Venezuela: Preparándose para el cambio
María Teresa Quiroga, de Charallave, Venezuela, afirma que las ventas de su tienda se han reducido un 70 por ciento debido a los apagones. Crédito Wilfredo Riera / Bloomberg
A finales del mes pasado, los venezolanos se alinearon en masa para apoyar una petición para un referendo que podría obligar al presidente Nicolás Maduro a dejar la presidencia. Líderes de la oposición tenían un mes para recoger al menos 200.000 firmas, el primer paso de un proceso largo y complejo.
Al cabo de unos días, se habían reunido más de 1,8 millones, una evidencia de la creciente frustración en un país que está siendo gobernado por un autócrata incompetente. El esfuerzo por destituir a Maduro, cuyo mandato termina en 2019, tiene el potencial para profundizar el enfrentamiento entre su gobierno socialista y la oposición. Sería catastrófico si la confrontación diera lugar a violencia generalizada.
Se espera que la economía de Venezuela se contraiga un 8 por ciento este año, principalmente como resultado del bajo precio del petróleo. Frente a una inflación fuera de control – que ha obligado a los venezolanos a utilizar grandes cantidades de efectivo – y la disminución de las reservas de efectivo, el gobierno pronto será incapaz de imprimir más billetes. Los ciudadanos han estado saqueando tiendas y acaparando alimentos, anticipándose al hecho de que la escasez de productos básicos puede empeorar. Caracas, la capital, se ha convertido en una de las ciudades más violentas del mundo. Una sequía persistente, por su parte, ha dado lugar a cortes de energía porque Venezuela depende en gran medida de energía hidroeléctrica.
El Sr. Maduro no tiene ideas sólidas para hacer frente a la crisis, que es en gran parte hechura suya; en buena medida culpa de los fracasos de su gobierno a conspiraciones extranjeras.
En respuesta a la crisis energética, por ejemplo, Maduro instó a las mujeres a dejar de secarse el cabello. Recientemente impuso una semana de trabajo de solo dos días para los funcionarios públicos, con el argumento de que mantenerlos en sus casas ahorraría energía. Mientras tanto, ha confiado en sus leales seguidores en el poder judicial para bloquear virtualmente cada medida importante que el Parlamento ha aprobado, incluidas las reformas financieras, una ley de vivienda pública y un proyecto de ley para liberar los presos políticos.
El camino para sacar a Maduro a través de medios pacíficos y constitucionales es limitado, en gran parte debido a que el presidente y su predecesor, Hugo Chávez, han debilitado las instituciones democráticas del país mediante la supresión de los límites del mandato y colmando instituciones clave con miembros leales.
Los líderes de la oposición esperan que al conseguir apoyo internacional para sus esfuerzos podrán ejercer presión sobre el Maduro para que renuncia. En la Organización de los Estados Americanos, se espera que el secretario general, Luis Almagro, convoque en las próximas semanas una sesión especial para debatir el peligroso estado de la democracia en Venezuela. Esto podría obligar a los países vecinos a votar medidas que podrían incluir la expulsión de Venezuela de dicha organización. Mientras que la expulsión es poco probable, la sesión podría lograr que los países vecinos – muchos de los cuales han guardado silencio público – aprueben reprender al gobierno de Maduro.
Funcionarios del Vaticano están considerando intervenir para desempeñar un papel mediador entre el gobierno y la oposición. El papa Francisco envió recientemente una carta a Maduro expresando su preocupación por la crisis, y el principal diplomático del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, conoce muy bien a los líderes políticos en Venezuela, ya que cumplió funciones en dicho país desde 2009 hasta 2013. Puede ser demasiado tarde para que una mediación internacional logre reducir la brecha entre el gobierno y la oposición, pero vale la pena probar.
Mientras los líderes de la oposición impulsan un referendo para celebrar elecciones presidenciales anticipadas, también es necesario que articulen un plan para hacer frente a los problemas del país. Mientras permanezcan divididos y se definan principalmente por su aversión hacia el actual partido en el poder, no van a ser capaces de acabar con el caos, incluso si tienen éxito en expulsar a Maduro.
—————————–
ORIGINAL INGLÉS:
Lining Up for Change in Venezuela
Late last month, Venezuelans lined up in droves to support a petition for a referendum that could force President Nicolás Maduro out of office. Opposition leaders had a month to collect at least 200,000 signatures, the first step of a complex and lengthy process.
Within a few days, they had gathered more than 1.8 million, evidence of mounting frustration in a country that is being led by an incompetent autocrat. The effort to recall Mr. Maduro, whose current term ends in 2019, has the potential to deepen the standoff between his socialist government and the opposition. It would be catastrophic if the struggle were to result in widespread violence.
Venezuela’s economy is expected to shrink by 8 percent this year, primarily as a result of the low price of oil. In the face of runaway inflation — which has forced Venezuelans to use large bundles of cash — and dwindling cash reserves, the government will soon be unable to afford to print more bills. Residents have been looting stores and hoarding food, anticipating that shortages of basic goods may worsen. Caracas, the capital, has become one of the most violent cities in the world. A persistent drought, meanwhile, has led to power shortages because Venezuela depends heavily on hydroelectric power.
Mr. Maduro has no sound ideas for addressing the crisis, which is largely of his making; mostly he blames his government’s failures on foreign conspiracies.
In response the energy crisis, for instance, Mr. Maduro urged women tostop blow-drying their hair. He recently imposed a two-day workweek for public servants, arguing that keeping them home would save energy. Meanwhile, he has relied on his loyalists in the judiciary to block virtually every important measure the Parliament has passed, including financial reforms, a public housing law and a bill that would have freed political prisoners.
The path to oust Mr. Maduro through peaceful and constitutional means is narrow, in large part because the president and his predecessor, Hugo Chávez, have weakened the country’s democratic institutions by doing away with term limits and packing key institutions with loyalists.
Opposition leaders hope that rallying international support for their efforts can put pressure on Mr. Maduro to leave. At the Organization of American States, Secretary General Luis Almagro is expected to call for a special session in the next few weeks to debate the perilous state of democracy in Venezuela. This could force the country’s neighbors to vote on measures that could include expelling Venezuela from the diplomatic body. While expulsion is unlikely, the session could cause Venezuela’s neighbors — many of whom have been publicly silent — to rebuke the Maduro government.
Meanwhile, Vatican officials are considering stepping in to play a mediating role between Mr. Maduro’s government and the opposition. Pope Francis recently sent Mr. Maduro a letter expressing concern about the crisis, and the Vatican’s top diplomat, Cardinal Pietro Parolin, is well acquainted with the political leaders in Venezuela, having been posted there from 2009 to 2013. It may be too late for international mediation to bridge the divide between the government and the opposition, but it’s worth trying.
As opposition leaders push forward on a referendum to hold early presidential elections, they also need to articulate a plan to address the country’s problems. As long as they remain fractured and primarily defined for their loathing of the ruling party, they won’t be able to end the chaos even if they succeed in ousting Mr. Maduro.
