Villasmil: Elecciones al parlamento y el futuro de Europa
En un momento crítico, con la guerra de vuelta en Europa, y los problemas migratorio y económico acaparando portadas, se realizaron las elecciones al parlamento europeo.
Frente a la afirmación de algunos, de que “ganó la extrema derecha”, los números no mienten: el triunfador -una vez más- fue el Partido Popular Europeo, agrupación de centroderecha conformada por democratacristianos y grupos conservadores moderados, que tiene como eje al más poderoso partido europeo (y que ahora con las debacles republicana y demócrata en la política gringa puede decirse que es el más importante partido democrático del planeta), la Unión Demócrata Cristiana de Alemania, la CDU (junto a su socio perenne, la CSU, la Unión Social Cristiana de Baviera). El triunfo democristiano en Alemania fue incontestable: la CDU logró sola el mismo número de parlamentarios que sumaron juntos los partidos que quedaron en segundo y tercer lugar (29).
Otro dato: los dos más importantes partidos socialistas históricos – casi desaparecidos el francés y el griego- el alemán y el español, tuvieron resultados malos. El alemán quedó en tercer lugar, y Pedro Sánchez salvó algunos trastos llegando en su ya acostumbrado segundo lugar, pero cediendo terreno importante a su rival, el Partido Popular.
A Sánchez, en medio de tanto escándalo de corrupción, que incluye a santa Begoña, su esposa, le pasa lo que le ha pasado a todos aquellos que terminan dependiendo fundamentalmente del delito para sobrevivir.
Ciertamente hubo un terremoto en Francia (la mayor victoria de la ultraderecha populista y nacionalista, con Le Pen de jefe); se veía venir, porque Emmanuel Macron hace tiempo le perdió el gusto a la calle, a oír las angustias de la gente, su espíritu de burócrata no lo abandona. En el país galo se agrandó aún más la brecha entre las expectativas de los ciudadanos y la capacidad real de responder a ellas. ¿Cuáles serán los términos de esta difícil ecuación? Por ahora lo seguro es que habrá elecciones muy pronto en Francia.
Destaca asimismo que en la UE hoy no es tan importante la lucha entre “izquierda v. derecha”; en el parlamento europeo la confrontación principal se da entre los europeístas y los euroescépticos, con consecuencias notables como por ejemplo el apoyo o no a la ayuda a Ucrania en su lucha contra la inhumana agresión putiniana.
Fue un triunfo claro, desde un punto de vista matemático, para los europeístas. Pero ¡cuidado! desde el punto de vista político vemos un escenario en donde los partidos europeístas (democráticos) mantienen su mayoría y los partidos nacionalistas-populistas (euroescépticos y enemigos de la democracia liberal) van creciendo lentamente, no tanto como quisieran, pero el peligro futuro está allí.
El buen resultado general no puede ocultar el crecimiento e incluso victoria de los euroescépticos en países como Francia, Holanda y Austria.
***
Con 190 escaños, el Partido Popular Europeo (PPE) sigue siendo el mayor partido del Parlamento Europeo, por delante de los socialdemócratas de Socialismo y Democracia (S&D), que cuentan con 136 eurodiputados. En tercer lugar, se mantienen los partidos liberales de “Renew”, con 80. Es muy factible que vuelvan a unirse los tres grandes grupos para conformar la futura mayoría gobernante en Europa. Los tres tienen un total de 403 escaños de los 720 que conforman la cámara parlamentaria.
Las fuerzas “más allá del triunfador centro derecha” se dividen en en dos grupos: “Conservadores y Reformistas Europeos” (“derecha en cierta medida europeísta”, 76 parlamentarios), cuyo líder es Giorgia Meloni, hoy reforzada por su buen triunfo en Italia, y el más ultroso de los grupos, el de “Identidad y Democracia” (58 parlamentarios euroescépticos), extremistas y enemigos de los valores de occidente, la democracia y de la ayuda a Ucrania.
La ultraderecha nacionalista y populista quiere una Europa sin lo que la ha hecho grande (así como los MAGAS gringos quieren un Estados Unidos sin mucho de lo que hizo prosperar a ese país).
Los grandes perdedores de estas elecciones han sido los grupos de izquierda, tanto en su versión ecológica (los Verdes) como en la ultraizquierdista, amiga de las tiranías cubana y venezolana.
¿Qué hará la triunfadora italiana Giorgia Meloni? Había insinuado su interés por acercarse al centroderecha, con la idea de desbancar al grupo socialista en la distribución de cargos, pero los números no le dan.
En España el bipartidismo se mantiene, la izquierda heredera de Pablo Iglesias sigue cuesta abajo en su rodada y Vox sube de 3 a 6 diputados. El PSOE mantiene sus 20 parlamentarios, pero el gran triunfador de la noche es el Partido Popular de Feijóo que sube 10 (de 12 que tenía llega a 22, primera fuerza).
Los extremistas y ultrosos de derecha (con Vox a la cabeza, más un nuevo partido, “Se acabó la fiesta”) le ganan por la mínima (9 a 8) a sus similares de izquierda (Podemos, Sumar y Ahora Repúblicas).
A destacar: en Polonia la Coalición Cívica (derecha), del actual presidente Donald Tusk, se ha impuesto a la ultraderecha.
***
Ursula von der Leyen y la primera ministra de Estonia, Kaja Kallas.
Como resultado de estas elecciones viene ahora toda una serie de nombramientos de los poderes ejecutivo y legislativo de la Unión —vale decir, el presidente de la Comisión Europea, el presidente del Parlamento Europeo y los presidentes de las Comisiones Parlamentarias, el presidente del Consejo Europeo y el responsable de Asuntos Exteriores de la Unión—. El resultado también determinará el marco del debate político de la Unión, cuáles serán las prioridades estratégicas y la dirección política que tendrá Europa durante los próximos cinco años.
Una buena noticia para los demócratas latinoamericanos: es prácticamente seguro que el socialista español Josep Borrell, amigo de la dictadura castrista, deje el cargo de Alto Comisionado de las Relaciones Exteriores. Aun más: si es cierto que el grupo socialista obtendría la presidencia del Consejo (el portugués Antonio Costa), sería un hecho inevitable que por primera vez en mucho tiempo las relaciones exteriores de Europa no estarán en manos de un socialista.
Para América Latina, repetimos, sería una gran noticia. Muy probablemente -por razones de balance- un liberal ocupará el cargo. Se había mencionado a Kaja Kallas, la primera ministra de Estonia, «la Dama de Hierro báltica», adversaria decidida de Vladimir Putin (incluso el tirano y asesino ruso ha emitido una orden de captura contra ella), pero Kallas es escéptica de serlo al momento de escribir esta nota.
Creo que no es apresurado indicar que la democristiana alemana Ursula von der Leyen muy probablemente repetirá en la presidencia de la Comisión Europea, impulsada por la clara victoria del Partido Popular Europeo y el excelente triunfo de su partido, la CDU.
Fundamental: el apoyo a Ucrania no se verá comprometido. Por desgracia, no puede decirse lo mismo en la política gringa, donde los MAGA-republicanos en el Congreso siguen fielmente las órdenes de su jefe y precandidato de cortar toda posible ayuda a la nación que se enfrenta heroicamente a su fraterno amigo Putin.
Lo cierto es que hay una batalla por el futuro del planeta y la presencia de una Europa con sus valores y con su democracia es más necesaria que nunca.
La locomotora europea ha avanzado cuando sus dos naciones más potentes -Alemania y Francia- se han puesto de acuerdo, y cuando los derechos humanos y la democracia se fortalecen. ¿Podrían llegar a acuerdos sustantivos una Francia ultranacionalista con Le Pen en control, con una futura Alemania democristiana -probablemente en inevitable coalición con los socialdemócratas-? Quizá no sea imposible, pero sí será muy difícil.
Recordemos finalmente que hay dos fuerzas enfrentadas, las democráticas (europeístas), y las autoritarias, nacionalistas y populistas (euroescépticas), con otro matiz a mencionar: el patriotismo, claramente europeísta, contra el nacionalismo, casi siempre tóxico, representado por los extremismos de derecha e izquierda.
La admirable Cayetana Álvarez de Toledo, en una entrevista en 2021, explicó muy bien la diferencia: el patriotismo es el sexo, y el nacionalismo es la pornografía.
Más claro imposible.