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Villasmil: ¿Ha muerto la empatía?

 

Diez recursos para educar a tus hijos en la empatía | Aulaplaneta

 

“La muerte de la empatía humana es uno de los primeros y más reveladores signos de una cultura a punto de caer en la barbarie”.

Hannah Arendt

 

La empatía -ese rasgo esencial de la convivencia humana, de la civilización- al parecer está muriendo. Y el deceso se observa en muchos ámbitos sociales: la política, las redes sociales, los desastres naturales, la cultura.

Veamos, por ejemplo, el reciente tsunami de incendios que han ocurrido en este abrasador verano español, con catástrofes cada vez más recurrentes e inclementes, ante las cuales no prevalece la colaboración sino el enfrentamiento, junto a la búsqueda de ganancias políticas.

Como señala el escritor Jesús Ferrero, «No sólo arden los bosques. Hay también una combustión moral: arden las ideas, los valores, las instituciones».

Los incendios medioambientales vienen acompañados de sus correspondientes incendios políticos, con corrupción incluida; por ejemplo, equipos que se compran a sobreprecio o que simplemente se encargan y luego no aparecen, aunque los dineros sí entraron en los bolsillos de los avispados de siempre. Y a los que desde sus yates y mansiones, sus islas y búnkeres, todos en sus arcas privadas, insisten que no pasa nada, que el clima está igualito y sin problemas, hay que recordarles que «Ahora el calor se queda, se instala como un invitado grosero que nunca se va, que hace que el aire se sienta espeso como miel caliente en los pulmones» (Isabel Coixet).

Allí están también, en la memoria colectiva, los grandes negociados que se hicieron con la compra de todo tipo de equipos médicos para combatir el COVID-19, historial siniestro sobre el cual cada país tiene su propio expediente negro.

Porque ¿puede haber más carencia de empatía que la que expresa quien se lucra millonariamente mediante el abandono de las necesarias ayudas para combatir pandemias?

No recuerdo quien dijo lo siguiente, pero sin duda acertó en su afirmación: «Cuando las circunstancias son graves, los ciudadanos se percatan de que tener un Gobierno de analfabetos morales es un peligro para la supervivencia».

 

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La afirmación de que «la empatía ha muerto» es una metáfora que refleja una creciente preocupación en la sociedad sobre la disminución de la capacidad de las personas para conectar y comprender los sentimientos de los demás. Si bien la empatía es una habilidad innata, también se desarrolla y se ve influenciada por el entorno social y cultural. Existen varias razones que se señalan como posibles causas de esta supuesta «muerte» de la empatía:

1.El auge del individualismo con su cuota de egocentrismo; 2. El narcisismo creciente, con el predominio de la angustiosa necesidad de admiración en personas que se perciben como superiores, y el resto solo me interesa si me sirve para lograr mis metas; 3. Las interacciones vía redes sociales cada vez más despersonalizadas, ya que la comunicación en línea a menudo carece de las señales no verbales (tono de voz, expresiones faciales, lenguaje corporal) que son esenciales para el desarrollo de la empatía. Esto puede llevar a malentendidos y conflictos. Además, las redes sociales crean burbujas de información donde las personas interactúan principalmente con quienes tienen ideas y opiniones similares a las suyas. Esto limita la exposición a diferentes perspectivas y dificulta la capacidad de empatizar con personas de otros contextos o con puntos de vista opuestos. Asimismo, el anonimato en internet puede llevar a un comportamiento más agresivo, como el ciberacoso.

Para colmo, algunas personas pueden volverse emocionalmente indiferentes como un mecanismo de defensa para protegerse del dolor que les produce la exposición constante a noticias sobre conflictos, tragedias y sufrimiento global, ya que la sobreexposición a la desgracia ajena, a través de los medios de comunicación y las redes sociales, puede generar una especie de «fatiga de la compasión« o embotamiento emocional, donde la mente se desconecta para no sentirse abrumada.

Ello lleva a algo que todos estamos sufriendo y sintiendo: la disminución de la confianza social, en los demás y en las instituciones de todo tipo.

 

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Jacinda Ardern: "Se puede ser sensible, llorona, y liderar, como yo" | EL PAÍS

 

¿Puede existir empatía política? Hoy suena como una pregunta fantasiosa, incluso una burla. Lo que se ve a diario es lo contrario; más que empatía, crueldad, desprecio, burla, mentiras, de parte de algunos actores políticos.

La empatía política puede existir y es un concepto crucial para una sociedad funcional. Se refiere a la capacidad de los individuos, especialmente los líderes y representantes políticos, de comprender y compartir los sentimientos, perspectivas y experiencias de personas o grupos que son diferentes a ellos. No se trata de estar de acuerdo con todas las posturas, sino de poder conectar emocionalmente con las motivaciones y el sufrimiento de quienes tienen creencias, identidades o circunstancias de vida distintas.

Así lo señala en sus memorias, de aparición reciente (“A New Kind of Power”, un argumento claro y convincente a favor de la compasión y la empatía), Jacinda Ardern, la formidable Ex primera ministra de Nueva Zelanda (hoy en Harvard), y que durante la pandemia dio ejemplo de cómo se combatía el virus para beneficiar y aliviar a toda la ciudadanía, de forma transparente y profundamente empática.

En sus palabras: “Me gusta pensar en ello en el marco de lo que enseñamos a nuestros hijos. Si preguntas a un grupo de padres: «¿Qué valores consideran realmente importantes para sus hijos?», todos responderán lo mismo: quieren que sus hijos compartan, que sean generosos, amables y empáticos, que sean valientes y audaces. ¿Esos valores que enseñamos a nuestros hijos son los que luego consideramos debilidades en los líderes?

 

Un poder diferente

 

Quiero concluir con una noticia alentadora, proveniente del norte de Europa, en donde estas cosas de la convivencia, del humanismo, de la empatía hacia los demás se cultivan con mucho cuidado: Dinamarca ha priorizado en su sistema educativo una materia que se considera fundamental y esencial: la enseñanza de la empatía. Y lo vienen haciendo desde hace años; “todos los niños entre 6 y 16 años tienen una hora semanal dedicada a aprender a escuchar, comprender y apoyar a los demás. Durante esa clase, los estudiantes hablan de sus emociones, resuelven conflictos en grupo y practican cómo ponerse en el lugar del otro».

El resultado: menos casos de acoso escolar, salones más inclusivos y una sociedad reconocida por ser de las más felices y solidarias del planeta.

Un recordatorio poderoso de que educar no es solo llenar la mente de conocimientos, sino también formar corazones capaces de construir comunidades más humanas y resilientes.

 

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