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Villasmil: Danzas rituales

 

EL EL VIDEO, ALGUNAS DE LAS MEJORES IMÁGENES DE LAS PROTESTAS ESCENIFICADAS ESTE PASADO SÁBADO BAJO EL LEMA «NO KING!» (NO QUEREMOS REY). ASIMISMO PUEDE OÍRSE EL DISCURSO INAUGURAL DE JOHN KENNEDY, EL 20 DE ENERO DE 1961.

 

Desde enero, con el retorno a la Casa Blanca de Donald Trump, la nueva administración ha buscado una maximización del poder ejecutivo a costa del judicial y del legislativo, gestándose una crisis sin precedentes en la historia constitucional de Estados Unidos.

El Congreso había de alguna manera logrado preservar el histórico equilibrio constitucional entre Legislativo y Ejecutivo manteniendo su jurisdicción sobre tres atribuciones fundamentales: la potestad de declarar guerras, la responsabilidad sobre el gasto público, y la autoridad para controlar e investigar al gobierno federal.

Desde su primera presidencia Trump ha deseado la sobredimensión de la Casa Blanca, tratando de escapar al control y los límites establecidos por los Padres Fundadores y creadores de la Constitución de 1787. Si “aranceles” es la palabra favorita de Trump, “control legislativo” deben ser las que más desprecia.

Ese esfuerzo no para, es constante. Pareciera que el actual presidente y sus colaboradores -con el silencio cómplice de las mayorías republicanas en el Congreso- están logrando su objetivo rápidamente.

Todo lo que está ocurriendo ahora mismo en las calles de Estados Unidos (especialmente en California) es producto de las obsesiones y agravios de Trump, cuya personalidad volátil y búsqueda del dominio total se funden en un enfoque cada vez más autoritario del poder.

Su envío de una especie de fuerza expedicionaria -la Guardia Nacional primero, Marines después- a Los Angeles, no es sino un abreboca. Ha afirmado que si es necesario enviará tropas a todas partes de los Estados Unidos para luchar contra “los enemigos internos”.

Recientemente publicó un tuit que decía: “Larga vida al Rey”. Y a medida que pasan los días el monarca se comporta como un jefe caprichoso, impaciente, insultante, cada vez más mentiroso, ignorante y cruel.

Un mercachifle -como bien lo definiera Felipe González- pero un mercachifle con ínfulas imperiales.

 

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Para colmo, medio mundo está incendiado, con las promesas iniciales de Trump en política exterior hechas cenizas u olvidadas -por ejemplo, que acabaría con la guerra ucraniana en 24 horas, primero, luego en días, más tarde en semanas, para hace poco ver cómo su amigo Putin lo dejaba en ridículo irrespetando sus llamados a negociar con Zelenski, quien a su vez se cuidó mucho de informarle a los otrora confiables dirigentes norteamericanos de su exitoso operativo “Tela de Araña” con el cual le causó un gran estropicio a la aviación de Putin-.

Su otro supuesto pana Benjamin Netanyahu también lo dejó con la palabra en la boca, y mientras Trump anunciaba una nueva negociación con Irán, se produjo el ataque devastador israelita sobre este último país, que traen más nubarrones negros sobre el medio Oriente.

Congeladas por ahora en la parte más remota de su nevera mental han quedado sus amenazas a Canadá, a Groenlandia, a Panamá. Y nadie sabe ciertamente qué pasará con los aranceles, colocados por Trump en una muy movida montaña rusa de altas y bajas. No por nada, en Wall Street le han puesto el justo sobrenombre de “TACO” Trump (siendo TACO las iniciales de “Trump Always Chickens Out”, Trump siempre se acobarda).

Mientras, unos que no hemos sido olvidados, quizá por desgracia, somos los latinos, empaquetados por Trump en un odio racial y cultural que tiene a centenares de miles de nuestros compatriotas en un limbo siniestro (muchos en las ilegales prisiones salvadoreñas, y la gran mayoría aterrada ante la suspensión de todas las protecciones humanitarias que habían sido implementadas por administraciones previas).

Como millones de votantes del mundo occidental, muchos estadounidenses enviaron en las últimas elecciones el mensaje de que están hartos de la gestión de la inmigración ilegal. Existe un fuerte apoyo popular a la deportación de inmigrantes indocumentados si cometen delitos.

Frase operativa: si cometen delitos.

Para el universo MAGA, todos los inmigrantes latinos -en especial los venezolanos- somos delincuentes, sin necesidad de pruebas ni de juicios; la palabra latino implica una forma de lepra, de coronavirus, de seres inferiores. En palabras de Karoline Leavitt, la Barbie Nazi, la secretaria de prensa de Trump, somos «extranjeros ilegales asesinos, violadores y pederastas». Olvidando, no podía esperarse más, que en esta película de terror el único actor principal acusado y condenado por agredir sexualmente a una dama es… ¡TACO Trump!

Trump y sus MAGAS no escuchan razones, solo juzgan, y al mismo tiempo condenan al diferente, al Otro, al que no comparte su color de piel, sus odios y sus crueldades.

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En 1991 el entonces presidente George Bush (padre) organizó un desfile militar (“danza ritual”, la llamó George Orwell) ante la victoria de la llamada Guerra del Golfo. Todo el asunto costó ocho millones de dólares.

 

 

Este pasado 14 de junio Donald Trump ordenó un desfile militar, su versión de las danzas rituales, no para celebrar alguna victoria, o una fecha histórica con el fin de unir a la nación: lo hizo solamente para celebrar su imperial cumpleaños. Claro, han buscado la excusa del aniversario del ejército norteamericano, pero todos sabemos que es solo eso, una excusa para lo realmente importante.

Esta prueba suprema de egotismo insensato costó decenas de millones de dólares.

En las democracias los desfiles militares cuando se realizan, tienden a ser más un reflejo de la historia, la cultura y el compromiso con la defensa de los valores democráticos. Se centran en la conmemoración, la gratitud y la conexión entre las fuerzas armadas y la sociedad civil.

Los regímenes autoritarios utilizan los desfiles militares para intimidar, y para glorificar su dominio. En las tiranías, el desfile militar trasciende la mera exhibición de fuerza; se convierte en una herramienta fundamental para el control, la intimidación y la consolidación del poder absoluto.

Sin embargo, a pesar de su imponente fachada, los desfiles militares en las tiranías también revelan las profundas inseguridades de los regímenes que los organizan.

Mientras todo ello ocurría el sábado, en ciudades y pueblos de toda la geografía gringa hubo millones de ciudadanos en  cientos de manifestaciones con el lema No King, «No queremos Rey»,  claramente  mucho más concurridas y representativas que la obscena danza ritual MAGA.

 

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