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Villasmil: Coronavirus antipolíticos

 

En la oposición venezolana, desde hace años, han venido confrontándose dos tesis, que tienen sus respectivos defensores y promulgadores; podría decirse que una defiende lo cuantitativo, y la otra la preeminencia de lo cualitativo. Y las dos se vinculan a una pregunta primordial cuando se tiene enfrente un régimen dirigido desde La Habana: saber quiénes son en realidad opositores, y quiénes no.

Lo cuantitativo ha sido casi siempre el vencedor, según una lógica “saco de gatos” (o de cualquier otro mamífero), para la que mientras más seamos es mejor. El problema se crea cuando de lo cuantitativo en apoyo popular y electoral, pasamos a lo cuantitativo en el liderazgo.

Así, nos han metido strikes de todo tipo, representados por individuos que hasta el taxista más lerdo ya sabía que estaba jugando para el equipo contrario, el de la tiranía, y sin embargo se les daba el beneficio de la duda, como Timoteo Zambrano o Claudio Fermín.

Y ese es un pecado original de la oposición desde que apareció Hugo Chávez en escena, en aquellas tormentas iniciales de febrero de 1992: la carencia de líderes partidistas que merezcan la denominación en toda su expresión y significado, y que además unifiquen en torno a los valores y principios democráticos. Unión es quizá el sustantivo más adecuado para expresar una carencia frustrante para un ciudadano de a pie, testigo de las perennes rivalidades y confrontaciones opositoras. Vayamos entonces al hoy y ahora.

 

 

Se han escrito diversas notas intentando descifrar ese laberinto de situaciones contradictorias, increíbles e insensatas que es la llamada “Operación Gedeón”. Un hecho a resaltar va mucho más allá de la desvinculación –la cual sinceramente creo- entre Juan Guaidó y la dirigencia política principal opositora frente a tal fiasco, para encallar en dos datos sumamente preocupantes: el primero es ¿cómo es posible que se llegara al menos a considerar semejante despropósito, esa inmensa estupidez? Y el segundo nos lleva a preguntarnos ¿cómo ese histrión y truchimán, un Narciso a carta cabal, llamado JJ Rendón, logró infiltrarse en el grupo de estrategia de Guaidó? Tan preocupante es lo segundo como lo primero.

A JJ Rendón le es imposible no ser el centro del universo. Vean cualquier declaración de las que abundan en YouTube y no se necesitan muchos minutos para descifrar la particular psicología de quien declara como si fuera el entrenador del Real Madrid cuando en realidad no ha pasado más allá de algunos equipos mediocres. Si JJ Rendón fuera la mitad de lo que él dice de sí mismo, estaría asesorando a uno de los candidatos presidenciales gringos, o a un candidato a senador en ese país, o a algún importante político europeo. La realidad es que en esas latitudes no gastan pólvora en zamuros. Y con lo de la pólvora sugiero a los lectores que averigüen qué hacía un muy joven JJ Rendón de supuesto experto en explosivos en una filmación de una película en Venezuela que él casi se encargó –literalmente- de hacer volar por los aires.

El coronavirus como plaga global está poniendo en discusión no sólo los liderazgos de muchos políticos, sino la propia concepción de lo que significa ser un líder. El politólogo Antoni Gutiérrez Rubí decía en un artículo reciente que esta crisis mostrará con toda su crudeza la diferencia entre liderazgo y poder, y ciertamente estamos viendo que hay líderes sin poder y poderes sin liderazgo.

Las pandemias no ocultan nada. Penetran todos los espacios, todas las realidades, incluyendo por supuesto las psicológicas. Así, exponen cada debilidad y fortaleza sociales; cuánta confianza puede dársele al Gobierno; los valores que mueven a la sociedad, a las personas que la constituyen, y si ellos permiten e impulsan la colaboración y la solidaridad; la fortaleza de sus instituciones, tanto públicas como privadas; cuán preparado está cada Gobierno para enfrentar la emergencia; cuántos ciudadanos viven (o sobreviven) al día y por ello necesitan preocupación especial; la calidad de los sistemas de seguridad social.

Pocas veces en la historia se ha sometido el planeta a un test de liderazgo global, que va desde el más humilde y micro nivel local, hasta a las grandes corporaciones y las casas de Gobierno –la Casa Blanca y el Zhongnanhai chino merecen mención especial-; todos están siendo evaluados.

Debido a su inadecuada conducta frente al virus chino, muchos liderazgos están envejeciendo a velocidad de vértigo, con unos medios de comunicación que basculan en muchos casos entre la censura en los regímenes autoritarios –China, Rusia, Cuba, Nicaragua, Venezuela, Irán, son buenos ejemplos- y los sometidos a la auto-censura o el deseo de manipulación por unos Gobiernos que usan el coronavirus para impulsar agendas concentradoras de poder y limitantes de las libertades democráticas –España viene al caso-. Estos liderazgos de cartón piedra moral practican una ética sin consecuencias: todo puede manipularse, explicarse, justificarse e incluso olvidarse. Y ¡cuidado con juzgar, con emitir juicios de valor! Ello es un crimen contra otro virus tan de moda, lo políticamente correcto. A esa escuela anti-política pertenece JJ Rendón.

Tales cantamañanas –hermosa y muy descriptiva palabra española- tienen como opuestos a liderazgos que no envejecen, gracias a una autenticidad que los –más bien las, porque la mayoría son damas- protege y rejuvenece. No siguen las estrategias comunicacionales de imperios mediáticos más interesados en vender que en informar –y sobre todo, en tiempos de crisis extrema como la actual, formar-. Ellas son creíbles por sí mismas, no por el trabajo de maquinarias que no desean mostrar la realidad, sino controlarla.

Ya los venezolanos tenemos suficiente con las luchas por la sobrevivencia frente al virus chino y al virus madurista, para que nos venga encima otro virus, un coronavirus antipolítico representado por JJ Rendón y truchimanes similares. Su sustitución en el equipo de estrategia –o cualquier otro- de la oposición democrática lucía necesaria y urgente; el pasado lunes se dio. Esperemos que no le permitan colarse de vuelta, dentro de un tiempo, por la puerta de atrás.

 

 

 

 

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