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Algunos problemas del socialismo

 

En esta nota hago referencia específica al “socialismo democrático”, tal cual se originara en Europa, como escisión frente a las variantes socialistas enemigas del parlamentarismo, de la democracia pluralista y de la división de poderes, o sea, hablo específicamente de partidos tradicionalmente en rivalidad plena con los movimientos comunistas.

A tal efecto, es bueno aclarar que no hubo un día único en el cual los dirigentes máximos de los partidos socialistas europeos, como el SPD alemán, el laborismo inglés, o el PSOE español se dieron cuenta que el camino no era el correcto y había que enmendarlo. No señor. Cada quien viajó a su manera por la realidad y se dio cuenta, en un determinado momento, que el tronco original marxista engendraba monstruos. Y es que el socialismo ha tenido un camino empedrado con las buenas intenciones de algunos pero, como afirma el mexicano Héctor Aguilar Camín, “difícilmente habrá una corriente de pensamiento de raíces tan nobles, árboles tan torcidos y frutos tan amargos.”

DE DERROTA EN DERROTA

Las caídas en barrena del viejo partido socialista español, o del francés, han sido claramente documentadas por la prensa mundial. Previendo quizá este resultado, en periódicos –notoriamente en El País, de Madrid- y en revistas especializadas, se han publicado variados ensayos sobre cuál es el futuro del socialismo, no solo el del alicaído socialismo español. El debate pica, se extiende, y no cesa.

Un muy reciente resultado estrepitoso  fue en las elecciones holandesas del 15 de marzo: el partido socialdemócrata pasó de 38 diputados a solo 9. Para el diario alemán “Die Welt” fue una “auténtica masacre”. Y en Francia, este pasado domingo 23 el candidato socialista apenas sacó un 6.8% de votos. 

La verdad es que la actualmente neblinosa ideología socialista democrática no ha permitido a sus partidos ir más allá de ser administradores de un capitalismo al que se llegó no por deseos ni convencimientos, sino porque la realidad se impuso. La historia del socialismo, sobre todo después de la caída del muro, no ha sido otra sino la de los parches que le han puesto a sus manifiestos y programas de gobierno con el fin de intentar mantener en la publicidad de la franquicia la etiqueta de progresistas.

Lejos quedaron los tiempos en que los lemas fundamentales asociaban a la izquierda con el progreso y a la derecha con la reacción. Los hechos han demostrado que se puede ser de izquierda y conservador, o ser de derecha y creer en políticas progresistas.

¿Y EN VENEZUELA?

Los partidos que en Venezuela hoy postulan una visión y misión socialistas democráticas –y son miembros de la llamada Internacional Socialista– son Acción Democrática, el MAS, Voluntad Popular y Un Nuevo Tiempo (algunos dirigentes de otros partidos en diversas entrevistas se han considerado “socialdemócratas” pero eso es más “social-confucionismo” que otra cosa). Ahora, llegar a saber qué entienden por socialismo los dirigentes de esos partidos puede ser tan difícil como jugar pelota con los ojos cerrados.

Que a esta altura un dirigente de AD, o de Un Nuevo Tiempo afirme que es de izquierda democrática, se puede asumir como una obviedad declarativa casi automática, más llena de forma que de contenido, más apariencia que sustancia. Lo mismo pasa en otros países del área, con tantos años de políticas populistas y estatistas.

En general, los socialistas del norte y del sur, de por allá y por acá, se dicen defensores del igualitarismo, de la defensa de los más débiles, de las políticas del llamado Estado de Bienestar. Y lo cierto es que la palabra Estado ha jugado un papel fundamental en sus prácticas de gobierno. Si algo identifica a todos los socialistas del planeta es su afán de hacer recaer en el Estado funciones y actuaciones que deberían ser realizadas por la esfera privada. El Estado socialista es casi siempre un Estado interventor más que promotor, controlador más que regulador.

Y es que los logros de algunos gobiernos socialistas democráticos en América Latina se han hecho a pesar de la ideología socialista, no gracias a ella. Se han hecho dentro de las estructuras económicas y los valores capitalistas. Se han hecho con fórmulas que hasta hace muy poco se consideraban del enemigo.

Se ha dicho una y otra ver que el gran problema de América Latina es el de la desigualdad. Debatir al respecto, definir políticas más allá de la coyuntura, definir cuál es el justo rol del Estado y del mercado, de las acciones gubernamentales y de la iniciativa privada, no en competencia sino cooperando hacia un mismo fin, es uno de los grandes retos intelectuales de la política hoy, de toda la política, socialista o no.

VALORES VERSUS PREJUICIOS

Otro problema fundamental del socialismo democrático es qué hacer con el Estado de Bienestar cuando los números no cuadran y las sociedades no reflejan las antiguas confrontaciones; cuando los viejos ideales se quedaron en los panfletos.

Intelectualmente, muchos partidos socialistas son un Parque Jurásico. Un parque temático de ideas que formalmente se adhieren pero que en la práctica ceden paso al cinismo, a los negociados, a las traiciones, a los abandonos del pensamiento.

Otro problema fundamental que enfrenta el socialismo democrático es el de la contradicción entre sus valores que formalmente defienden y los prejuicios que expresan en el día a día. Por falta de espacio mencionaré solo dos: el anti-norteamericanismo (con o sin Trump, por cierto) y la idolatría por Fidel Castro.

El ser anti-norteamericano del socialismo va mucho más allá del simple rechazo al “american way of life”. Afecta incluso el núcleo de las acciones de sus gobiernos. Un ejemplo, las políticas a favor de la mujer. Así como muchos socialistas europeos son acérrimos defensores de los derechos de sus mujeres, se hacen de la vista gorda con las mujeres del Medio Oriente. Y ello es así porque sencillamente sean gobiernos tiránicos o no, varios de sus gobiernos son anti-norteamericanos, y así, para algunos socialistas, ya está todo dicho. Todo se perdona si el gobierno -sea dictadura o no, viole los derechos humanos o no- tiene una política exterior enfrentada a los Estados Unidos. Por eso, precisamente, muchos socialistas salivaban apenas veían a Fidel Castro.

Al final del día, como afirmara en nota en El País Héctor E. Schamis, la izquierda está “conceptualmente perdida, desconectada de su propia historia, desmemoriada y normativamente a la deriva”.

Ya me dirá usted, amigo lector, si hay alguna justificación. Si se puede llamar demócrata a alguien que actúe así, sea socialista o no. Y como afirmara el intelectual español Félix de Azúa: ya va siendo hora de que acepten que la guerra fría terminó. Añadimos: y que el muro aquel berlinés se cayó.

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