Villasmil – Elecciones EEUU: ¿Qué es el Colegio Electoral?
Uno está interesado en la elección gringa, o se tropieza con informaciones sobre ella, por razones diversas; mientras, los noticieros y las redes no dejan de publicar noticias, declaraciones, fake news, mentiras; lo que caracteriza la política de hoy.
El punto central de esta nota versa sobre cómo eligen los gringos a su presidente (y vicepresidente).
Diariamente leemos notas y artículos sobre la encuesta nacional Z, o el estudio demoscópico W, pero en vez de clarificar el asunto, desorientan, cubren con una bruma oscura la realidad electoral gringa. Y ello es así porque en Estados Unidos las elecciones no se deciden como en casi todo el planeta, por votación popular -el candidato que recibe más votos en el país es el ganador-.
En esa nación al presidente lo elige una institución, una reliquia histórica llamada “Colegio Electoral”.
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El Colegio Electoral en Estados Unidos es un proceso (no un lugar), y como ya hemos dicho, elegir al presidente y vicepresidente no depende directamente del voto del ciudadano. Son unos “electores”, los que certifican la elección.
Llegados a este punto, la pregunta obvia: ¿Quiénes forman el Colegio Electoral?
Cada estado tiene tantos electores como miembros en el Congreso (Cámara de Representantes y Senado). Es decir que, incluyendo los tres electores de Washington, D.C., hay 538 electores en total.
Los partidos políticos de cada estado eligen su propia lista de posibles electores. Sin embargo, quién es elegido para participar como un elector, cómo se elige y cuándo se elige, varía según el estado. En materia de decisión política, los norteamericanos nunca la han puesto fácil, y lo que de que son 50 estados, cada uno con su idiosincrasia, es en serio (ver si no el párrafo siguiente).
Después de que usted emite su voto para elegir al presidente, ese voto pasa a un conteo estatal. En 48 estados y Washington, D.C., el candidato con más sufragios de los ciudadanos consigue todos los votos electorales de ese estado. Pero Maine y Nebraska designan a sus electores con un sistema proporcional.
La joya de la corona es California, con 54 votos electorales.
Un candidato necesita el voto de al menos 270 electores (más de la mitad del total, 538) para ganar la elección presidencial.
Por lo general, se suele proyectar al ganador la misma noche de las elecciones en noviembre, cuando termina el conteo de los votos de los ciudadanos. Pero la decisión no es final. Los votos del Colegio Electoral determinarán al ganador oficial a mediados de diciembre cuando los electores se reúnan en sus estados. Estos votos son confirmados en enero, en sesión conjunta del parlamento.
Esto era así, sin problemas mayores, la aburrida burocracia en acción, hasta las elecciones pasadas en 2020 (claro, hubo elecciones con problemas, como las del año 2000, Bush v. Gore, que terminó siendo decidida por la Corte Suprema, pero eran excepciones). Recuérdese que en 2020 el señor Trump, a pesar de haber perdido más de sesenta juicios a todos los niveles, incluyendo dos decisiones unánimes de la Corte Suprema, insistió {todavía gruñe al respecto) que había ganado; como la evidente realidad era otra, intentó que no se produjera la normal decisión en el Congreso, e incluso le pidió a su vicepresidente, Mike Pence, que no se prestara para ello, y este se negó. De allí pasamos al asalto al Capitolio, el 6 de enero de 2021, por turbas MAGA incitadas por el que les conté.
El suceso, con muertos y heridos, interrumpió la sesión conjunta del poder legislativo para contar los votos del Colegio Electoral y certificar la victoria de Joe Biden en las elecciones presidenciales de 2020.
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¿Es posible que un candidato pierda el voto popular, pero gane en el Colegio Electoral? Ha sucedido en diversas ocasiones. Las elecciones presidenciales de 1824, 1876, 1888, 2000 y 2016 dieron como resultado un ganador electoral que no recibió la mayoría de los sufragios populares en las elecciones presidenciales.
El sistema de decisión obviamente afecta la forma en que los candidatos hacen campaña. Debido a que el resultado es casi seguro en estados sólidamente republicanos y fuertemente demócratas, los candidatos tienden a concentrar la mayor parte de sus esfuerzos y recursos de todo tipo en un puñado de estados que no tienen una tendencia política definida; son los llamados “swing states”.
Lo cierto es que durante dos siglos los partidarios del Colegio Electoral han construido sus argumentos sobre una serie de premisas erróneas. El Colegio Electoral es una flagrante violación de la igualdad política. Al mismo tiempo, no protege los intereses de los estados pequeños o de las minorías raciales, ni sirve como bastión del federalismo. Por el contrario, el Colegio Electoral distorsiona la campaña presidencial de modo que los candidatos ignoran a la mayoría de los estados pequeños -y a muchos de los grandes- y prestan poca atención a las minorías.
Como se ha dicho por décadas: La mayoría no gobierna, y todos los votos no son iguales: son razones suficientes para desechar el método de decisión.
El Colegio Electoral era necesario cuando las comunicaciones eran deficientes, la alfabetización era baja y los votantes carecían de información sobre las cifras de otros estados, lo que claramente ya no es el caso.
Por último: ¿qué pasa si ningún candidato gana la mayoría de los votos en el Colegio Electoral?
Si ningún candidato recibe la mayoría de los votos electorales, la elección pasa al Congreso. Esto sucedió dos veces; en 1800, cuando la Cámara de Representantes intervino para elegir a Thomas Jefferson, y en 1824 con la elección de John Quincy Adams como presidente.
El proceso del Colegio Electoral está establecido en la Constitución de Estados Unidos. Se necesitaría una enmienda constitucional para cambiarlo.
Donald Trump ganó la presidencia en 2016 gracias al Colegio Electoral. Lo mismo ocurrió con George W. Bush en 2000. Ambos habían perdido el voto popular.
Un hecho que debería causar alarma entre los republicanos: desde la caída del Muro de Berlín el partido ha perdido el voto popular en siete de las ocho elecciones celebradas. (La excepción es Bush –hijo- en el 2004).
Otro dato: La demografía es destino. En algunos estados podrán darse vuelcos electorales en el futuro (a menos que el partido Republicano cambie radicalmente su perspectiva estratégica) porque el grupo ciudadano que llevó a Trump a ganar las elecciones de 2016 está disminuyendo, poco a poco, sin remedio: el votante blanco, de clase baja, evangélico.
Ya hay ocho estados en donde más de la mitad de los votantes menores de cuarenta años no son blancos.
Pero las elecciones de este año son de las más extrañas de la historia. Todo puede pasar, con Trump liderando encuestas; ¡incluso que gane el voto popular!
Lo cierto es que hoy en día ni Trump, ni el partido, ni los estrategas republicanos le dan importancia excesiva al voto popular. La preocupación central es el Colegio Electoral. Trump perdió el voto popular con Clinton por casi tres millones de votos; con Biden fueron ocho. ¿Qué pasará el próximo 5 de noviembre con el voto popular? En realidad, a Trump no le importa.
Solo el Colegio Electoral.