Villasmil: Descomposiciones y renaceres
¿Cuánto puede rebajarse alguien para aferrarse al poder?
En pleno verano lluvioso criollo dos claros desarrollos están a la vista de todos: en primer lugar, el aumento de los apoyos en todo el mundo a la histórica victoria electoral civil del bravo pueblo. Se va reduciendo el sostén a la dictadura, antiguos camaradas y compinches dudan, incluso algunos se les voltean o miran para otro lado, y ello trae consigo una mayor atención sobre los que quedan, que cada día son menos, cuantitativa y cualitativamente.
Enfrente, un liderazgo democrático que cada día que pasa nos enorgullece más a los venezolanos: una pluralidad de visiones y de promesas de futuro, una riqueza de formas, de matices de cómo ver y amar a la patria. Plurales, sí, y además unidos en la decisión de defender nuestra victoria del 28J.
Frente a los zarpazos agónicos de quienes cometieron fraude, estamos viviendo un clima de inminencia.
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En la acera contraria, está la hoy ya inequívoca tiranía y su circunstancia. Como la historia nos demuestra en casos similares, a medida que su mundo se achica, se reducen las lealtades, las sospechas se incrementan, y la paranoia adopta todos los días nuevas y más terribles máscaras. Y lo peor es que en su carrera hacia el abismo la acompaña la creciente angustia de sus camaradas, los tiranos de Cuba.
Más que nunca, lo que pase en Venezuela afectará el futuro del también agónico régimen castrista.
Mientras, este barco a la deriva que es la administración del socialismo y de la muerte no haya qué excusa invocar, a quién culpar; se va la luz por doquier en la tierra venezolana, y el régimen, dale con el viejo cuento del sabotaje del imperialismo y la reacción que ya nadie le cree. La siempre culpada iguana probablemente pasó hace ya rato por el Darién. El único músculo que le queda a este desgobierno es la represión ciega y la raspada de olla. Los dos impulsos primordiales del socialismo autodenominado bolivariano: la violencia y la codicia.
Ante la fuerza física bruta y brutal, María Corina y Edmundo han mostrado una clara superioridad analítica y estratégica.
En muchas latitudes -pensemos en Chile, o en España- las diversas familias socialistas se tiran de las greñas ante la impotencia de ver en la rodada a sus antiguos socios chavomaduristas, convertidos en pesadillas insoportables sus más caros sueños de revolución.
Respondiendo a la pregunta del comienzo de esta nota ¿cuánto puede rebajarse alguien para aferrarse al poder? con el chavomadurismo la respuesta es muy fácil. Como pocas veces en la historia, la tiranía ha probado una vez más que no hay indignidad, rebaja moral, o infierno ético que le sean suficientes.
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Una psiquiatra suizo-estadounidense, Elizabeth Kübler-Ross, ha sido muy recordada y citada en estos últimos tiempos. ¿La razón? Llegó a ser una de las analistas más expertas en la muerte, el duelo y en el cuidado de personas moribundas. Fue una auténtica pionera que revolucionó la forma en que las sociedades occidentales enfrentan la finitud de la vida.
En su obra “Sobre la Muerte y el Morir” (1969) desarrolla las llamadas cinco etapas emocionales que recorremos los seres humanos al tener noticia de la posible llegada a nuestra vida de una inminente muerte: la negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación. Estas etapas, aunque no lineales ni universales, sirven como un marco de referencia para comprender el proceso de duelo.
Obviamente este modelo no es rígido y cada persona vive el duelo de manera única. Sin embargo, las etapas propuestas por Kübler-Ross han sido ampliamente utilizadas en el ámbito clínico.
Kübler-Ross tiene el mérito indudable de haber intentado reconciliar, frente al tema de la muerte, a la ciencia con la religión, a la razón con la emoción. A la muerte solo se le citaba en la poesía, en la filosofía. Para los doctores, hablar del alma y de la inmortalidad, era hablar de datos no científicos. Platón, o los escritores románticos, podrían haber escrito sobre el espíritu y el cuerpo. Para los científicos, hasta que llegó Kübler-Ross, el estudio de la muerte era exclusivamente el análisis de los hechos fisiológicos observables. Con ella, todo cambió.
Dicen los que anotan que el chavomadurismo en estos días fluctúa de una a otra, pero que es la depresión la que está prevaleciendo. ¿Cuándo llegarán a la etapa final, la de la aceptación estoica de lo inevitable?
Como se sabe, un dirigente tiene muchas maneras de caer políticamente. El contraste entre la conducta de CAP y de cualquiera de los chavomaduristas ante la adversidad es evidente, a la vista de todos. CAP aceptó la injusta traición política con seriedad, mesura y honor. Todo lo contrario de la conducta del madurismo ante su actual descalabro. Una auténtica vergüenza, un show macabro para intentar negar la realidad. El madurismo no tiene más dioses, santos, iglesias o sectas a quienes encomendarse en este verano tormentoso. Por no hablar del shakesperiano invierno de su descontento, que se avecina con cada vez más densos nubarrones de descomposición para una autocracia que quisiera haber tenido tiempo de emular la longevidad castrista, y ha concluido en terrible declive.
Los venezolanos demócratas escogimos la fecha en que le dijimos basta al abuso de poder, a la política de odio, donde le dimos un parado a la descomposición general de este gobierno que nos quería contaminar a todos. Fue el ya inolvidable 28 de julio de 2024 la fecha del renacer republicano. Con un gran candidato democrático. Un candidato de la unidad, de la vida, del retorno de las olvidadas esperanzas.
Venezuela vivirá, más pronto que tarde, un renacer democrático. Esa es la voluntad abrumadoramente mayoritaria, frente a un régimen que se descompone y disuelve a pasos agigantados.