Victoria Carvajal: Europa como mera espectadora
«El golpe asestado por la empresa china pone en evidencia la incapacidad de Europa de crear gigantes en un sector que revolucionará la productividad»
Ilustración de Alejandra Svriz
Lian Wenfeng era un tipo desconocido en el mundo de las grandes corporaciones. Nacido en Mililing, una pequeña ciudad de la China rural, hoy se ha convertido en un héroe nacional. Su startup Deepseek restó en un solo día 589.000 millones de dólares al valor de la hasta ahora empresa líder mundial en Inteligencia Artificial, la estadounidense Nvidia. Para hacerse una idea de la envergadura de esa caída, la capitalización total de las grandes corporaciones españolas que cotizan en el Ibex 35 es de 786.726 millones de euros. Es como si en una sola sesión se hubiera evaporado el 74% de su valor. A Nvidia le supuso un retroceso del 16,68%. El golpe asestado por la empresa china al monopolio estadounidense de la inteligencia artificial recrudece la guerra tecnológica que libran las dos mayores economías del mundo y pone en evidencia la incapacidad de Europa de crear gigantes en un sector que revolucionará la productividad y condicionará la futura prosperidad de las naciones.
Sigamos comparando cifras: las Siete Magníficas, las empresas tecnológicas más grandes de Estados Unidos, valen hoy cerca de 16 billones de dólares en Bolsa. Es decir; el valor de Apple, Nvidia, Microsoft, Alphabet, Amazon, Meta y Tesla equivale a 10 veces el PIB de España. Entre las 50 compañías tecnológicas más grandes del mundo, sólo hay cuatro europeas: la Alemania SAP (en el puesto 14), la holandesa ASML (15), la francesa Schneider Electric (33) y la sueca Spotify (42). La hegemonía estadounidense y asiática obliga a Europa a importar hoy el 80% de su tecnología digital. Una debilidad que se añade a su fuerte dependencia en la importación de energía y de materias primas que la salida de la crisis del Covid primero y la guerra en Ucrania después dejaron en evidencia. Los costes energéticos en Europa son de media hoy entre tres y cuatro veces superiores a los de Estados Unidos o China.
La política comercial proteccionista que ha prometido intensificar el presidente Donald Trump en este segundo mandato, en su afán de Make America Great Again, compromete aún más la situación de la Unión Europea. Es el bloque económico más abierto al comercio del mundo. El 50% de su PIB depende de ese intercambio de bienes y servicios. En el caso de China, este representa el 37%. En el de Estados Unidos, el 27%. Es la región que más tiene que perder si la amenaza de Trump de subir aranceles como medio para doblegar voluntades se cumple. Y ya se avecina la batalla: el gasto de los aliados de la OTAN en defensa. EEUU, que aporta el 70% del presupuesto de la OTAN, ya no se conforma con que los países miembros destinen el 2% de su PIB al gasto militar. Trump demanda ahora un 5%. España es el último país de la alianza en presupuesto militar, al que destina el 1,2% de su PIB.
La presión de Washington sobre el gasto militar estrechará aún más el margen de gasto en innovación y desarrollo (I+D) de los presupuestos de los países aliados europeos, el vehículo público para el desarrollo de la transformación digital. Y los fondos NextGen, que en parte iban destinados a esa modernización que no han sido tan eficaces en su ejecución, se acaban a mediados de 2025. Es el turno del sector privado y de que los gobiernos faciliten con sus políticas de regulación, o más bien de desregulación, y de incentivos fiscales la inversión en un sector tan estratégico. Y reduzcan los obstáculos regulatorios para poder crear gigantes dentro de Europa. Son algunas de las propuestas recogidas en el Plan Draghi para mejorar la competitividad de la UE o el plan de Enrico Letta para fortalecer el mercado común presentados a mediados del año pasado.
Concentrarse en lo micro y no en lo macro. Así titulaba el economista y profesor de la London School of Economics, Luis Garicano, un artículo reciente publicado en su blog Silicon Continent. En su opinión, Europa debe tomarse muy en serio la adopción de medidas promercado y culminar el mercado único de servicios, en concreto la unión de los mercados de capitales. «Europa necesita una regulación más simple, que permita hacer reformas y menos reglas sobre el medio ambiente y la tecnología digital». Garicano recela de la creación de otro mega fondo para financiar proyectos europeos. En su opinión, el futuro de Europa no depende de más dirigismo financiado por nueva deuda, sino en que las empresas tengan libertad para crecer.
«Regulaciones como esta explican en gran parte por qué al menos el 30% de las empresas de innovación europeas acaben migrando a Estados Unidos»
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, hacía esta semana la enésima declaración a favor de eliminar los obstáculos que entorpecen el buen funcionamiento del mercado común y frenan la innovación de las empresas europeas. Difícil creer a la alemana cuando tan sólo a finales de 2024 se aprobó una normativa sobre la protección de datos e inteligencia artificial que pone en riesgo el desarrollo de esta tecnología. No tanto por su regulación como por su imposible implementación, como explica en este informe Judith Arnal, investigadora principal en el Real Instituto Elcano.
Regulaciones como esta explican en gran parte por qué al menos el 30% de las empresas de innovación europeas acaben migrando a Estados Unidos, donde encuentran un mejor acceso a los mercados de capital y una regulación más amable ¿Está Europa condenada a ser una mera espectadora en la carrera tecnológica mundial? Vista la escasa iniciativa legal de las autoridades europeas no hay que descartar que para cuando quiera reaccionar, tenga que enfrentarse al dilema de renunciar al modelo económico que la ha distinguido y caracterizado en las últimas décadas: un equilibrio entre mercado y Estado de Bienestar fuerte que garantice la cohesión social. Pero sin crecimiento de su productividad que le garantice la prosperidad económica en el largo plazo, este resultará insostenible.