Villasmil: Cierta oposición no sabe jugar golf
No soy ni detractor ni defensor del juego del golf. Cada quien es cada cual; lo que no sabía es el súbito interés que se desarrolló recientemente en un jugador específico, Donald Trump, por parte de una supuesta oposición anti-chavista en las redes. Sobre todo, en la ronda de golf que tuviera en días recientes el presidente norteamericano en su campo de Mar-a-Lago, Florida. ¿Por qué, podríamos preguntarnos, surgió tan repentina atracción?
Por una simple y única razón: porque para ellos, tamerlanes de Twitter, talibanes de Whatsapp, dobermans de Instagram, el que Trump estuviera jugando golf en Florida, mientras Juan Guaidó estaba unos kilómetros al sur, en Miami, reunido con una multitudinaria y entusiasta concentración de compatriotas, era prueba definitiva de que Trump no lo recibiría, y que la gira, por tanto, era un rotundo fracaso (a saber cómo la segunda conclusión derivaba necesariamente de la primera, pero ya se sabe cómo son estos talibanes, mucha bilis y poco cerebro). Que Angela Merkel, Emmanuel Macron, Boris Johnson, Justin Trudeau, o Iván Duque se hubieran entrevistado con nuestro presidente no servía de nada, solo importaba el cowboy jefe de los marines, el verdugo del partido Demócrata de los EEUU.
Fueron varios los que se arriesgaron a semejante pronóstico negativo (¡fíjense, yo lo dije primero, Trump sigue arrecho con Guaidó!), emocionados y acelerados como estaban por ser los primeros transmisores del aparente fracaso del guaireño. Usemos como ejemplo a la casi nunca acertada pero al menos constante Patricia Poleo; estas son sus inmortales e inolvidables palabras:
“Yo lo que tengo que decir es que la excusa de la apretada agenda del presidente Trump, que estaría tratando de flexibilizarse –y con eso sostuvieron y mantuvieron a la gente en vilo durante todo el fin de semana- bueno, eso rodó aparatosamente por tierra cuando el sábado en la mañana aparece una foto de Trump en su cuenta de Twitter, disfrutando de un relajante juego de golf; ahora yo me pregunto si el palito, la pelota, el huequito, todas esas cosas del golf, no estarán ahí indefinidamente; que tan importante reunión con Guaidó no podía darse porque el presidente Donald Trump estaba en eso. Bueno, Trump simplemente no lo recibió, no lo recibió; ahora esgrimen la premisa –los motivadores, digo yo- de que Juan Guaidó podría estar invitado al mensaje que todos los años da el presidente Trump. Los especialistas aseguran que Donald Trump, quien está en plena campaña electoral, va a llevar a ese evento a los personajes que representen sus logros, los logros que esgrime en su campaña, no los fracasos y las derrotas, y Juan Guaidó, como elemento para salir de la dictadura de Maduro ha sido eso, un fracaso para Donald Trump. Ahora viene que va a Brasil, y quizás regresará puntualmente; ay, por cierto ¿Por qué no lo invitó Trump a montarse en su avión, e irse con él [a Washington], por qué la foto no fue ahí, ahí cabía Juan Guaidó, en ese avión…
La Poleo y el resto de la pandilla de guerreros internéticos enemigos de Guaidó y de la democracia que no responda a sus intereses recibieron un golpe muy directo en sus egos analíticos el 4 de febrero. Sencillamente ellos, que querían disminuir los logros de la gira de nuestro presidente, quedaron en ridículo ante todo el mundo.
A pesar de estos personajes como la Poleo y sus muy tóxicos deseos, sin duda alguna la semana pasada fue muy exitosa para las luchas venezolanas por la libertad; Juan Guaidó logró que la gira americana fuera incluso superior a la europea, de por sí muy satisfactoria. El 4 de febrero el presidente Donald Trump -quien también la sacó del estadio en la semana con su discurso sobre el Estado de la Unión, con los nuevos datos que reafirman la robustez de la economía gringa, y con la prevista derrota en el Senado del impeachment- invitó a Guaidó al acto, recibiendo nuestro presidente una ovación de pie de todo el parlamento norteamericano, demócratas y republicanos (ese acto de reconocimiento fue lo único que unió a ambas organizaciones políticas, durante una reunión que concluyó con la Speaker Nancy Pelosi, en un gesto que desdice de su cargo y de su supuesta frialdad estratégica, destruyendo en vivo su copia del discurso trumpiano). Para nuevo dolor de muelas de los talibanes, al día siguiente nuestro presidente fue recibido en la Casa Blanca.
Algo que por cierto no deben saber –probablemente ni les importa- a los ya mencionados opinadores siempre hostiles a Juan Guaidó, es que es la tercera vez que un presidente venezolano está presente en el Congreso de los Estados Unidos. Los dos anteriores fueron Isaías Medina Angarita y Rafael Caldera. Medina Angarita en enero de 1944 (viajó acompañado por Andrés Eloy Blanco, Arturo Uslar Pietri y Eugenio Mendoza). En materia petrolera afirmó: “Nuestro petróleo, afortunadamente abundante, ha ido y seguirá yendo hasta los campos de batalla del lado de las democracias, la libertad, la seguridad futura y la supervivencia de la vida libre”.
Isaías Medina Angarita, entre Eleanor y Franklin Delano Roosevelt
Rafael Caldera, durante su primera presidencia, en 1970, también fue recibido por ambas cámaras del parlamento norteamericano; allí no solo destacó la amistad entre ambas naciones, sino que delineó las líneas fundamentales de la política internacional de su Gobierno, basada en la justicia social internacional. En su discurso, en inglés, señaló: “Yo estoy orgulloso de ser latinoamericano, pero en este lugar tan representativo del pueblo norteamericano puedo afirmar que es hora todavía de encontrar el sólido terreno para levantar sobre bases auténticas el entendimiento que deseamos”.
Por razones más que obvias, la emocionante recepción dada a Guaidó por un Congreso que se encuentra dividido por la gestión presidencial de Trump, y por la campaña electoral, nos debe revitalizar el ánimo a los demócratas venezolanos.
¿Y finalmente, qué hacemos con los ladradores de oficio, los enemigos del análisis serio y sensato? (además de no hacerles caso). Muchos de ellos no tienen remedio, pero algo que les podría ser útil para reducir sus angustias es aprender a jugar golf, deporte que, dicen sus gurúes, suministra paciencia y calma, permite aumentar la capacidad de concentración y el dominio de las pasiones, así como mejora el autocontrol. Y si lo aprenden a jugar, nunca se sabe, a lo mejor hasta puedan entender cómo hace política un zorro mucho más experto que ellos, el presidente Trump, para que sus “sorpresas” no los agarre nuevamente fuera de foco.