Hace pocos días, Insight, nave de la NASA, aterrizó con éxito en Marte, en la primera misión espacial que estudiará el interior del planeta, para averiguar si hay algún tipo de actividad en sus entrañas, o está completamente muerto. Algunos ciudadanos venezolanos se preguntan si acaso, dentro de la nave, como especímenes a ser estudiados en terreno muy propicio, iban algunos dirigentes de la oposición venezolana.
El pasado domingo 9 de diciembre, se realizó un remedo de elección chavista más. Pero como si la hubieran convocado en Marte. Una encuesta reciente afirmaba que un 68.3% de los ciudadanos ni siquiera sabía que se iban a realizar. Silencio general, incluso de muchos dirigentes opositores. Mucho peor que durante la supuesta elección presidencial de mayo. Y como esta última, no reconocida por nadie en el planeta o en el sistema solar salvo por el régimen, sus amigotes autoritarios y aquellos que todavía intentan denominarse opositores pero que, pavlovianamente, solo aparecen y salen de sus moradas cuando la dictadura convoca un evento electoral. Los venezolanos conocemos desde hace mucho tiempo adónde apuntan sus argumentos.
Hibernando en primavera y verano, posterior a los comicios de mayo, muy de vez en cuando aparecen sus más notorios representantes, dedicados a través de medios de comunicación y de redes sociales a lanzarle una máscara de oxígeno, para ver si revive, al cada vez más momificado gobierno madurista. Cuales Dres. Frankenstein, nos muestran la criatura, y gritan ¡está vivo!, ¡está vivo! Maduro, mientras tanto, los desprecia. A la otra oposición, Maduro sencillamente la odia.
Tres características tiñen los argumentos de ese sector fundamentalista electoral, del llamado falconismo (por su líder, Henri Falcón): no hacen el más mínimo esfuerzo hacia la unidad opositora o, en todo caso, la mencionan como un hecho que debe ocurrir, pero solo en torno a ellos; borbónicamente, ni olvidan ni aprenden: al analizar su rotundo fracaso en mayo, culparon a los ciudadanos que abrumadoramente se abstuvieron. Suponemos harán lo mismo en estos días; y, en tercer lugar, jamás han realizado aunque sea el más microscópico mea culpa.
Obvian un hecho fundamental: cuando no hay dirección política clara, cuando la división y la pugna es lo que campea entre los supuestos dirigentes, los ciudadanos no pueden ser considerados culpables.
Falcón cometió en mayo el abuso de autodenominarse “candidato opositor” -título que ahora quiere seguir detentando, supongo que por aspiraciones futuras, y que le luce tanto como las insignias y charreteras a los generales chavistas y maduristas-.
¿Cuándo, y mediante cuál acto –llámese elección primaria, o secundaria, congreso, encuentro, asamblea, cónclave o convención, con o sin participación ciudadana, fue ungido Falcón como candidato de las mayorías opositoras para alguna elección? ¿Dónde obtuvo la legitimidad necesaria? La respuesta la dieron, de forma contundente y diáfana, los millones de venezolanos que simplemente se quedaron en sus casas en diciembre 2017; el 20 de mayo pasado; y que acaban de confirmar su rechazo este domingo 9-12.
Porque la rodada cuesta abajo se ha dado progresivamente, elección tras elección: Veamos un solo ejemplo, en el Municipio Libertador (toda la parte del centro y oeste de Caracas), estos son los resultados del partido de Falcón, Avanzada Progresista:
Elecciones Alcaldes diciembre 2017: 65.892 votos
Elecciones presidenciales Mayo 2018: 38.749 votos
Elecciones municipales diciembre 2018: 7.765 votos.
Lo mismo ha ocurrido con los otros dos partidos que lo han acompañado, el MAS (Movimiento al Socialismo), y COPEI (en su versión legitimada por el Tribunal Supremo chavista).
El pasado 28 de noviembre, Falcón publicó en Twitter el siguiente mensaje: “La participación es clave para mostrar con hechos la ilegitimidad de este Gobierno, los procesos fraudulentos y sentencias manipuladas, que no recogen la realidad de un país que exige responsabilidad por parte de los organismos del Estado”. Todo un sofisma. Según él, para mostrar la “ilegitimidad del gobierno” (como si no fuera un hecho ya asumido en todo el mundo) hay que legitimar, con la presencia opositora, así sea desunidos, unas elecciones convocadas por órganos ilegítimos y corruptos.
Los otros sectores de la oposición, dividida como está entre el sector de María Corina Machado, negado a cualquier tipo de relación con Nicolás Maduro y sus huestes, pero que también rechaza el entendimiento con el resto de la oposición y los cuatro partidos más reconocidos en el pasado, o sea Primero Justicia, Acción Democrática, Voluntad Popular y Un Nuevo Tiempo (amén de sus respectivas divisiones y/o deserciones), han sido muy golpeados, en parte por una tiranía que ha perseguido, asesinado, exiliado y reprimido a buena parte de su máxima dirigencia, y luego por sus propios errores, sobre lo cual no es necesario abundar porque hay una extensa información al respecto.
La gente está cansada de ver a los políticos discutir de cualquier cosa menos de política con mayúscula.
Algunas encuestas recientes le dan a Machado una cierta popularidad; pero solo podrá en verdad legitimarse como dirigente opositora cuando haga un gesto en serio hacia otros grupos, y ofrezca su esfuerzo real a favor de la unidad. Una unidad, estemos claros, en la cual el aporte fundamental de los partidos no es hacer borrón y cuenta nueva, sino definir con claridad quiénes de sus dirigentes son en verdad opositores, y quiénes decían que eran y en verdad no lo eran. Limpiar cada casa partidista, en otras palabras.
Se preguntan los ciudadanos ¿es acaso pedir demasiado que ofrezcan una unidad que implique asimismo constancia estratégica, trabajo cooperativo con el exterior, además de acompañamiento en las crecientes protestas populares?
El Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS) documentó 894 protestas SOLO EN AGOSTO de 2018, un promedio de 30 protestas diarias. ¿Es demasiada exigencia que los partidos, tan dinámicos siempre a la hora de exigir los derechos clientelares de sus liderazgos nacionales y locales, se unan para estar presentes en algunas de ellas?
Dirigentes falconistas quisieron correr el rumor de que la Iglesia Católica estaba dividida ante el hecho electoral. Nada más falso. La postura oficial la dio la Conferencia Episcopal, que en su más reciente comunicado da una vez más en la diana: “Todos estos nefastos hechos [los más recientes escándalos del Gobierno] hacen que muchos duden en participar de los comicios venideros al sentirse cansados, desilusionados, desesperanzados y frustrados por la política y porque sus actores, tengan sus partidos los colores que sean, no han sabido responderle al pueblo, a pesar que éste ha hecho tantos sacrificios creyendo en ellos”. La CEV no llamaba a votar o no votar, sino a que cada quien actuara según su conciencia. Y puestos a ver la ausencia de línea política unitaria opositora, esa propuesta tenía al menos el mérito de respetar al ciudadano y su derecho a decidir.
Como afirma en Twitter José Ignacio Hernández: ‘La abstención no es una salida. Y el voto tampoco. El debate no es, ni ha debido ser, entre votar y no votar. El reto es pensar en una estrategia no electoral que permita instaurar efectivamente un Gobierno legítimo”.
Los venezolanos hemos aprendido que son dos los modos de acción recientes de la conducta opositora partidista: sordera ante los reclamos nacionales e internacionales de unidad, y ausencia de empatía ante los problemas de todo tipo que aquejan a la población.
Pero a lo mejor hay una tercera: hastiados, decidieron entonces ir a ver si hay vida en Marte.