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Villasmil: América, con las venas más abiertas que nunca

 

Durante años -incluso décadas- se viene advirtiendo la progresiva degradación de las instituciones políticas en América Latina. Centenares, miles de análisis, artículos, ensayos, escritos, en fin, documentos de todo tipo, han sido publicados, pero al parecer destinados luego a atrapar polvo en sitios que no son visitados.

Y los actores fundamentales, en especial los políticos, actúan como si el asunto no fuera con ellos. Pero las personas, los cada vez más abandonados ciudadanos, sí están pendientes. Y enojados. Son testigos de cómo la democracia está siendo destruida por las acciones de organizaciones y liderazgos que solo velan por sus propios intereses.

Por algo la Latinobarómetro 2023 -publicada el pasado mes de julio-, la encuesta más importante que se realiza desde hace décadas en el ámbito latinoamericano, se titula “la recesión democrática de América Latina”. Algunos extractos iniciales:

La recesión se expresa en el bajo apoyo que tiene la democracia, el aumento

de la indiferencia al tipo de régimen, la preferencia y actitudes a favor del

autoritarismo, el desplome del desempeño de los gobiernos y de la imagen

de los partidos políticos. La democracia en varios países se encuentra en

estado crítico, mientras otros ya no tienen democracia.

Destacamos la debilidad de las élites simbolizadas en los presidentes de la

república: 21 presidentes condenados por corrupción, 20 presidentes que no

terminan su mandato, presidentes que fuerzan su estadía en el poder

rompiendo las reglas de reelección. Un tercio de los presidentes elegidos

desde que se inicia la transición han transgredido las reglas de la

democracia. Valen más los personalismos, que terminan opacando a los

partidos políticos. Esta debilidad conduce a la atomización del sistema de

partidos y se desploma su imagen y legitimidad.

Destacamos el colapso del desempeño de los gobiernos plasmado en la baja

satisfacción con la democracia. La pandemia profundiza esta insatisfacción

y por esa vía influye en la imagen de la democracia.

No en vano hay 18 alternancias en el poder desde 2018. Las quejas por

opciones, pluralidad y soluciones no se expresan verbalmente, pero sí lo

hacen en el malestar hacia la política, el alejamiento de los partidos, el

abstencionismo, el voto nulo y blanco, y la alternancia en el poder.

La recesión de la democracia en tantos países deja a la región vulnerable y

abierta a más populismo y regímenes no democráticos y retrasa el proceso

de consolidación de las democracias.”.

No está fácil la cosa.

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Las encuestas no las leen solamente los académicos, los empresarios, los sociólogos, los politólogos o los economistas. Los malos también las leen, y con mucho interés.

Los ataques a la democracia vienen desde muchas aceras, todas torvas, oscuras y ansiosas de quedarse con todo. Dos destacan sobremanera: el populismo y la narcopolítica.

Gracias a la acción, constante y permanente, del populismo y del narcotráfico la democracia es hoy una excepción en estos territorios. Y no miro sólo al sur del Río Grande: la antiquísima democracia norteamericana está sufriendo el más fiero ataque en contra de su historia, superior incluso a la guerra civil del siglo XIX.

Mientras tanto, el Cártel de Sinaloa es hoy un actor narcopolítico imposible de obviar en nuestra región.

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Se ha mencionado que el asesinato en Ecuador de Fernando Villavicencio hizo recordar el que sicarios de Pablo Escobar cometieron en 1989 contra Luis Carlos Galán, candidato presidencial colombiano; los cárteles de la coca estaban haciendo su aparición con fuerza, y querían atacar a un Estado que no sabía cómo combatirlos.

Más de cuarenta años después, y de miles de ciudadanos colombianos muertos y desplazados por los ataques de los narcos y de las guerrillas (también “narco”), el primer presidente izquierdista de Colombia tiene un hijo detenido y procesado por delitos vinculados a financiamientos irregulares de su campaña. Una denuncia similar involucró al también izquierdista expresidente de Perú, Pedro Castillo.

La presencia de los negocios de la droga en México y Venezuela está suficientemente probada. La corrupción estructural de unas instituciones ya de por sí débiles va a más y no a menos en los últimos treinta años.  

Entra entonces en escena la izquierda, no sólo la de estos pagos, sino asimismo una parte importante de la europea, la española, hecho demostrado por los vínculos de dirigentes como Iglesias y Zapatero con el llamado Grupo de Puebla, que en palabras del periodista Ignacio Camacho (ABC) es “ese racimo de próceres solidarios con una pléyade tan selecta como Petro, Maduro, Morales, los Kirchner o Correa, cuya labor de zapa se extiende por el subcontinente como una epidemia”. La oposición a este fenómeno de irradiación autoritaria o iliberal, tanto en la esfera política como en la prensa, vive bajo una presión creciente que a menudo pasa de la intimidación a la pura violencia. La liquidación física de Villavicencio, periodista y parlamentario, es el símbolo de la suerte que puede correr cualquier individuo dispuesto a enfrentarse al crimen organizado a cara descubierta”.

Y al igual que ocurre con la Cuba castrista, el izquierdismo europeo mira a esta galería de truhanes que dirige la izquierda latinoamericana con ojos arrobados de simpatía, que no es solamente ideológica. Al parecer los intercambios de favores tienen razones mercenarias y financieras. Pregúntenle si no a Pablo Iglesias y la presunta fundación de Podemos con dinero venezolano.

La izquierda europea, con el PSOE a la cabeza, es muy ducha en diplomacia monetaria; los partidos socialistas y sus medios de comunicación saben que apoyar a sus “hermanos” de este lado del océano da prestigio, amén de resultados crematísticos.

Mientras tanto, las venas democráticas latinoamericanas están como nunca sangrantes a punta de crímenes de todo tipo que han convertido al Estado de derecho y a los ciudadanos en víctimas fundamentales.

 

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