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Villasmil: El beso español

 

«El beso, el beso, el beso en España lo lleva la hembra muy dentro del alma» (…) La española cuando besa (!!olé!!) es que besa de verdad, y a ninguna le interesa (!!olé!!) besar por frivolidad».

Los Churumbeles de España

 

En una semana en la que India llegó exitosamente a la luna, Putin se cepilló a Prigozhin, Donald Trump y 18 colaboradores fueron imputados en Georgia -el expresidente por cuarta vez-, Antonio Ledezma declaró lo que declaró (¡!), los BRICs se reunieron en Sudáfrica, Yulimar Rojas ganó en Budapest su cuarto campeonato mundial en salto triple y España ganó brillantemente el Mundial de Fútbol femenino, la noticia que revolucionó a ese país fue “el beso” del señor Luis Rubiales, hoy defenestrado Presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), apenas terminado el cotejo campeonil, a la estrella española de fútbol Jenni Hermoso, quien no estaba precisamente por la labor.

Ha habido una esperable división de opiniones que van desde justificar a Rubiales, quitarle hierro al asunto (“hay cosas más importantes en el mundo y en España”, lo cual es cierto) a pedir su linchamiento, su quema ritual a la vista de todos. Es que los niveles de discusión varían: hay los que claman por el código penal, los que miran con desdén la cosa, o los que echan fuego desde las redes sociales o la barra de un bar. Todos interpretando desde sus prejuicios y juicios el VAR del beso, ¡en esta época en que está más que nunca de moda enjuiciar la conducta ajena!

Juzgar el asunto no es tan sencillo. Lo del beso, en Rubiales, no es ni de lejos un hecho aislado. Le dio el beso a la jugadora porque él siempre se sentía impune, intocable.

En la final de la Copa del Mundo que la selección femenina de fútbol ganó por primera vez, en plena entrega de medallas, Luis Rubiales quiso ser más campeón que las campeonas. Cual rufián de barrio, cogió con sus manazas la cabeza de la jugadora Jenni Hermoso (como si fuera un balón de fútbol) y le soltó un beso que ya quisieran muchos saber si se lo habría dado con tanta robustez y nervio a Iker Casillas o a Iniesta.

Rubiales quiso quitarle importancia al asunto diciendo que fue un “piquito”.  No lo fue. La firme sujeción física impone un sometimiento que, en este caso, viene agravado por la superioridad jerárquica del agente activo, Rubiales, quien, para colmo había mentido repetidamente e insistido que fue un beso “consensuado”. La RFEF incluso emitió un comunicado falso. Puso en boca de la futbolista frases que jamás había pronunciado, referidas a un «gesto mutuo», «espontáneo», «natural», «de cariño», «de amistad y de gratitud». Lo que les faltó decir es que la chica estaba apasionadamente enamorada del fulano.

Nos recuerda en nota reciente Irene Vallejo (“Vino y besos”) que sobre la base de ese instinto compartido, besar, “los seres humanos hemos construido un edificio de costumbres, prohibiciones, leyes y lenguaje”.

Rubiales no entraba en esa liga de aceptar leyes y prohibiciones. Y sus costumbres y lenguajes eran comportarse como ave rapaz.

Es cierto que una cosa es que no merezca ser presidente de la Federación, y otra distinta que no lo sea por el beso. Pero es que esta última acción no es una gota, sino parte de todo un chorro que rebasó no un vaso sino un tonel de desmesuras.

De eso hay muchos ejemplos.

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Mencionemos solamente algunos detalles de su prontuario, que no hoja de vida; en esta época de calores e incendios veraniegos, merece recordarse que sus fogosos estropicios se vienen dando desde el inicio de su presidencia.

En el mundial de fútbol de Rusia, en 2018, un Rubiales recién estrenado en el cargo destituyó al entrenador de la selección, Lopetegui, dos días antes de que España jugase su primer partido. La razón que aludió fue: “él es un profesional integro, pero las formas no han sido las correctas”. Que Rubiales usara argumentos sobre corrección en las formas es de un cinismo de campeonato; el crimen del entrenador había sido firmar con el Real Madrid –para cuando el campeonato mundial terminara-. ¿Si hubiera firmado con el Alcoyano habría habido escándalo?

Semejante lío sirvió para mostrar el “código de ética rubialista”: aquí mando yo y la ética se aplicará según mi interpretación y conveniencia.

La primera gran medida que tomó Rubiales al frente de la RFEF fue enviar a jugar la final de la Supercopa de España a Arabia Saudí durante tres años, a razón de 40 millones por temporada. Por primera vez, un torneo oficial español se disputaba en otro país. Audios, conversaciones y documentos revelaron posteriormente que Rubiales y el defensa del Barça Josep Piqué (para los que no leen las revistas del corazón, el ex de Shakira) se aliaron para cobrar por ese negocio una comisión de varios millones de euros por edición para la empresa Kosmos, propiedad de este último.

Y si creían que el único escándalo en el mundial femenino fue el famoso beso, siéntense: también pudo verse al abanderado de la moral y presidente federativo agarrándose los genitales -los huevos, en lenguaje hispano- en el palco de autoridades (a pocos metros de la reina Letizia y de la infanta Sofía) tras la victoria de España. Por si no fuera suficiente, Rubiales llegó a llamar «idiotas», «tontos del culo» y «pringaos» a los críticos de su beso a Jenni Hermoso.

 

Rubiales: del beso a la 'tocada de huevos' ante la Reina - ESdiario

 

En el diario “Público” recordaban que los conflictos en los que se ha visto envuelto Rubiales le han llegado hasta de sus propios parientes. Un familiar exjefe de gabinete de la RFEF lo denunció en 2022 en Anticorrupción por haber costeado con dinero del organismo deportivo una fiesta en Salobreña «con 8 o 10 chicas jóvenes».

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Pedro Sánchez y su amigo Rubiales se ríen del ministro de Cultura ¿y Deportes?

 

Se ha puesto más que nunca de moda juzgar las acciones de los actores públicos fuera de contexto, de forma aislada. Que si el hombre tiene explosiones típicas de un sociópata y es declaradamente misógino no me importa porque, a fin de cuentas, él va a la iglesia los domingos, es un hombre piadoso. Que es un ignorante a toda carrera que miente siempre, es perdonable porque, miren, el hombre derrotó al candidato izquierdista ¡qué maravilla, ese es el mío!

Rubiales no cayó porque cometió un solo error -que para algunos, como hecho aislado era incluso perdonable- sino porque es tan poco inteligente que una anécdota desafortunada ha hecho aflorar ante los ojos de todo el mundo al patán que en realidad es. El feminismo puede ser hoy, desde la perspectiva de una progresía hipócrita, un linchamiento. Pero besar a una mujer sin su aquiescencia es un abuso, y tocarse el paquete al lado de la Reina es no vivir en la realidad.

Karina Sainz Borgo destacó acertadamente que a Rubiales “sólo le falta una gruesa cadena de oro colgada del cuello o aporrearse el pecho como un gorila espalda plateada. Marcar territorio, hacerse notar, arreglarse el paquete”.

En todo caso nadie podrá acusar a Rubiales de llegar al cargo por su honorabilidad y seriedad.  

El Gobierno Frankenstein de Sánchez repetidamente había pasado por alto todas las irregularidades de Rubiales y siempre lo había apoyado contra viento y marea a pesar de las claras señales de alarma.

Está claro que sin el escándalo del beso Rubiales hubiese seguido tan campante en su cargo.

Todos los medios reseñaron el apretón de manos entre Pedro Sánchez y su amigo Luis Rubiales en La Moncloa, a los dos días de que el presidente del fútbol español exhibiera al mundo entero un comportamiento cavernícola. Es que ambos tienen mucho en común, como su uso y abuso de la mentira sin castigo alguno, o el haber convertido a sus organizaciones (Sánchez el PSOE y Rubiales la federación) en meros cotarros de autómatas y correveidiles sin voluntad propia.

Lo editorializó ABC: “Rubiales debe irse o deben echarlo, pero no para calmar conciencias de tanto hipócrita, sino porque es una cuestión de dignidad nacional ante lo que ya es un esperpento”; “la continuidad de Rubiales es el síntoma de un país sin exigencias morales suficientes para crear códigos de conducta no escritos”.

El mismo Gobierno Frankenstein que hipócritamente -no éticamente- ahora critica a Rubiales, es el mismo que se está dando un beso de la muerte (de España) con un prófugo de la justicia, Carles Puigdemont, a quien Sánchez le ha dado las llaves del futuro Gobierno hispano.

En su desprecio a la ética, Rubiales demuestra no entender la infinita complejidad de las acciones humanas: como recuerda asimismo Irene Vallejo sobre los besos, un mismo gesto puede expresar la libertad del deseo o el deseo de control.

Deseo de control. Un sentimiento frecuentemente tóxico que unifica a los políticos autócratas y autoritarios con depredadores obsesivos como el zamuro Rubiales.

Mientras tanto, gracias al ya expresidente, pocos se acuerdan de que las chicas hispanas ganaron muy merecidamente un excelente mundial de fútbol.

 

 

Un comentario

  1. Muy bien puesto el caso del famoso beso. Sobre todo porque ese beso, sus manos inmovilizando la cara de la jugadora, va precedido de una reiterada conducta de ciudadano por encima de la ley, vulgaridad y patanería. Además demuestra su idiotez y soberbia al no medirse ante una nación dominada por el “efecto Podemos” y sus destructoras y destructores del entablado cultural. Pero… no perder de vista que las feminazis y demás radicales ciudadanos, lo torcieron hacia un hecho político, sindicalista, radical, que, como dice el autor de este artículo, ya nadie recuerda por qué fue ese beso. Es decir, su contundente triunfo, se diluyó.

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