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Villasmil: Chile, el retorno de la derecha

EleccionesChile2025 | José Antonio Kast fue electo como el nuevo presidente de Chile, para el periodo 2026- 2030. 🔸Venció a la candidata del oficialismo, Jeannette Jara. 📲 Seguimos ampliando en abc.com.py #ABC #

 

Las elecciones chilenas del domingo 14 de diciembre fueron las más predecibles en cuanto a su resultado -incluso en la diferencia entre ambos candidatos- no sólo del 2025, sino incluso en muchos años.

Fue una auténtica paliza: Kast incluso ganó en todas las regiones (y en las comunas, Jara sólo ganó en 32 de las 346). Fue un tsunami de rechazo al Gobierno Boric, que ya desde los primeros días mostró el carácter que caracterizó su gestión de 4 años: novatería ejecutiva, falta de profundidad en el conocimiento de los problemas, el predominio del “relato” de izquierda frente al impacto real de los problemas a enfrentar.

Las elecciones del domingo confirmaron asimismo un cambio que muchos aún se niegan a reconocer: el eje izquierda-derecha ya no explica suficientemente el comportamiento electoral chileno, aunque todavía lo define. El país cambió, el electorado cambió, pero buena parte del análisis político sigue caracterizada por categorías que, si bien son usadas para simplificar la realidad política, no son suficientes para describir la compleja incertidumbre actual (como ocurre en buena parte del planeta).

Los resultados electorales no muestran bloques ideológicos puros, sino preocupaciones y necesidades concretas, sensibilidades morales y afectivas, emociones hijas de la incertidumbre que hoy definen las preferencias electorales. El siempre conflictivo papel de las redes sociales fue espejo permanente de la ya acostumbrada y aceptada mediocridad de los liderazgos (todos sin excepción) y, claro, del rechazo a un Gobierno Boric que, como decíamos, dejó mucho que desear.

Y es que, en América Latina, el abismo entre las promesas de campaña y los resultados del ejercicio del Gobierno se agrandan, país por país. Y eso es un problema grave para el futuro de la gobernabilidad democrática, para el necesario alimento de las esperanzas ciudadanas, para evitar que el desencanto y desinterés general sigan aumentando.

Los presidentes deben gobernar para todos, pero desde las ideas que los elijen.

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Es un error, asimismo, afirmar tajantemente que quien votó por Kast es un votante duro de “derecha”, y que todos los votantes de Jara eran comunistas; ni lo uno ni lo otro. Esa lectura es -como decíamos arriba- de una realidad histórica chilena que se está diluyendo.

No es casualidad que en casi todos los países latinoamericanos los viejos esquemas partidistas centrados en posturas ideológicas han dado paso al triunfo creciente del populismo, en sus diversas versiones. Hoy se vota por carismas y caudillismos de moda.

Lo que importa hoy es qué temáticas socio-económicas prevalecen en la población y qué candidaturas las encarnan mejor.

Kast no ganó por razones “pendulares” que habrían movido al país desde la izquierda hacia la derecha, sino porque logró representar de manera más eficaz las demandas predominantes del momento, las expectativas, así como los temores, las decepciones y las iras de la población.

Pasadas la pompa y circunstancia del triunfo (Kast y las organizaciones que lo apoyan) y el llanto de los deudos de Jara (un arco amplio que va desde la DC hasta el partido comunista; organizaciones que se unieron para intentar evitar una derrota que siempre lució inevitable) vienen, entre los ganadores, los acostumbrados choques para ver qué ambiciones de poder predominarán y llegarán a la meta, así como quiénes lograrán quedar en las fotos que cuentan y ocuparán los cargos que dirigen el pesado aparato burocrático, donde se tomarán las verdaderas decisiones de poder en los próximos cuatro años.

Y en los movimientos que apoyaron a Jara, se preparan para “la noche de los cuchillos largos”; la lucha por ser el líder sobreviviente. El caudillo populista mayor del sector prevalecerá, como se acostumbra en las organizaciones que se llaman de izquierda en el planeta, con el listado a la mano de a quiénes se va a purgar y mandar a las catacumbas del pasado, y quiénes saldrán con el cuello intacto, sobrevivientes al menos por un tiempo de la escabechina general.

Por ahora, su derrota no ha sido solo política, sino moral. Se quedaron presentando propuestas para un país que no existe y con valores que eran solo falsas fachadas narrativas. Y los ciudadanos se estaban dando cuenta desde hace años; por algo rechazaron con claridad los intentos de reforma constitucional promovidos desde una izquierda radical que alentó la violencia del 2019, y que puso al Gobierno de Sebastián Piñera contra las cuerdas.

Curiosamente, el objetivo central de la estrategia de izquierda en estas elecciones, polarizar con la derecha, encajó perfectamente con la estrategia de Kast. Ante una candidatura unificada socialista, Kast era el candidato ideal.

La unidad de la izquierda y el centro-izquierda -y no ha sido la primera vez que ocurre- condenó a muerte a las posturas centristas, moderadas. A la polarización de izquierda se le debía enfrentar un natural polarizador de derecha.

Para colmo, la izquierda escogió en primarias como candidata a Jeannette Jara, en sí misma un mar de contradicciones: una comunista que desesperadamente quería ponerse una piel de cordero demócrata, una ministra de Boric que se vendía ahora como socialdemócrata.

Y claro, para derrotar a una comunista pareció necesario apoyar al más anticomunista de los candidatos de derecha.

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Para las agrupaciones de derecha, con sus claras diferencias, debe ser vital no olvidar que la lucha no es solo política, o económica, sino asimismo cultural. La cultura política siempre ha sido un objetivo fundamental a conquistar y controlar por los movimientos de izquierda (el caso español es un ejemplo actual elocuente, con una sociedad secuestrada por una narrativa de izquierda que tiene a la defensiva a los demócratas verdaderos).

Nos gusten o no su estilo y sus políticas, en el patio latinoamericano destaca el ejemplo de Javier Milei. Si algo lo ha llevado a la victoria frente al muy dañino populismo peronista ha sido la claridad con la que ha definido el terreno de juego, la necesidad de luchar no sólo en defensa de políticas, sino asimismo de valores (nos gusten o no), que contrastan claramente con los que desde hace muchas décadas han puesto de rodillas a la sociedad argentina. Para ello, tuvo que derrotar primero a las posturas también de derecha, más tradicionales, de Macri y Bullrich.

Un par de datos que quizá merezcan mencionarse: José Antonio Kast es el primer presidente electo que, en el plebiscito chileno de 1988, que se llevó a cabo para decidir si Pinochet seguía o no en el poder hasta 1997 (y en el cual ganó el “No”), votó por el Sí, o sea, a favor de Pinochet.

El segundo, más curiosidad que otra cosa: los tres candidatos presidenciales representantes de matices diversos de la derecha chilena -Kast, Kaiser y Matthei- son de origen alemán.

Finalicemos: tiene que quedar claro que desde el primer día la ciudadanía chilena debe sentir que se está dando un cambio profundo. De hechos, más allá de los discursos y las palabras.

Al populismo solo se le derrota con un crecimiento social sostenido. Que no lo olvide el presidente electo de Chile, José Antonio Kast.

 

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