Venezuela: País pranificado
En un famoso reportaje de la Cadena 3 española, el periodista que investiga la violencia en nuestras minas de oro amazónicas sigue una pista tras otra y al final del recorrido llega inexorablemente al centro controlador, coordinador y dueño del delito: el sindicato.
Desde siempre este término ha indicado la organización que se han dado los trabajadores de una empresa para proteger sus derechos y confrontarse con los patronos para mejorar sus condiciones de trabajo y vida. Estos sindicatos muchas veces han caído en manos de auténticas cúpulas mafiosas que en vez de proteger al trabajador lo han explotado, pero el concepto y la finalidad en general no ha cambiado.
Es cierto que la palabra ha servido también, por vía de metáfora, para caracterizar bandas de criminales, como las mafias de Chicago, y así se ha podido hablar de “sindicatos del crimen”. Precisamente, el reportero de marras acaba identificando “el sindicato” con mafias violentas que, absurdamente, mediante el crimen, aseguran la paz en la zona y la protección de los mineros informales.
En nuestros barrios, urbanizaciones y ciudades, hoy, cuando seguimos la pista de la violencia, con demasiada frecuencia acabamos encontrándonos con “el sindicato” que nada tiene que ver con trabajadores y empresas sino con un tipo de organizaciones criminales. Si continuamos siguiendo la pista, llegamos siempre a un “pran”, encarcelado o ya libre, que dirige y concentra el poder de varios “sindicatos” en la ciudad el cual está conectado a su vez con algún funcionario del régimen imperante.
Pran, funcionario y sindicato, intentan reproducir el mundo de la cárcel en la sociedad.
Cuando se pasan las puertas de un presidio, se entra en un verdadero estado, no paralelo al Estado nacional, sino totalmente autónomo como si de otro país se tratara, perfectamente estructurado, con sus propias autoridades no elegidas sino autoproclamadas dictatorialmente, dividido en clases o, mejor, en castas –luceros, población, brujas o esclavos para toda clase de servicios, incluidos los sexuales–, que cobra impuestos, hace negocios, distribuye pan y circo, establece relaciones diplomáticas con otros estados similares y con el Estado nacional, emite comunicados conjuntos de pranes federados, firma treguas y tratados.
El “proyecto hampa” consistiría en parcelar el país –ciudades enteras ya lo están– en zonas de influencia de los distintos pranes para controlar el mercado –droga, bachaqueo, etc.– cobrar impuestos-vacuna, secuestrar y todo lo demás. Impunemente.
¿Lo lograrán? No es fantasía.
Nota originalmente publicada en El Nacional.