Villasmil: La izquierda, el feminismo y las mujeres
ERREJÓN, MONEDERO Y PABLO IGLESIAS, FUNDADORES DE PODEMOS
Los escándalos sexuales sacuden una vez más a la izquierda española. No solo a algunos de los fundadores de Podemos, como Errejón o Monedero, sino que el PSOE tampoco encuentra cómo tapar sus propios desastres.
Es un atroz contraste con las supuestas posturas progresistas sobre feminismo que la izquierda en el mundo ha dicho defender pero que en la práctica han remitido a una obscena hipocresía institucionalizada en las playas socialistas.
Lo ha señalado ABC: “El caso del presunto acoso de Juan Carlos Monedero a mujeres de su entorno político y universitario, la gestión que Podemos hizo de las denuncias y el cariz de las investigaciones sobre la corrupción del Gobierno dan medida de cómo se ensancha la brecha entre las políticas de la izquierda sobre la mujer y su propia conducta ante ellas”.
Si en la práctica el #MeToo y el «hermana, yo sí te creo» no son sostenibles ni por sus propios predicadores, ello prueba que son principios equivocados.
Los directivos de Podemos han llegado a usar, en su defensa, grotescos argumentos como afirmar que no denunciando públicamente el supuesto acoso de Monedero, ¡estaban protegiendo a sus presuntas víctimas!
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Estos escándalos en Podemos -una izquierda que quiso “asaltar el cielo” y terminó enfangada- vienen de lejos, y son prueba de que combatir el machismo no puede darle patente de corso a una izquierda que se asume como “éticamente pura” y luego tapa sus miserias. Recuérdese el caso de Irene Montero, anterior ministra de Igualdad y Violencia de Género, y la secretaria de Estado de ese ministerio, Ángela Rodríguez.
Ambas, en 2022, sin ninguna experiencia jurídica conocida (o de algo que no fuera medrar en el poder), impulsaron la elaboración de la Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual, llamada« ley del sólo sí es sí», que fundamentalmente para lo que ha servido es para liberar a violadores o rebajarles las penas. Ninguna ha pedido excusas por semejante barbaridad.
No son únicas estas señoras en sus despropósitos; según declaró hace unos años Beatriz Gimeno, la exdirectora del Instituto de la Mujer: «La heterosexualidad […] no es la manera natural de vivir la sexualidad, sino una herramienta política y social pensada para subordinar las mujeres a los hombres». En la misma línea, la feminista francesa Alice Coffin explica que no tener marido la preserva de ser violada, golpeada o asesinada; mientras que una feminista argentina sostiene que la pareja heterosexual es un factor de riesgo en la vida de las mujeres (!!!).
En sus multitudinarias marchas, la izquierda siempre olvida mencionar ¿por qué será? a las mujeres israelíes, ucranianas, iraníes, venezolanas, cubanas, nicaragüenses. En los terrenos “progresistas”, nadie ha clamado por la libertad de las mujeres israelíes que permanecen secuestradas aún hoy a manos de Hamás; o por los derechos de las palestinas, oprimidas por grupos sanguinarios que le dan una connotación aún más bárbara que la occidental al término “machismo”. Se les habrá olvidado. O quizá es que consideran que ellas no son suficientemente mujeres.
¿Para la izquierda política el asesinato de Mahsa Amini, el 13 de septiembre de 2022, en Teherán, víctima de la salvaje brutalidad policial “por no llevar el velo de forma correcta” no existió nunca, o no merece ni recuerdo ni protesta?
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Si el feminismo socialista fuera realmente feminista, si fuera un movimiento que, como dice la RAE, postula el «principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre», nadie tendría algo que objetar.
El verdadero feminismo no es de izquierda, de centro, o de derecha. Como bien afirma Teresa Giménez Barbat, en su libro “Contra el feminismo. Todo lo que encuentras odioso de la ideología de género y no te atreves a decir”,” las reivindicaciones feministas pueden estar a la izquierda, derecha, arriba o abajo. Ser liberal para ella es precisamente descartar el eje izquierda-derecha como única línea. Ser valiente y no temer que te adjudiquen etiquetas. Dar todo el apoyo a los disidentes de lo políticamente correcto que están siendo cancelados. A ninguna persona se le puede negar el derecho a discutir, analizar, debatir, defender la razón, la ciencia y el humanismo, secular o creyente.
Declararse realmente feminista es como declararse demócrata. Solo gente muy marginal mentalmente y colonizada por ismos negativos, paternalistas y caudillistas se manifiesta en contra de estos principios. Lo cierto es que debido a la izquierda feminazi y a la ultra derecha putitrumpista que también está saliendo de sus cuevas, el feminismo ha ido mutando y ahora ya no tiene nada que ver con lo que solía ser. Y hay que huir de este engendro como de la peste, como hicieron personalidades francesas, cuando se puso de moda el movimiento #MeToo, ¿se acuerdan? Ese movimiento que supuestamente nació para concienciar sobre el acoso sexual y se fue convirtiendo en una tóxica maquinaria para asesinar reputaciones.
Un centenar de intelectuales francesas firmaron en enero de 2018 un manifiesto en contra del movimiento #MeToo (o su versión francesa #BalanceTonPorc -denuncia a tu cerdo-). En el manifiesto, las firmantes criticaron el puritanismo del feminismo tradicional, y al movimiento #MeToo porque convertía a las mujeres en víctimas perpetuas.
En un tono muy francés, afirmaron que «la violación es un delito. Pero la seducción insistente o torpe no lo es, ni la galantería una agresión machista».
Destacaron, asimismo: “No somos reducibles a nuestro cuerpo. Nuestra libertad interior es inviolable”.
En Francia, la reacción inicial al #MeToo fue rechazarlo como una distorsión estadounidense y wokista del feminismo. Tenían razón.
Cuando se quiere ser, al mismo tiempo, juez y verdugo, olvidándose de la justicia, todo puede acabar en un hoyo negro ético.
Se han empeñado las y los dirigentes socialistas hispanoamericanos en que existía una guerra entre hombres y mujeres desde el comienzo de los tiempos. No. La verdadera guerra hoy es entre la dignidad y la hipocresía. Los socialistas carecen de la primera, pero cómo se sumergen gustosamente en la segunda.