Villasmil / Catar: El Mundial de 1 + 31
Comencemos con datos poco comunes o simpáticos, que más luego vendrán los serios:
–Un 16% de todos los jugadores presentes en el Mundial de fútbol de Catar (831 en total) representan países distintos a su lugar de nacimiento. El número es, de entrada, asombroso: ¡137! Mencionemos algunos: Pepe (representa Portugal, nació en Brasil), Giovanni Reyna (vio la luz por primera vez en Inglaterra, pero está en el equipo gringo), o Raheem Sterling (jamaiquino de origen, miembro de los leones ingleses).
–De los 831 jugadores, 608 juegan en equipos europeos. Esto no sorprende, porque Mr. Money manda más que nunca en la FIFA. La Federación Europea es al fútbol casi lo que la MLB es al béisbol. Hay otras ligas, pero una sola es la que manda y la que tiene los campeonatos por equipos que realmente importan. Y es tal la rebatiña financiera, que a la ya milmillonaria Champions (que debe recordarse que en sus comienzos la jugaba un equipo por país, su campeón, y no el bojote de equipos actuales, con países hasta con cuatro equipos participantes) le está saliendo una rival poderosa: la Superliga, patrocinada por algunos de los equipos más poderosos del continente.
-Las ligas asiática, sudamericana, oceánica y africana son hoy en el fútbol por equipos casi tan importantes como las ligas japonesa, mexicana y surcoreana son en el béisbol.
-No sorprende entonces que de los 831 jugadores participantes del mundial solo 18 pertenecen a equipos sudamericanos. Digámoslo de otra manera: entre todos los jugadores de las selecciones de Brasil, Uruguay, Argentina y Ecuador (un total de 104) solo 18 juegan en equipos de la región…
Los jugadores de los países sudamericanos en el Mundial solo son argentinos, uruguayos, brasileños o ecuatorianos por su nacimiento. Como futbolistas, son en verdad europeos. No lo deciden ellos, ni sus equipos o ligas de origen. Lo decide Mr. Money. ¿Exagero acaso? ¿Cuántos partidos jugó Messi en su país de nacimiento, con un club argentino? Cero. Jamás lo hizo.
En claro contraste, los 22 jugadores de ese maravilloso equipo brasileño campeón mundial de 1970, el de Pelé, Tostao, Jairzinho, Gerson, Carlos Alberto, Clodoaldo, etc., TODOS JUGABAN EN EQUIPOS BRASILEÑOS, con el Santos (el equipo de Pelé), Botafogo y Flamengo a la cabeza.
De hecho, en la década que va de 1960 a 1969, la llamada entonces Copa Intercontinental, que enfrentaba al equipo campeón de Sudamérica con el campeón de Europa, fue ganada seis veces por un equipo sudamericano, con el Santos de Pelé y el Peñarol uruguayo ganadores en par de ocasiones. El Santos le ganó con claridad partidos al Benfica de Eusebio (5-2) y al Milan de Gianni Rivera (4-2). El único equipo europeo que pudo duplicar fue el Inter de Milán, en 1964 y 1965. ¿El Real Madrid? ganó una sola vez.
-¿El equipo con más jugadores presentes en Doha? El bávaro Bayern München, con 17. Entre los 14 equipos con mayor número de jugadores en el Mundial, prevalecen los ingleses (Manchester City, Manchester United, Chelsea, Tottenham, los principales) con 55.
– La liga del mundo con más jugadores en el Mundial es la Premier League inglesa, con un total de 133. No hay necesidad de señalar cuáles equipos; todos los conjuntos de la Premier League tienen varios jugadores presentes. El Tottenham tiene jugadores en las selecciones de 11 países, y el Manchester City en 10.
Concluyendo el asunto: Escribo esto cuando todavía no se han jugado las semifinales; pero en esos cuatro equipos (Argentina, Croacia, Marruecos y Francia), con un total de 104 jugadores, solo dos países tienen jugadores que no juegan en Europa: Argentina (uno, el tercer portero, del River Plate rioplatense) y Marruecos (seis jugadores, dos en Marruecos, dos en Arabia Saudí, uno en Turquía y uno en Catar).
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Otros hechos a mencionar:
– Para los líderes cataríes y sus amigos y vecinos (incluyendo los palestinos), el Mundial es una ocasión propagandística sin par, haciéndose los locos ante las críticas de todo tipo, especialmente en materia de derechos humanos. Es el Mundial 1 + 31, Catar vs. el resto del mundo, un esfuerzo para establecer una imagen del país como un actor global -¡y que no sigan molestando con temitas como la dignidad humana, etc.!-.
Y no les iba mal con la estrategia, hasta que explotó una denuncia que está agarrando primeras páginas mediáticas europeas: el escándalo de centenares de miles de $$$ en sobornos, a funcionarios y diputados socialistas del Parlamento Europeo, para que trabajaran a favor de Catar, que ha llevado a la detención incluso de una vicepresidente, la socialista griega Eva Kaili. Ya el asunto -considerado de lejos la mayor investigación de corrupción en dicha institución- tiene su propio nombre: «Qatargate».
-Catar es el país más pequeño anfitrión de un mundial. Como ha sido ampliamente difundido, destinó más de 220.000 millones de dólares a los preparativos del evento. Hasta ahora, los Mundiales más caros habían sido el de Brasil, de 2014, y el de Rusia, de 2018. Ambos costaron menos de 15.000 millones.
-La cifra de arriba no incluye por supuesto el abundante maná en sobornos que benefició a la directiva de la FIFA que otorgó el Mundial 2022 a Qatar, logrando que quince de sus 22 directivos fueran acusados de corrupción en cortes norteamericanas y suizas, con algunos de ellos en prisión, como el anterior presidente de la federación venezolana, Rafael Esquivel (bien se sabe que la FIFA es una de las instituciones más corruptas del planeta).
¿Una gran muestra de coraje frente a la desvergüenza del actual inquisidor principal de la FIFA, su presidente, Infantoni? Los jugadores iraníes, negándose a cantar el himno en solidaridad con las protestas en su país.
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Mirando la historia, no es la primera vez que un evento deportivo se realiza en una autocracia. Son antiguas, pero persistentes, afirmaciones como que “la política y el deporte no se mezclan”. Eso es lo que han querido vender siempre los tiranos.
Desde los juegos olímpicos de Hitler, en 1936, al Mundial de Fútbol de 1978, con la dictadura militar argentina, las autocracias han buscado limpiarse el rostro y darle una carga emocional extra al mensaje nacionalista.
Pero hace 30 años la mayoría de los eventos se realizaban en democracias. Es solo recientemente que esa tendencia se está volviendo de nuevo negativa, porque diversos estudios han demostrado que los grandes eventos deportivos suelen ser malos negocios para los países anfitriones.
Los autócratas son libres de despilfarrar los fondos públicos. La principal amenaza a la que se enfrentan como anfitriones es que los manifestantes o la prensa llamen la atención sobre las violaciones de los derechos humanos, cosa que sin embargo no les quita el sueño.
Una pregunta final: ¿Cómo hacer los grandes eventos deportivos más atractivos para las democracias, cuando la crisis económica es generalizada, y algunos organismos internacionales y regionales del deporte están siendo cada vez más criticados por la corrupción de sus directivos?