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Villasmil: ¿Con Francisco Franco se vivía mejor?

El inicio del proceso de transición – Derecho y Constitución

 

Se acaban de cumplir cincuenta años de la muerte de Francisco Franco Bahamonde, quien por 36 años -hasta 1975- fuera dictador de España, a raíz de la muy cruel y cruenta guerra civil que azotara a ese país entre 1936 y 1939.

El actual régimen sanchista español tiene tiempo intentando manipular la memoria histórica, buscando dividir a la sociedad entre los buenos (socialistas, comunistas, y sus socios nacionalistas), y los supuestos malos (el Partido Popular y Vox, catalogados como “ultraderecha, fascistas”, etc.)

Pero el tiro parece estarle saliendo por la culata a Sánchez y sus amiguetes, porque ante los cada vez mayores escándalos de corrupción que arrinconan al sanchismo, las encuestas recientes señalan que están perdiendo el voto femenino, y que una buena parte del voto joven está emigrando a la derecha, en especial hacia Vox; las alarmas socialistas aúllan, porque en encuesta de El País, periódico cercano al régimen, se nos dice que a casi la mitad de los jóvenes españoles no les molestaría vivir en un régimen más autoritario, incluso de derecha, si les satisface sus necesidades básicas, ante un futuro cada vez más negro.

Hay una tendencia de «desconsolidación democrática» o desconfianza en el sistema actual por parte de los jóvenes de las llamadas Generación Z y los Millennials (18 a 44 años).

Las muertes directas durante la guerra civil se estiman alrededor de 345.000 (incluye bajas en el frente, bombardeos y parte de la represión en retaguardia), mientras que en la posguerra (1940-1942) se calcula en más de 200.000 defunciones adicionales, atribuidas indirectamente a las consecuencias de la guerra (hambre, escasez, enfermedades, condiciones de las prisiones y represión), y en cuanto a las muertes por ejecuciones sumarias o judiciales, los estudios más recientes y detallados las cifran, en el bando franquista, entre 100.000 y 150.000 muertos, y la represión del bando republicano alrededor de 50.000 muertos.

Las cifras anteriores no incluyen las aproximadamente 200.000 a 300.000 personas que se vieron forzadas al exilio y en su mayoría no regresaron.

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La frase «con Francisco Franco se vivía mejor» es un argumento común entre nostálgicos del régimen, que todavía quedan. Generalmente, se evoca una percepción de mayor orden y seguridad pública. Asimismo, estabilidad económica a partir de mediados de los años cincuenta; a ello se unen una serie de valores tradicionales y extrema rigidez moral.

El régimen de Franco no fue uniforme en términos económicos, pasando por dos fases muy diferenciadas:

  1. La Autarquía y los «Años del Hambre» (1939-mediados de los 50)

En economía, en sus inicios se caracterizó por el intervencionismo estatal y la autarquía, un modelo de alguna manera inspirado en los regímenes fascistas. Esto resultó en un estancamiento económico y una grave escasez de productos básicos, materias primas y energía.

Esta época es conocida como los «años del hambre». La baja producción agrícola e industrial, el racionamiento (la cartilla de racionamiento) y los precios fijos provocaron la proliferación del mercado negro (llamado coloquialmente “estraperlo”).

Fue una época de penuria, miseria y represión laboral y social.

  1. El Desarrollismo y Apertura (Décadas de los 60 y 70)

Tras el fracaso del modelo autárquico, el régimen se vio obligado a realizar un cambio de política económica. El Plan de Estabilización de 1959 marcó el inicio de una liberalización económica y la reintegración de España en el mercado internacional, produciéndose un intenso crecimiento económico, impulsado por la inversión extranjera, el turismo masivo, las remesas de los emigrantes españoles, sobre todo en Europa.

Este periodo sí supuso una mejora significativa del nivel de vida de amplios sectores de la población, con acceso a bienes de consumo (automóviles, electrodomésticos), mejor vivienda y una industrialización creciente que aumentó el empleo.

El análisis económico es incompleto sin el factor político y social, ya que el régimen se caracterizó por la supresión total de las libertades políticas, sindicales y de expresión. No existía la democracia, ni partidos políticos opositores, ni sindicatos libres.

La vida pública y privada estaba férreamente controlada por el Estado. La censura, de todo tipo (literatura, cine, teatro, demás expresiones culturales) era horrorosa.

Conozco españoles que, para ver cine europeo en los años sesenta tenían que viajar a Francia (destino favorito, Perpiñán) o inclusoInglaterra.

Un cronista del diario vespertino barcelonés El Noticiero Universal escribió un artículo titulado Los peregrinos del erotismo, donde afirmaba: “Uno de los nuevos espectáculos para los franceses del sur es salir de paseo para ver las enormes filas de españoles ante las taquillas de los cines”. Y añadía que para “ver el filme El último tango en París… hay que pasar las vacaciones en Francia”. También indicaba que a un periódico madrileño le había causado “sensación saber que más de cien mil españoles ya han visto la película donde Marlon Brando se exhibe de todas las maneras. A nosotros nos la causa saber que cincuenta mil eran mujeres, acompañadas del marido o del padre”.

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En las últimas décadas años de la dictadura ciertamente hubo progreso material, pero al costo de entregar los atributos esenciales para todo ser humano: libertad, autonomía en sus decisiones, pluralismo. Dejar de ser ciudadano, en suma.

Ya ha llegado la hora de que España entierre definitivamente el fantasma de Franco, enterrar el miedo de la división y del odio que caracterizó a un pasado que no debe volver. Ya se hizo en 1975, y las décadas siguientes fueron de avances portentosos.

La democracia española surge de la aceptación de la necesidad de reforma de un sector del régimen autoritario que entendió que era la única manera de integrarse en Europa, y lo hizo bajo el liderazgo de Juan Carlos I, Suárez y Fernández-Miranda y con el apoyo de todo un país; esfuerzo meritorio de serenidad colectiva del cual surgió la etapa más pacífica y próspera de España, gracias a la concordia que hizo posible el reencuentro de las dos Españas en una sola.

Esto puede no gustar, pero es la verdad y hay que conocerla, no solo para no volver jamás a ello sino para impedir que la izquierda se apodere del monopolio de la verdad, porque la estrategia del PSOE desde el mandato de Rodríguez Zapatero ha sido resucitar muertos para beneficio político, sobre todo a Francisco Franco.

En editorial de ABC: “La comparación que no aguanta Pedro Sánchez no es con Franco –comparación que sería impertinente a todas luces–, sino con aquellos dirigentes conservadores, socialistas, comunistas, democristianos y nacionalistas, que, con mayor o menor grado de acierto, a partir de 1975 hicieron todo lo posible para dar a España la oportunidad de una democracia como monarquía parlamentaria”.

Hay que detener ambos retrocesos, el de los nostálgicos del autoritarismo de derechas, y el de los que quieren construir un nuevo autoritarismo de izquierdas. Y la única manera de hacerlo, es que los españoles se unan para ello.

En palabras de Enrique López, en La Razón: “Lo que se necesita es recuperar la altura moral que permitió a los españoles de 1978 mirar más allá de sus diferencias y construir un proyecto común”.

 

 

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