Democracia y Política

Ver a Cuba con nuevos ojos

Cubano, no esperes que algún poder extranjero vaya a sacarnos las castañas al fuego. No lo hizo antes, no lo hará ahora y no lo hará nunca, pero la nueva política estadounidense hacia Cuba promovida por el presidente Obama, genera las condiciones para que nosotros mismos podamos trabajar pacíficamente a favor de la libertad y prosperidad de nuestro pueblo.

Cuando en un conflicto se crea un punto muerto donde no hay salida y se prolongan las calamidades, hay que sacudir para que se produzca un reordenamiento de las fuerzas y se abran nuevos caminos. Cuando una política dirigida a la solución de un conflicto se aplica a lo largo de muchos años sin que se alcance esa solución, es porque esa política no funciona y es necesario cambiarla. En ambos casos se requiere mirar la realidad con otros ojos, cambiar el parámetro con que medimos las situaciones. No pienses tanto en debilitar al poder, sino en fortalecer al no poder, y hacia eso justamente apunta la nueva política sobre Cuba. Lo importante no es la magnitud de los recursos que pudieran percibir aquellos considerados como principales responsables del mal, sino el grado de conciencia que pudiera desarrollarse en diversas capas de la población. No pienses en función de dólares sino en función de ideas, y para ello es preferible el acercamiento y no el aislamiento, la luz y no la oscuridad. Un mayor acceso de los cubanos a los celulares, al internet y al abrazo de hermano con hermano, da eso: luz. Ese cambio sólo es posible con el acceso a la información, con el diálogo y el intercambio de perspectivas.

Y cuando cesen totalmente las restricciones externas, y se derrumbe la credibilidad de la excusa del cerco imperial para justificar el mal gobierno, ¿cómo responderán convincentemente a los inconformes? Y cuando los disidentes salgan pacíficamente a las calles a exigir los cambios, ¿continuarán alegando que se trata de agentes del “enemigo imperialista”? Podrán decir lo que quieran, pero nadie les creerá. Y poco a poco, al principio silenciosamente, una voluntad de cambio irá ganando uno a uno los fortines en los que tradicionalmente se sostiene el poder. Y cuando aumenten las remesas, las propinas de los turistas y las ventas de los artesanos y otros servicios de los cuentapropistas y muchos ya no dependan del Estado para el sustento, y cuando aquellos que antes no podían estar pensando en demandas políticas porque tenían que resolver primero el desayuno de sus hijos, comiencen a prestar oídos a los predicadores de una patria nueva, ¿qué va a pasar?

Para que el sol de la libertad ilumine las plazas y los campos, debe haber primero una alborada en el corazón de cada cubano. Cuando se produzca esa alborada, lo demás será fácil, pues los gobernados tienen la capacidad de hacer que los gobernantes cambien su forma de gobernar.

Y si no entiendes esto último recuerda las medidas del Período Especial: Se aceptaron legalmente los paladares porque en cada barrio comenzaron a surgir comedores clandestinos, se aceptó la dolarización porque por doquier la gente comercializaba ilegalmente con dólares, y se reabrió el mercado agropecuario porque los campesinos vendían sin permiso sus productos en cada esquina, lo que dio lugar a aquella frase atribuida al actual presidente dirigida a su hermano: “¡O abro el mercado o saco los tanques!” En todos estos casos se trataba de legalizar lo que ya de facto, era una realidad. Es, como diría Havel, “el poder de los sin poder”.

Si el gobernado va por un camino y el gobernante por otro, se genera la ingobernabilidad y éste se ve forzado a rectificar el rumbo, pero si por el contrario, se aferra a continuar en el error, la respuesta será el no acatamiento y el gobernado deja de ser gobernado y el gobernante, gobernante, pues nadie gobierna sin nadie que obedezca. Y el fruto será la libertad. No hay tanques ni acorazados que paren a un pueblo con plena conciencia del sagrado derecho a la libertad.

 

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