puede terminar sancionado”.

“En lo estudios que le hacemos a los efectivos, los policías sostienen que no se van a arriesgar si no cuentan con el apoyo de la autoridad; eso revela que no ha habido depuración ni entrenamiento eficaz sino politización. El propio presidente Hugo Chávez, cuando instauró la Policía Nacional Bolivariana, enfatizó, luego de que se mencionara en su apertura que sería un organismo profesional al servicio de todos los venezolanos, que no sería una policía de la burguesía ni del imperialismo sino socialista”.

“Los venezolanos no quieren una policía socialista sino una que los proteja y los cuide, que les permita regresar tranquilos a sus casas después del trabajo, sin el temor de ser robados o asesinados, poder llevar a sus hijos a la escuela sin novedad alguna; y también poder hacer horas extras en sus labores o estudiar de noche, lo cual nadie cumple ahora por miedo a llegar tarde a la casa”, comentó.

Complicidad en las cárceles

Acerca del ingreso a los reclusorios de armas de todo calibre y municiones, el catedrático no vacila en atribuirla a la complicidad de los funcionarios del recinto. “Es algo bien particular porque la cárcel es el lugar más vigilado y más seguro de cualquier sociedad. Pero también, las cárceles son el reflejo de la sociedad, en este caso de una sociedad violenta donde los delincuentes tienen el poder, donde se impone la fuerza de las armas. Cuando uno piensa en la requisa a la esposa y a la madre de Leopoldo López – como si los carceleros sospechasen que, al igual que ocurre en las comiquitas, son capaces de introducir un arma en una torta -, no se entiende el procedimiento con otras personas que ingresan fusiles”, completó con ironía.

Abogó por el fortalecimiento de la sociedad para revertir el alto índice de violencia, precisando que para ello es necesario crear más vínculos, como por ejemplo, las redes de protección. “Parece una tontería pero las sociedades que han logrado mejorar la convivencia parten de lo que es la cortesía, el respeto a las normas, a los demás, el cuido del otro, el asumir que tenemos que tener una vida civilizada. Entonces, con políticas acertadas podemos cambiar las tasas de violencia”.

“No obstante, se requiere del esfuerzo de todos, de la voluntad política, de la concertación, de unir al país en un cambio importante, y para lograrlo se demanda el concurso de los venezolanos, en general, no solo de la dirigencia”, concluyó.

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