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Villasmil: Ayuso y las torres de marfil venezolanas

 

Cada día duele más ser opositor en Venezuela. Y la culpa no es precisamente de los ciudadanos.

Ya transcurridos 22 años de dictadura chavista, y con una clara mayoría de la población venezolana que no ha conocido en su edad adulta otro régimen de gobierno, los venezolanos en las playas opositoras somos testigos de la lucha de dos posiciones que nos conducen cada una a su manera a un abismo, dos sectores encerrados en sus respectivas torres de marfil.

La ceguera de los dirigentes políticos opositores se expresa con diversas características; escojo cinco. Advierto que cuando digo “opositores” no incluyo ni a los miembros de la llamada mesita de diálogo, ni a los alacranes.

La primera característica es que el mensaje de cada grupo podría resumirse en la vieja afirmación resignadamente pragmática: “esto es lo que hay”. Como ya es costumbre que entre opositores no se dialoga, cada sector nos dice con verbo retador “o lo tomas o lo dejas”. No hay otra opción, no hay espíritu de compromiso ni de negociación unitaria. El año 2015 luce muy lejano. Ya no se habla de unidad, sino de imposición de  relatos prejuiciosamente divergentes.

¿Y cuáles son esas dos posturas, ya atávicas? Una tiene años defendiendo la salida de fuerza frente a la dictadura (preferiblemente por una intervención exterior), y la otra que la única opción es  la vía electoral sin más aditamentos -como la necesaria coordinación con las democracias del mundo- aceptando las condiciones del régimen, porque de lo que se trata es de “ganar espacios”. Parafraseando a Oscar Yánez, la primera se quiere atragantar al comerse un elefante de una sola ingesta, y a la otra no le importa si se tarda años en comérselo.

La de los cowboys contra los indios, digna de un ensueño fílmico de Netflix, defiende la intervención militar exterior, hoy vuelta cenizas por el mismo que supuestamente la impulsó, Donald Trump, con  su engaño miserable, la pérfida demagogia -claramente electoralista-, “todas las opciones están sobre la mesa”, mosca, que los Marines llegan en cualquier momento. Luego nos enteramos que nunca fue una opción seriamente considerada. Se trataba solo de ganar en Florida.

Sobre la contraria, la de la opción electoral, hay diversos argumentos que ofrecer:

Lo que siempre han querido Maduro y sus manipuladores en La Habana es ganar tiempo, normalizar la percepción que sobre el régimen se tenga y mantenerse en el poder a toda costa. Objetivos claros. Y dentro de ellos, realizar elecciones y legitimarlas como sea. Por ello, se elige un nuevo CNE y, mediante concesiones parciales y ciertamente insuficientes, se busca atraer opositores con un desafinado canto de sirenas.

Por cierto, ¿qué afirma la constitución?:  El Consejo Nacional Electoral estará integrado por cinco personas no vinculadas a organizaciones con fines políticos; tres de ellos o ellas (sic) serán postulados o postuladas (sic) por la sociedad civil, uno o una (sic) por las facultades de ciencias jurídicas y políticas de las universidades nacionales, y uno o una (sic) por el Poder Ciudadano”. Más allá de la imbécil y políticamente correcta redacción castellana feminazi, el procedimiento no muestra dudas.

Busqué, ingenuo yo, en la constitución y no encontré lo de “tres pa ti y dos pa mí”, que es el reglamento/costumbre informal que en verdad se aplica con unos órganos electorales que, estemos claros, han sido territorio colonizado por los partidos políticos desde siempre.

Los venezolanos sí queremos elecciones, pero  no las que la tiranía diseñe a su mayor conveniencia.

Hartos seguramente de este nuevo bochinche, los Estados Unidos han afirmado que, al respecto del nuevo CNE “dependerá de los venezolanos decidir si esto contribuye a unas elecciones libres y justas”, y añaden, eso sí, que “seguirán presionando al régimen de Nicolás Maduro con el fin de lograr cambios fundamentales para que se den comicios transparentes en Venezuela”, que implican asimismo “el levantamiento de las prohibiciones a los partidos políticos, la liberación de los presos políticos, invitaciones a observadores internacionales creíbles y un calendario electoral público”.

¿Leyeron bien, dirigentes opositores?

Poco a poco están logrando lo inconcebible: el hartazgo del mundo con la crisis venezolana.

La segunda característica, derivada de lo anterior, resume una grave falta ética: la Constitución como documento que respeto solo cuando me conviene; una de las consignas opositoras más consistentemente éticas ha sido la defensa, respaldo y cumplimiento de la constitución (no solo cuando nos parece). Las razones ilegítimas no se enfrentan con otras razones ilegítimas.

 

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José Luis Rodríguez Zapatero

 

La tercera característica  -fundamental en el análisis- es que las rivalidades entre los líderes determinan la estrategia, y no al revés.

Un ejemplo: no hay manera de que Henrique Capriles acepte el liderazgo de Juan Guaidó, y de que no dedique sus esfuerzos y desvelos a derribarlo de su cargo como presidente interino.

La gran mayoría de la dirigencia partidista olvida que el desamparo es menos si lo enfrentamos juntos. La sabiduría popular, negada una y otra vez por estos egos galopantes, los cada día más espectrales líderes opositores. Bien curiosa la forma en que les duele Venezuela. Entiendan de una buena vez  que cuando se enfrenta una tiranía la candidez unida al egoísmo es un veneno que mata. Suave e indoloro pero letal.

La cuarta característica deriva asimismo de un viejo dicho: “dime con quién andas y te diré quién eres”. Apenas culminó la presentación en sociedad de la “nueva” propuesta de participación en una convocatoria electoral del régimen vimos cuáles países, organizaciones y personalidades celebraban esta epifanía electoral: Rodríguez Zapatero, el Grupo de Puebla, el castrismo, el parlamentario gringo chavista Gregory Meeks, o Josep Borrell, siguiendo ellos el guion que definiera el propio Maduro al afirmar que «Venezuela es un país que tiene una vida democrática intachable; nosotros convocamos a un gran diálogo nacional, nos sentamos con todas las oposiciones y logramos un acuerdo histórico que es un gran paso hacia adelante para la democracia venezolana». O sea. Encima tenemos que creerle al tirano y  tragarnos sus mentiras.  No hay que olvidar  que  su método no es el diálogo sino la infamia, el insulto, la discordia, la amenaza y la calumnia.

Por ello, la inmediata y venenosa reacción del tirano contra la propuesta de Acuerdo de Salvación Nacional presentada por el Presidente interino; a Maduro no le interesa negociar con Guaidó y las democracias que se oponen al régimen, sino con opositores que acepten sus elecciones pret-a-porter a conveniencia de la dictadura.

Y la quinta, la conveniencia argumental con respecto a la postura de las democracias que nos apoyan. Para unos, lo único que importa es cuántos cañones están dispuestos a aportar, y para los otros la cosa es más singular aún: no es un factor a tomar en cuenta. Si los Estados Unidos o la Unión Europea no reconocen ninguno de los actos electorales del chavismo, bueno, ese es su problema.

 

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La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Europa Press

 

Ante esta nueva -que es la vieja pero reencauchada- división, estemos claros que lo que hay en la oposición son dos torres de marfil incomunicadas. Y es que a algunos dirigentes les ha sido más fácil negociar con el régimen que con sus propios compañeros.

En un editorial, El Nacional ha hecho señalamientos que no pueden obviarse: «¿Con la designación del nuevo Consejo Nacional Electoral es factible la realización de unas elecciones libres, justas y transparentes? (…) El chavismo mantiene control férreo del CNE. Es mentira que la incorporación de Enrique Márquez y Roberto Picón obre de repente el milagro y de un plumazo desaparezcan las desviaciones y anomalías que tiene el ente electoral. (…) ¿Qué pasará con el Plan República, una especie de alcabala bajo el control militar, en la que se dejó de lado la tradicional no militancia del sector castrense, que ahora pregona sin remilgos que es chavista y antiimperialista? Y los venezolanos en el exterior, ¿podrán ejercer su derecho al voto o seguirán siendo marginados, imposibilitados tan siquiera a renovar su pasaporte debido a un sinfín de trabas y procesos en los que el chavismo impuso su ley? La salida electoral, deseada, pasa por más negociaciones, por más exigencias, por mayor presión, por más calle. También por el más amplio apoyo internacional.

Mientras los liderazgos sigan divididos, no habrá manera de descubrir la estrategia más adecuada hoy, ni de que cualquier propuesta sectorial tenga éxito.

El pueblo venezolano, cada día más descreído, recientemente logró unirse en un solo fervor,  con una grandiosa victoria electoral que sintió como suya: la de Isabel Díaz Ayuso en las elecciones madrileñas, bajo un lema central venezolanamente vigente: “comunismo o libertad”.

No he visto mejor descripción de la hermosa lección de liderazgo, de convicción y de estrategia que dio Ayuso no solo a su país, sino a unas democracias latinoamericanas en graves aprietos, – en parte por la horrorosa incapacidad de sus dirigentes – que la del periodista Emilio Campmany: 

“El secreto es que Isabel Díaz Ayuso encontró en una alcantarilla, llena de barro, abandonada por todos, incluidos los de su partido, la bandera de la libertad. La rescató, la limpió, la besó y la enarboló, y marchó abrazada a ella mientras le decían desde todos lados que nadie la seguiría. Pero ella marchó sola, y al poco detrás de ella se fueron cada vez más madrileños, algunos de ellos otrora votantes de partidos de izquierda. A ver si los del PP ven y aprenden cómo se salva a España de Sánchez, Iglesias y sus aliados independentistas, golpistas y filoetarras”.

A ver, digo yo, si los opositores venezolanos aprenden de una buena vez cómo se hace POLÍTICA, con mayúsculas.

 

 

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