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Villasmil: Autobloqueados, minados, fallidos y canallas

Publica recientemente Macky Arenas en su excelente Periscopio Cuba que el castrismo le vendió la idea a Venezuela de adquirir minas navales para el bloqueo de puertos y pasos marítimos estratégicos, así como minisubmarinos –similares a los usados por viejos panas de la dictadura chavista, los narcotraficantes- se supone que con el objetivo de defensa naval, dado que la marina chavista lo único que produce hoy son almirantes –y almirantas, que la izquierda chavista se cuenta  entre los más imaginativos destructores del lenguaje- obesos y sedientos de dólares.

Curioso hecho: el chavomadurismo, en su desesperación, está tratando de aislar aún más al país del mundo: con la excusa del coronavirus hace meses que solo aterrizan vuelos chárter y privados para el viaje de ciudadanos varados por el coronavirus –extranjeros aquí, venezolanos allá-. Asimismo, las fronteras terrestres solo son usadas cada vez más por los enchufados del régimen que trafican, por ejemplo, con lo poco que queda de productos energéticos.

Esto forma parte de un guion perfectamente claro: el Gobierno –si lo entendemos como la administración y gestión de la vida pública institucional venezolana- dejó de existir, murió de inanición robolucionaria. Saqueada por años la hacienda nacional, los supuestos “ministros” –ya solo de nombre- y demás responsables de “administrar y gestionar”, hoy solo lo hacen con sus ganancias e ingresos –los que no han sido atrapados por las sanciones gringas- derivados de la corrupción que cubre como un sudario grotesco a toda la dirigencia chavista y a sus protectores militares.  Y la orden del día es aguantar, a costa de lo que sea, no entregar el poder de ningún modo y por ninguna vía.

A todo ello se une que como consecuencia del estruendoso fracaso chavista, Venezuela -ya ha sido dicho muchas veces- es un Estado fallidolo cual, al parecer se está convirtiendo en otra pandemia con la que está infectando a amigos y cómplices, como Cuba. La economía cubana siempre ha sufrido del síndrome de la dependencia crónica, de la ayuda extranjera: primero, de la difunta Unión Soviética, luego del chavismo, que de darle, ya no le puede dar ni una gota de petróleo. Eso sí, cada vez que llegue gasolina ¿iraní? a las costas venezolanas, la prioridad es enviar parte del cada vez más valioso cargamento a Cuba.

Jorge Piñón, director del Programa de Energía y Medio Ambiente para América Latina y el Caribe del Centro de Política Energética de la Universidad de Texas, dijo que Cuba no tiene “plan B” para enfrentar la pérdida del petróleo que recibe de Venezuela a cambio de médicos y asesorías de todo tipo.

 “La demanda de petróleo de Cuba está entre los 110.000 y los 112.000 barriles por día, y la Isla produce 42.000 barriles de petróleo crudo que se usan para el suministro eléctrico y el sector industrial. Por lo tanto, tiene un déficit de aproximadamente 68.000 barriles, que representa el 60% de su demanda energética diaria y que equivale a 1.000 millones de dólares”.

Una pregunta inevitable: “¿Tiene Cuba la capacidad de redirigir 1.000 millones de dólares de sus propios ingresos para comprar 60.000 barriles por día en el mercado internacional? La mayoría de los economistas cree que no”.

El “mar de la felicidad”, tan alabado por el doblemente fracasado Hugo Chávez Frías (primero como golpista, y luego como gobernante), se ha convertido en ambos países, cada día más totalitariamente amancebados, en una ya tormentosa, además de crónica, crisis social y económica. Su ruta, más que de felicidad, es de perdición.

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Venezuela ya, quizá Cuba pronto, engrosa una deshonrosa lista de Estados fallidos, junto a Somalia, Libia, Sudán del Sur, Yemen, Congo, Chad, Afganistán, Iraq, Haití, Zimbabue y Etiopía.

¿Qué define a un Estado fallido? , el centro de estudio Fund for Peace ha propuesto los siguientes parámetros:

Un Estado que se ha hecho ineficaz, teniendo sólo un control nominal sobre su territorio, con grupos armados desafiando directamente la autoridad del Estado; violación por las propias agencias estatales de los derechos humanos; grave crisis económica; emigración de sus ciudadanos; ser santuario/refugio de terroristas; no poder hacer cumplir sus leyes debido a las altas tasas de criminalidad, y a la corrupción extrema; un extenso mercado informal, con servicios públicos en franco deterioro;  una burocracia ineficiente, depredadora e impenetrable; corrupción del sistema judicial; destrucción del medio ambiente; la interferencia militar en la política; creación de sus propias élites corruptas, y la intervención de un país extranjero.

La Venezuela chavista, por desgracia, cumple con todos los requisitos; si hubiera unas olimpiadas sobre Estados fallidos, ganaría medalla de oro.

Los cumple tanto que incluso va más allá, y también se merece el adjetivo que Anthony Lake –entre otros- mencionara en un trabajo publicado en la revista  Foreign Affairs (1994): “rogue”; se puede afirmar que el chavista no es solo un Estado fallido, sino un Estado canalla (rogue State). Vale decir, un Estado que es además de una amenaza interna, una externa, para sus vecinos; un peligro no solo para sus sufridos ciudadanos, sino para la convivencia internacional.

No es una caracterización trivial: el grado de destrucción masiva es de tal naturaleza, que no solo es derivado de una creciente  ineficiencia o corrupción, sino que incluso posee visos de intencionalidad. La destrucción de la Venezuela democrática, tarea fundamental del “proyecto canalla” de Hugo Chávez, implicaba la destrucción de sus instituciones, de sus valores, y necesariamente, de sus ciudadanos; de su subsistencia, formas de vida, de su futuro, de su esperanza.

Y es un “proyecto canalla” impulsado por el Foro de Sao Paulo y por el Grupo de Puebla, con José Luis Rodríguez Zapatero y Pablo Iglesias como sus agentes y representantes en España.

Si no fuera suficiente lo anterior, a ello se une hoy una palabra que dejamos para el final: el  coronavirus,  bajo un Gobierno que ha mostrado ante tal pandemia su faz más grotescamente inhumana.

¿La guinda? Convocar elecciones en medio de este caos que día a día crece más. Y que haya unos supuestos opositores deseosos de participar en esa burla antiética, anticonstitucional y antipolítica.

 

 

 

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