Venezuela: Viaje al centro de la opinión anti-política
Debo comenzar por decir que el origen de esta nota es un video en You Tube de un programa de CNN en donde entrevistan a un supuesto consultor y analista político venezolano para mí desconocido hasta ese momento (grave omisión mía) y quien logró, en el muy costoso espacio televisivo de 1’46’’, mostrar casi todas las fallas de la crítica anti-política que, por desgracia, tanto abunda en estos tiempos incrédulos y urgentes.
Quisiera aquí señalar algunos de los entuertos básicos que comete tanto predicador apocalíptico metido a analista, a fin de que sepamos identificarlos, ante el hecho de que, semanalmente, todos recibimos análisis frondosamente enloquecidos y desquiciados, pobres argumentalmente, que apuntan solo a crear negatividad analítica.
Me perdonará el lector que no dé el nombre del autor del desaguisado, porque no se trata de hacer un ataque a una persona en particular, sino a lo que él personifica. (Solo daré como señal que su nombre le caería como anillo al dedo a un lanzador relevista mexicano de ligas menores, un lanzador de equipos como los Broncos de Reinosa, o los Saraperos de Saltillo.)
Algunas de las posibles reglas que podrían seguirse para no caer en similares análisis anti-políticos son:
1. Hay que evitar, en lo posible, los llamados ataques ad hominem: a menos que usted esté confrontándose con un absoluto energúmeno o estúpido –digamos, por ejemplo, un Trump cualquiera- siempre será más efectivo atacar el mensaje antes que al mensajero.
2. De no hacerlo, usted corre el peligro de darle el chance a su contrincante de desviar el asunto a discutir: ya no se trata de sus errores, sino de su honor, de que usted lo insultó, bla, bla, bla.
3. No produzca generalizaciones que no sean empíricamente ciertas: el analista entrevistado metió en el mismo barril, sin vaselina alguna, a toda la clase política venezolana desde 1958 hasta hoy, bajo la concluyente información de que “todos los políticos venezolanos han sido y son de izquierda”. Conviene aclarar, sin entrar muy hondo en el asunto, que si bien buena parte de la clase política criolla ha exhibido por desgracia demasiados bríos estatistas –no hay que olvidar que somos un petroestado, y que en nuestro país hemos padecido un estatismo ritualizado- aunque todo socialista es estatista, no todo estatista es socialista. ¿Que estoy equivocado en esto último? Piense, amigo lector, solamente en aquellos sectores de la muy emprendedora clase empresarial criolla que han sobrevivido por décadas gracias a la teta estatal; muchos de nuestros grandes banqueros, por ejemplo.
4. No solo regurgite críticas, también ofrezca alternativas, soluciones: De hecho, eso hizo el periodista de CNN, decirle al señor que los televidentes protestaban porque todo era negatividad sin oferta alternativa. ¿Qué respondió el experto? “Básicamente la oposición tiene que cambiar el discurso y darle una verdadera oferta al país”. Así de simple pasa una oposición de ser deleznable a ser patriota. Just like that.
5. Evite caer en la tentación de la victimología: Ellos alborotan el cotarro, como se dice en la madre patria, con sus ataques desbocados, y luego se ofenden si la fanaticada, ante sus exabruptos, los quiere bañar con cerveza.
6. No haga afirmaciones claramente falsas: siempre según el entrevistado “en Venezuela todos los partidos, del gobierno y de la oposición por igual, viven de la renta petrolera”, reciben dinero de las arcas estatales. Es una afirmación notoriamente falsa: si algo ha procurado el chavismo es ahogar financieramente a la oposición democrática.
Un tipo de treta similar aflora cuando se afirman corruptelas pero no se dice quién las comete ni se ofrecen pruebas concretas (lo cual refuerza en el espectador la idea de que “todos los políticos son iguales”).
7. No establezca dobles raseros éticos: un opositor que no le haga caso al 100% de sus propuestas no es necesariamente un “presunto” oponente al chavismo, mucho menos un “infiltrado” o un “traidor”.
8. Defina bien los conceptos fundamentales: “pueblo”, “democracia”, “estrategia”, “participación”, “oposición”, son claros ejemplos de manipulaciones conceptuales de todo tipo.
9. No caiga en poses farisaicas: el rasgarse la vestiduras en cada escrito, como si solo usted pudiera definir qué significa estar indignado y tuviera el monopolio de cómo actuar en consecuencia, tiene históricamente mala prensa. Recuerde lo que le pasó a Savonarola. Y eso que los florentinos eran una sociedad muy culta.
10. Controle su ego y sepa entender las a veces tenues conexiones entre verdad, hechos y opinión: Estos pseudo-analistas tienen normalmente egos a prueba de hechos.
Al final del día, los miembros de esta tribu sufren un problema esencial de todo anti-político: ver el mundo solo en blanco y negro, no aceptar matices, aproximaciones, variedades. Esto los inhabilita para entender dos datos centrales de la verdadera política (la democrática): la disposición al debate de ideas, y la capacidad de negociación cuando ella es necesaria. Por ello, prefieren el eslogan al concepto, confunden medios y fines, tácticas con estrategias.
Quien se cree dueño de la verdad no tiene disposición a aceptar discutir sobre ella. Y piensa que todos deben ser igual de rígidos que él, así que ¿para qué conversar?
Es imposible el diálogo entre conciudadanos, el debate de ideas, cuando asumimos que nuestras opiniones tienen la fuerza de los hechos. Estos señores –y señoras- olvidan (aquí seguimos a Hannah Arendt) que no hay opinión honesta que no se construya a partir de lo ocurrido, de los hechos, porque las opiniones parten de los hechos, no al revés. Toda opinión merece ser evaluada en función de su contexto, de la fuerza de sus argumentos, de sus inferencias, de los ejemplos que se asumen, del uso muy prudente de posibles analogías históricas, de las razones que se aportan. Pero nunca una opinión podrá ser confundida con la verdad.
Sobre ello, una próxima nota.