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Viengsay Valdés, los pimeros seis meses de un mandato

El sueño de los cambios verdaderos debe seguir esperando también en el Ballet Nacional de Cuba

LA HABANA, Cuba.- A los seis meses de haber asumido la subdirección ejecutiva del Ballet Nacional de Cuba (BNC), no parece que Viengsay Valdés haya comenzado a cumplir las expectativas que despertó su designación y que ella misma alimentara al prometer entonces, en enero de este año, que promovería los cambios que necesitaba esa compañía danzaria, una de las más prestigiosas del mundo.

En los últimos años, por su avanzada edad, Alicia Alonso (1920) había ido perdiendo cada vez más el control efectivo de la institución que desde octubre de 1948 dirigiera con mano firme. Aunque la manera en que presidió ha recibido fuertes críticas —por su autoritarismo, su aplastante protagonismo y su estrecha relación con el castrismo—, fueron innegables los logros artísticos del BNC y el lugar de la Escuela Cubana de Ballet en el mundo de la danza.

Sin embargo, ya la compañía no era la misma de antes, y eso lo notaba cualquiera que hubiera visto primero algunas funciones en los años setenta u ochenta, por ejemplo, y luego en tiempos más recientes. La calidad técnica de los bailarines principales y del cuerpo de baile, el atractivo de los programas, el acabado de las interpretaciones y el desempeño total del organismo artístico estaban muy lejos de ser ya los mismos.

Además, las condiciones materiales, la logística y la solvencia económica de la institución entraron en franca decadencia, y la corrupción administrativa, la indisciplina y el caos institucional se volvieron parte de la naturaleza del BNC. Como la avanzada edad de la Directora General y Prima Ballerina Assoluta no le permitían regir como antes, los poderes secundarios se encargaron de asumir el mando y de repartirse las cuotas de poder según intereses particulares.

Cuando finalmente se decidió, desde las instancias culturales superiores, un regreso al orden racional y al mando unificado en la compañía, Viengsay Valdés, figura artística principal en activo y personalidad cultural de ganado respeto, resultó la elección ganadora para encabezar en la práctica la dirección de la entidad.

Seis meses después de su designación, aunque en los medios oficiales cubanos e incluso en algunas publicaciones extranjeras se habla de verdaderas reformas y de una nueva era, los propios miembros de la institución, en general, no ven cambios significativos en el trabajo diario ni en su vida cotidiana dentro de la compañía.

Los camerinos de los bailarines siguen con falta de agua, con insuficientes ventiladores y con muchos otros problemas materiales, aparte de la pobre alimentación, la desorganización del transporte y otras carencias materiales. Algunos creen, incluso, que se han perdido las cosas buenas de antes y ahora se mantienen las malas.

No obstante, en la oficina particular de la nueva “directora” —oficialmente, Alicia Alonso sigue siendo la máxima autoridad— sí ha habido cambios deslumbrantes, pues los arreglos ordenados por la Valdés han dejado un baño y una cocina que impresionan por la calidad de las maderas, los mármoles y demás materiales.

Pero peor aun ha sido que, pese a que ella les pidió a los bailarines que se acercaran a ella y que no temieran presentarle sus opiniones, dudas y quejas, en nombre de un trabajo conjunto que sacara adelante la compañía, en la realidad eso ha estado lejos de ocurrir. Viengsay Valdés, incluso cuando ellos le solicitan una entrevista privada para plantear sus problemas, se reúne con ellos, en el mejor de los casos, acompañada por una regisseur que ni siquiera conoce bien el trabajo individual de esos bailarines.

Hace poco, durante la gira anual del BNC por España, la nueva subdirectora reprochó a sus artistas que, a pesar de que ella pretendía trabajar por mejorar la compañía, solo encontraba que ellos no mantenían la adecuada disciplina y que algunos pretendían abandonar el conjunto sin tener en cuenta que “solo en Cuba podían acostarse por la noche y despertar por la mañana como bailarines”, ya que en otros países no había instituciones danzarias comparables al BNC.

Pero solo el miedo a ser señalados y a no poder viajar más es lo que mueve a los bailarines y a los trabajadores, que no ven con buenos ojos el desempeño de la Valdés y critican entre susurros su estilo, empezando por el look que mostró en la inauguración y el cierre de las actuaciones en las principales ciudades españolas, muy distinto del que lució tradicionalmente la Alonso, con mucha mayor elegancia y con la distinción requerida.

Al margen de estos detalles, se hace evidente en el primer medio año del mandato de Viengsay Valdés que su estilo no dista del de sus superiores en la jerarquía cultural y en el poder político: bellas palabras, muchas promesas, buena vida personal, ocultamiento en la burbuja de los selectos, olvido de los “inferiores” y ninguna reforma efectiva.

El sueño de los cambios verdaderos debe seguir esperando también en el Ballet Nacional de Cuba.

 

 

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