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Villasmil: Influencers – ¿Entre el consumo, la ambición y la estupidez?

Papa León XIV anima a influencers a usar la tecnología para llevar amor y palabra de Dios - Cachicha.com

 

¿Qué es un influencer? ¿Por qué se ha convertido en una profesión muy exitosa, no solo en likes, sino en producir “monetizaciones” (horrorosa palabreja de moda) con proyecciones geométricas? ¿Son todos los influencers iguales en sus ambiciones y objetivos?

Un «influencer» (o influenciador/a) es, usualmente, una persona que ha logrado un cierto nivel de fama a través de las redes sociales con un evidente fin material. Su capacidad para influir en las opiniones, comportamientos y decisiones de sus seguidores, a menudo en relación con la promoción de productos, servicios, estilos de vida o ideas, es lo que define su rol. Su poder reside en la conexión y la confianza que han construido con su audiencia, que valora sus recomendaciones y consejos.

Ahora bien, ser un influencer no está exento de situaciones azarosas, de hecho, pareciera buscarlas. Hay influencers para todo, incluso para convertirse en agentes propagadores de propaganda favorable a Putin, a China, o en general al mejor postor.

Para los influencers que solo buscan fama y dinero, su mundo de lentejuelas, de luces de neón y de “sonrisas pepsodent” se basa en un estrés constante, en ansiedades de todo tipo, e incluso en una sensación de insuficiencia que flota como una nube negra sobre su cabeza

No hay amistades más frágiles, inasibles y fugaces que las que se “otorgan” en la red cuando la «influencia» es fundamentalmente material; no hay sonrisas más hipócritas, ni cariños más plásticos y falsos.

¿Creerá en serio alguien que esa imagen idealizada que intentan vender algunos influencers es “la vida perfecta”? Todos pretenden quererse, entenderse y abrigarse emocionalmente. Una absoluta falsedad.

Como si lo anterior no fuera poco, algunos de los peores errores de los influencers no solo dañan su carrera, sino que también pueden tener consecuencias trágicas; «fallos mortales» a menudo relacionados con la promoción de desafíos virales peligrosos. Esa es, por desgracia, una moda actual.

Retos extremadamente imprudentes han provocado muertes o lesiones graves en jóvenes que los imitan. La promoción de estos retos, intencionada o no, puede tener un impacto devastador.

También se han puesto de moda las “Selfies extremas”. La búsqueda de la foto «perfecta» ha llevado a muchos influencers a tomar riesgos mortales, como fotografiarse en acantilados, vías de tren o cerca de animales salvajes, resultando en accidentes fatales.

En 2024 se publicó la macabra estadística que cada 13 días muere una persona en el mundo por una selfie arriesgada. Hay tres lugares en el mundo donde se produce la mayor cantidad de muertes, ellos son: las cataratas del Niágara (EE.UU. y Canadá), el Glen Canyon (Arizona, EE.UU.) y el Charco del Burro (Colombia).

La edad media de los fallecidos es de 24,4 años.

En esto de los “selfies arriesgados”, las imprudencias son legión. Y creyendo realizar grandes retos y desafíos, la vida real, la que moralmente importa, se queda fuera de la ecuación vital.

 

La principal causa de este tipo de muertes suele ser la caída desde grandes alturas

 

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Como si no fuera suficiente el estropicio anterior, también la política se está viendo afectada por  “influencias” dañinas, y el desastre se está notando con claridad. Porque ¿qué si no son todos estos cantamañanas oportunistas que tiene ya algún tiempo lanzándose al ruedo político sin una ideología, mensaje o propuesta claros, y venden la pócima envenenada de que “hay que creer en ellos porque son sinceros, honestos y van a salvar al mundo”? Venden solo humo, camuflado bajo una supuesta hipersinceridad demagógica.

Todos buscan votos no a pesar de sus defectos propios, sino precisamente a causa de ellos.

Hay un ejemplo mexicano que se dio en Nuevo León, en las elecciones a gobernador en 2021. Samuel García era candidato a gobernar dicho estado, el segundo más rico del país, cuna de grandes corporaciones multinacionales mexicanas y de una reconocida universidad, líder en Latinoamérica. García no tenía ninguna experiencia política. Nin-gu-na.

Como señala Luis Alberto Espino en Letras Libres, “la campaña electoral que llevó a Samuel García a la gobernación de Nuevo León en 2021 se caracterizó por ser un fenómeno innovador, en gran parte gracias al uso estratégico y masivo de las redes sociales, donde su esposa, Mariana Rodríguez, jugó un papel fundamental. Ella, suprema influencer, fue el cerebro de la victoria, ya que, con una gran base de seguidores en Instagram, se convirtió en una pieza central de la campaña. Su participación fue crucial para humanizar al candidato y llegar a un público que tradicionalmente no se interesaba por la política”. La campaña se centró en la vida personal de Samuel y Mariana, difuminando la línea entre lo público y lo privado. Se presentaba al candidato no solo como un político, sino como un fiel marido, y a su esposa como una figura pública que apoyaba activamente a su pareja. Esta estrategia buscaba generar empatía, con una exposición excesiva de su vida en redes sociales.

En una campaña sin candidatos atractivos, preparados o con ideas novedosas, la política “profesional”, la de siempre, vivió sus horas más bajas. “García entendió bien que lo importante en la era populista se llama autenticidad: mostrarte tal como eres, mostrar tu vida, tu casa, tu ropa, tus gustos. Decir lo que sientes, tal como lo sientes, sin filtros, y hacerlo todo el tiempo, para que la gente crea que te conoce y, a partir de esa familiaridad, conseguir que también piense que puede confiar en ti. No importa si no tienes idea de cómo resolver el problema de la inseguridad, si tu propuesta económica es superficial o si careces de la experiencia y el carácter para tomar las riendas de una región grande e importante para el país. Lo fundamental es hacer ruido, que hablen de ti (…). Lo importante es hacer política sin parecer político”.

 

 

García ganó la gobernación. Luego, él y su esposa Mariana han estado envueltos en diversos escándalos y polémicas sobre su estilo de vida y acusaciones de corrupción, como que despachos jurídicos de su familia han triplicado sus ingresos durante su mandato. Una investigación reveló que el gobierno de Nuevo León habría triangulado recursos públicos a un despacho de su propiedad; también se ha mencionado la posibilidad de lavado de dinero.

A pesar de todo, hoy Mariana Rodriguez, la esposa-influencer, tiene 4.6 millones de seguidores en Instagram.

Al final, para ser influencer modelo social, o político, se necesita un ego del tamaño del Everest y una ética más elástica que un gimnasta profesional.

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Pero, ¿Es que acaso todos los influencers tienen que naufragar entre el consumo, la ambición ciega  y la estupidez? Afortunadamente no. Y el ejemplo lo ha dado el papa León XIV, como bien ha señalado en excelente nota reciente Laureano Márquez, que resumo a continuación:

«Se han reunido en el Vaticano 1200 influencers que tienen como misión propagar la fe mediante las redes sociales. Misioneros digitales, podríamos decir (…)

En estos tiempos de inteligencia artificial, redes y tecnología, por lo que la noticia que comentamos revela, la misión evangelizadora se ha colocado a la altura de las innovaciones comunicacionales. Entre los más destacados influencers está, por ejemplo, el sacerdote brasileño Fabio de Melo con 26 millones de admiradores en Instagram. Se presenta como sacerdote, cantante, compositor y ha sido nominado dos veces al Grammy Latino.

Hay de todo, pues, en la viña digital: divulgadores de la religión a través del arte sacro e incluso un sacerdote que une fe y fitness, combinando consejos espirituales y deportivos, seguramente bajo el principio de mens sana in corpore sano. No le vaya a suceder a este pastor lo que aconteció en el viejo chiste de un circo que llega a un pueblo y buscando la aprobación del párroco fueron a hacerle una demostración en el templo. Allí estaban los malabaristas dando saltos mortales cuando entraron un par de ancianitas a confesarse y al ver el espectáculo dieron media vuelta para irse. El sacerdote fue a su encuentro y cuando las inquirió en la puerta de la iglesia acerca de por qué se iban, una de ellas salió al paso diciendo: «padre, es que usted, últimamente, está poniendo unas penitencias muy duras».

El papa León XIV les dirigió un mensaje a estos «influencers auténticos». Habló de «redes de amor, redes en las que se pueda poner remedio a la soledad, redes que liberen, redes que abran espacio al otro más que a sí mismos, redes que nos hagan redescubrir la belleza de mirarnos a los ojos, redes de verdad». Allí estaban los 1200 influencers grabando con sus celulares el mensaje del pontífice, seguramente para colgarlo en sus redes.

¿Qué otra cosa los diferencia de los supuestos «influencers» mencionados arriba? Que estos misioneros, verdaderos pastores de hombres, sí son líderes, enfocados en valores mucho más vitales que un cierto número de «likes», o de seguidores; no son «creadores de contenidos», porque estos últimos ya existen, en el pensamiento humanista trascendente.

Concluye Laureano Márquez: «Curioso cómo los signos de los tiempos asumen formas que nos resultan familiares: Jesús escogió, para llevar a cabo su misión, a sencillos pescadores cuyo instrumento de trabajo eran, casualmente, las redes, con la promesa de convertirlos en pescadores de hombres. Dijo el Papa a los asistentes que no sintieran agobio por el número de seguidores. No podría uno estar más de acuerdo: al influencer más grande de la historia universal le bastaron apenas doce».

 

 

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