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Villasmil – Canache Mata y Duque Corredor: Una semblanza agradecida

 

“En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería”. 

Miguel Hernández

 

En medio de esta accidentada y lúgubre realidad criolla, dos ilustres ciudadanos, ejemplos preclaros de venezolanidad, se nos han muerto -como del rayo, en palabras del poeta Miguel Hernández-: Carlos Canache Mata y Román José Duque Corredor.

Ambos dedicaron sus vidas a trabajar por Venezuela. Canache, desde la política, que lo tuvo como uno de los protagonistas esenciales de los recordados 40 años de república civil, el mejor periodo de la historia patria. Duque Corredor, desde el ejercicio brillante del derecho y del magisterio humanista cristiano. Ambos, luego de la caída de nuestra democracia, dedicaron sus mayores esfuerzos a luchar por su retorno, con la positiva cualidad de que los dos eran perennes buscadores de consenso, de acuerdos.  Ellos no solo hablaban de la democracia,  la convirtieron en esencia de su meritoria vida.

. Como dice una frase de la nota recordatoria de Duque publicada por Encuentro Humanista, y que puede perfectamente aplicarse también al Dr. Canache, “como tantos otros miembros de sus generaciones se hicieron ciudadanos creando y promoviendo ciudadanía”.

No fueron de la misma generación, pero como si lo hubieran sido. Los unió por encima de todo su servicio sin descanso a la causa de hacer de Venezuela un país mejor, más decente, más desarrollado, buscando desterrar el odio, la división y la violencia, tan característicos de nuestra historia.

Su recuerdo no debe producir melancolía, sino gozo. Porque llevaron intensas vidas que fueron faro, ejemplo y magisterio.

Carlos Canache Mata fue no sólo un importante militante y dirigente de su partido, Acción Democrática, fue asimismo un pensador que visualizó y analizó la realidad desde su fidelidad al pensamiento socialdemócrata.

Mientras, Román José Duque Corredor fue un perenne seguidor de los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, lector y seguidor desde muy joven de pensadores social cristianos. En él, el brillante ejercicio del derecho siempre se combinó armoniosamente con la ejemplar práctica del humanismo cristiano.

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Ambos fueron ejemplares hombres de familia, de su familia, a las que cubrieron con un cariño y devoción que compartieron fervientemente en sus múltiples labores a favor de la patria.

Fueron, recordando a otro gran poeta español, Antonio Machado, “en el buen sentido de la palabra, buenos”.

En el caso de Carlos Canache Mata, presidente vitalicio de AD al momento de su muerte, coinciden todos los obituarios y homenajes que se le rindieron en que por encima de todo era un hombre decente.

Perteneció a la generación del 45, integrada, entre otros, por Carlos Andrés Pérez, Luis Augusto Dubuc, Alberto Carnevali, Leonardo Ruiz Pineda, Antonio Pinto Salinas, Jesús Ángel Paz Galarraga, Ramón Escovar Salom, Doris Parra de Orellana, Octavio Lepage, Marco Tulio Bruni Celli, Domingo Alberto Rangel, Jaime Lusinchi, José Manzo González, José Ángel Ciliberto. Dos presidentes produjo esa generación. Pudieron haber sido más, Canache siendo, merecidamente, uno de ellos.

En uno de sus artículos, “El estadista, los principios, la decisión política” que dedicó a Virginia Betancourt, afirmó que “los políticos, si tienen la estatura del estadista, interpretan su tiempo y, a la luz de sus principios, toman decisiones llevados de la mano de lo alcanzable.” (El Nacional, 4. 05. 2023).

Román Duque Corredor, como bien destaca Oswaldo Álvarez Paz, fue “un ejemplo vivo de honradez integral, maestro y guía de generaciones en varias universidades del país”.

Qué difícil es usar hoy esos adjetivos -bueno, decente, honrado- con seguridad, sin posibilidad de equivocarse, respecto a un hombre público.

En cambio, nuestros recordados y admirados Canache y Duque se los merecían, sin lugar a dudas.

 

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El 2 de diciembre de 1961 el padre del Dr. Duque le envía esta carta que, leída seis décadas después, es prueba de que el hijo siguió fielmente los consejos de su progenitor:

“Román José:

Recuerda que la humildad es sabiduría.

Escriba porque es la manera de dar testimonio de lo que uno es. Si se equivoca sea el primero en rectificar, que no sea el último en reconocer su error. Recuerde siempre que allá arriba hay un Dios. Empínese, no se doble, porque no podrá enderezarse. Si decidió estudiar Derecho, sea un consejero más que un abogado pleitista. Si llega a ser Juez recuerde que lo pueden juzgar con la misma vara conque juzga. Y si hace política, tenga presente que es servicio y no negocio, y una forma de caridad. Rece cada noche y cada amanecer porque se acostó y se levantó con vida.

Tu papá. “

También en Encuentro Humanista podemos leer sobre el Dr. Duque:

Fue un humanista cristiano a carta cabal, de ello dio fe a lo largo de su vida. Un auténtico demócrata, fue siempre respetuoso de la diversidad de opiniones y de pareceres sobre todo cuando ellos eran reflejo de un honesto deseo de engrandecer la patria. (…)

Siempre que se mencionen los cuarenta años de la república civil, antes de la actual tragedia que ya alcanza un cuarto de siglo, habrá que recordar que entre los más ilustres contribuyentes de esas décadas estuvo este eminente merideño de nacimiento, venezolano de sincera vocación y vida, ciudadano universal por su amplia cultura y por la universalidad inherente a sus principios humanistas cristianos”.

Por las redes ha circulado su último mensaje, claro, y contundente, con motivo de la convocatoria por parte del régimen de un supuesto referendo sobre el Esequibo, humo distractor que busca lavar las manos de un Gobierno culpable de abandonar -desde su llegada al poder, en 1999- la defensa de una parte vital de nuestro territorio:

“No es posible consultar al pueblo si se defiende o no la integridad territorial de Venezuela, porque se trata de un derecho irrenunciable, junto con el derecho de soberanía, conforme el artículo 1º constitucional”.

Así de claros eran su pensamiento y su doctrina. Así también fueron los de Carlos Canache Mata.

Que descansen en paz.

 

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