Democracia y PolíticaEleccionesMarcos Villasmil

Villasmil / Elecciones uruguayas: Dos mitades, un resultado

 

El pasado domingo 24 de noviembre se celebró el cuarto balotaje en la historia de Uruguay. Mientras que la actual coalición de gobierno, el Frente Amplio (FA), de izquierda, ha participado las cuatro veces, el Partido Nacional (PN) fue su rival por tercera vez consecutiva, repitiendo a Luis Lacalle Pou como candidato por segunda vez consecutiva. Lacalle Pou es hijo del expresidente Luis Alberto Lacalle (1990-1995), y bisnieto de Luis Alberto de Herrera (1873-1959), por más de medio siglo líder del Partido Nacional (o blanco, como también se le llama) y una de las figuras más prominentes de la política uruguaya durante la primera mitad del siglo XX.

Luis Alberto Alejandro Aparicio Lacalle Pou tiene, por tanto, pedigrí político, pero asimismo experiencia. Diputado desde los veinte años, fue presidente de la Cámara de Representantes entre 2011 y 2012. Ha sido senador desde 2015 hasta la fecha.

Su rival, el candidato oficialista, Daniel Martínez, también tiene mucha experiencia. Ha sido ministro, Intendente de Montevideo, Senador. Militante de siempre del Partido Socialista, representa a una generación de recambio, frente a los presidentes anteriores candidateados por el FA, José Mujica y Tabaré Vásquez.

 

José Mujica – Tabaré Vásquez

 

Como era de esperar, Lacalle Pou se impuso en el balotaje; al menos eso es lo que dicen los resultados al momento de escribir esta nota. El problema es que la diferencia fue pequeña, poco más del uno por ciento. Una vez más las encuestas, que daban la victoria de Lacalle por porcentajes entre el 5 y el 8 por ciento, se equivocaron. Lacalle sumó voluntades de todas partes, derrotando al Frente Amplio, una amalgama de toda la izquierda uruguaya, donde están, entre otros, el partido Socialista, el Comunista, el Nuevo Espacio, etc. En materia de ideologías, aquí se incluyen desde el marxismo-leninismo, el socialismo, la socialdemocracia, hasta la democracia cristiana. Esta última hija de la tradición de izquierda que comparten también los partidos DC de Chile y Argentina.

Lacalle Pou vence, aunque sea por la mínima, porque logró una diferencia fundamental con ciclos electorales anteriores: a pesar de la fragmentación del sistema de partidos –la nueva legislatura tiene un récord de siete partidos presentes en el Parlamento- aglutinó los apoyos de las organizaciones políticas significativas de su país más allá del Frente Amplio. Juntos, lograron ya mayoría en las dos cámaras legislativas. Otra novedad: por primera vez, hay una vicepresidenta electa, Beatriz Argimón. Una vez más, se pondrá a prueba esa dupla compleja en un sistema político: presidencialismo y multipartidismo.

 

Luis Alberto Lacalle – Beatriz Argimón

 

Esta derrota de la izquierda uruguaya, por muy sorpresivo que fuera el resultado por su estrechez, tiene consecuencias y ramificaciones más allá de la política de ese país, sin duda alguna. El mapa de Sudamérica se transforma una vez más, con unas democracias sometidas a presiones y protestas que la prensa reseña diariamente, y solo dos gobiernos de izquierda: el dueto Fernández y Fernández de Kirchner, en Argentina, y la tiranía chavista en Venezuela.

La noche electoral mostró una cultura política novedosa e interesante por sus diferencias con la de la mayoría de los países del vecindario latinoamericano; destaca –y no es poca cosa- que el señor presidente del Tribunal Electoral, José Arocena, no viene de la política; es licenciado en Filosofía y Doctor en Sociología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. Ha ocupado cargos de dirección en la Universidad Católica del Uruguay y en el Centro Latinoamericano de Economía Humana (CLAEH). Es profesor e investigador universitario en las áreas de desarrollo regional y local, y de análisis organizacional.

 

 

Oyéndolo hablar, ¡qué diferencia con la ficha chavista que preside el tenebroso Consejo Nacional Electoral (CNE) venezolano, Tibisay Lucena, o con su par boliviana María Eugenia Choque, hoy presa y acusada de corrupción ante el fraude electoral perpetrado por Evo Morales y su entorno!

El sistema electoral uruguayo seduce por lo sencillo que es. Cada cinco años se vota congreso y presidencia el mismo día. Nada de máquinas electorales, sino voto manual; nada de mesas abiertas horas y horas después de la hora de cierre legal; revisión de los resultados en acto público, con presencia incluso de los medios que así lo deseen. Y a pesar de lo apretado del resultado, nadie duda de que la decisión final del Tribunal Electoral será exacta y verdadera. Un defecto visible, sin embargo: los uruguayos residentes en el exterior no pueden votar.

Uruguay amaneció el lunes 25 con una mitad apoyando al candidato Martínez, y con otra mitad, un poquito mayor, apoyando el cambio representado por Lacalle. Dos mitades a la espera de un resultado.

 

Daniel Martínez

 

A Martínez lo daban por muerto sus propios correligionarios –en especial los de las tendencias internas más radicalmente de izquierda, que han crecido en el control del partido, y que esa noche tenían los cuchillos prestos para liquidar al candidato, presunto culpable de la que se esperaba fuera una derrota abultada. Al contrario, el candidato se sobrepuso a una mala campaña, al pesimismo reinante, y logró un resultado que, bien administrado, quizá le permita seguir en activo (a pesar de lo deslucido de no querer reconocer su derrota en su discurso post elección). Sus enemigos internos olvidaron que en política realmente democrática usualmente no hay muertos, solo heridos.

Lacalle tiene razón al reclamarle a Martínez que no reconociera su victoria el domingo por la noche. Los números no mienten, y la excusa que se da –que la diferencia entre ambos candidatos (alrededor de 29.000 votos) es menor que los llamados votos “observados” (35.229 votos que esta semana serán revisados por las juntas electorales), olvida que en la primera vuelta hubo un número de “observados” similar, y que fueron mayoritariamente favorables a Lacalle. Además, eso de pensar que “todos” los votos observados podrían ser a favor de Martínez es casi imposible.

Es bueno aclarar que los votos “observados” son aquellos emitidos en circuitos electorales distintos a los que le corresponden a los ciudadanos respectivos; por ejemplo, los de los miembros de mesas electorales.

Otro hecho curioso: al igual que la noche de la primera vuelta, el 27 de octubre, donde celebraron los simpatizantes del candidato que llegó en segundo lugar (Lacalle), este domingo 24 celebraban los votantes de Martínez; a lo mejor porque les entró un fresquito; siguen vivos, y la alternancia que los castigó hoy les podrá ser muy útil en el futuro. Cosas de la democracia.

En todo caso, en sus discursos ambos candidatos hablaron de unidad, y de que sea quien sea el ganador, tomará posesión el 1 de marzo en un país, donde la democracia, con todos sus accidentes y problemas, se vive con menos tribulaciones que en otras vecindades.

En Uruguay, la política no es precisamente un duelo a muerte entre pistoleros en el OK Corral.

 

 

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