Villasmil: Love Story
I
Hace medio siglo, en 1970, fue llevado al cine un guion del escritor norteamericano Erich Segal, el cual la productora le pidió que convirtiera en novela, ambos de título “Love story” (Una historia de amor), que seguidamente se convirtió en la obra de ficción más vendida de la década de los 70 en los Estados Unidos, traducida a más de 20 idiomas. La película, también muy exitosa, tuvo secuela; la música era del competente Francis Lai, quien ganó el Oscar por ella. Aparecieron grupos de fans de ambos protagonistas -Ali McGraw y Ryan O’Neal- y una frase que se puso de moda en las tarjetas amorosas tipo Hallmark: “love means never having to say you’re sorry” (amar significa no tener que pedir perdón…).
La frase me vino a la memoria a raíz de diversas notas que están apareciendo, una vez más, sobre el Santo Grial de cierta oposición venezolana: hay que ir a las elecciones que convocará el nuevo Consejo Electoral (CNE) chavista porque…bueno, de eso se trata este artículo, así que comencemos:
Lo primero que llama la atención es que toda la argumentación ya ha sido usada previamente; con el fin de mantenerla fresca y con aires de novedad, necesariamente debe congelarse la realidad coyuntural y sacar de la misma lo que genere dudas sobre el razonamiento electoralista. Todo aquello que pueda provocar o insinuar contradicciones se olvida, se oculta o se obvia.
Algunas de las razones que se dan para ir a las elecciones futuras del castro-chavismo:
A pesar de que el nuevo CNE fue electo ilegalmente por un organismo cuestionado, el Tribunal Supremo, que luego ha intervenido judicialmente a los partidos Primero Justicia y Acción Democrática, asignándoles esbirros vinculados al régimen como nuevas autoridades, no participar en las elecciones sería quedarse en un limbo, algo así como un “boto tierrita y no juego más”. Pero ¿tiene que ser obligatoriamente así? Ramón Peña, en nota reciente, nos dice: “Corresponde al liderazgo político del país, activarse unitariamente y convocarnos, con unidad de propósito y confianza en sí mismos, para reavivar la esperanza e idear con sentido de realidad el enfrentamiento eficaz a la dictadura”.
Los electoralistas radicales están citando mucho una frase del expresidente de Costa Rica, Oscar Arias: “si las elecciones son más o menos democráticas, más o menos justas, más o menos limpias, ustedes pueden ganar la elección porque son mucha más gente”. ¿Cómo se mide el “más o menos democráticas” ante una tiranía feroz como la que sufre Venezuela? Suena al cuento de la mujer “más o menos embarazada”…
Uso la frase “electoralistas radicales” para diferenciarlos del resto de venezolanos opositores; en democracia es obvio que el método de decisión que normalmente se usa para dirimir temas de interés general debe ser el electoral; un demócrata debe confiar en ello – recordando la frase de Churchill de que “la democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado”-. En democracia, y mediante el voto, el ciudadano puede asumir, a veces, el rol de protagonista. De esa manera en Venezuela -frente a la tiranía, luego de acabada la actual usurpación- el objetivo final siempre ha sido llegar a la consolidación democrática mediante un acto electoral limpio, transparente, supervisado por entes internacionales respetables. Nadie se puede oponer a ello; un problema siempre ha sido cómo llegar a concretarlo. Por eso una de las tareas pendientes del liderazgo opositor es devolver una futura confianza ciudadana en el acto electoral como mecanismo decisor limpio y sin controversias, porque hoy unir el concepto de elecciones «más o menos justas» con chavismo es (los hechos nos han llevado a ello) sencillamente irreal.
II
Veamos ahora cuáles serían, para algunos electoralistas radicales unas condiciones necesarias (o sea dentro del “más o menos justas” ya mencionado):
-Un CNE con presencia de rectores opositores. Apenas electo rector del ente electoral, un nombre vinculado tradicionalmente a la oposición acaba de afirmar que “la oposición y el chavismo son lo mismo”. Se le agradece la sinceridad, pero con amigos así, ¿quién necesita enemigos? Un hecho concluyente es que los venezolanos no tenemos a nadie de confianza en el nuevo CNE. Es, sencillamente, el mismo perro con otro collar.
-Que en cada mesa de votación haya representantes de la oposición. Esto, se afirma, “dependería de la capacidad organizativa de la oposición”. ¿Cuál oposición? ¿La que tiene dirigentes presos, en el exilio, asesinados, torturados o asilados en embajadas? ¿La que tiene partidos intervenidos como le da la gana al TSJ?
Un futuro “Plan República” el día de la elección será probablemente instrumento de la bota del régimen para capturar el voto: ¿Podrá pensarse que los ciudadanos en la destruida Maracaibo, en Petare o Catia, Valencia, Barquisimeto, Cumaná, San Fernando de Apure o Ciudad Bolívar estarán protegidos por un operativo electoral que contará con el indudable aporte -a un ejército penetrado por oficiales castristas-, de las FARC, el ELN, los llamados colectivos y seguramente hasta de los oficiales rusos e iraníes que se encuentren en el país?
Por ello mismo hablar asimismo de procesos previos, como elecciones primarias para escoger candidatos, campañas libres y públicas para promocionar programas y nombres, etc., es sencillamente increíble. ¿De qué Venezuela hablan?
No es un dato menor que las únicas elecciones que se harán en el futuro en dictadura serán las que el régimen castrista permita y promueva según sus intereses: parlamentarias, municipales, de reinas de carnaval, de presidentes de juntas de condominio, pero jamás presidenciales. En la misma declaración que citamos arriba, Oscar Arias también afirma: “Yo creo que Maduro, al igual que Chávez, cayó en las manos de Cuba y en Venezuela no se toma ninguna decisión sin el consentimiento del gobierno cubano”.
-Otro detalle: Es necesario “que los votos que se emitan sean votos que se cuenten”. ¡Ajá! Parten de la base de que el “voto automatizado ha sido confiable”. Con perdón, pero como no soy técnico especialista en la materia simplemente me remito a dos hechos: en el mundo –especialmente en Europa- varios países han abandonado los métodos de votación electrónicos y, con perdón de los ingenieros que a lo largo de los años han afirmado que las captahuellas y las máquinas de Smartmatic eran confiables, prefiero creerle al Tribunal Constitucional alemán, que en sentencia basada en la opinión de los mejores especialistas científicos de ese país prohibió el uso de máquinas electrónicas de votación en la República Federal de Alemania porque no ofrecen garantías de que el resultado no pueda ser manipulado.
Recuérdese lo ocurrido en votaciones recientes: ¿la propia empresa Smartmatic no denunció, en las elecciones de la Constituyente chavista de 2017, que había una «discrepancia en el resultado de al menos un millón de votos?» Y en Bolivia, los amigos locales del chavismo realizaron en 2019 un fraude electoral afortunadamente descubierto.
-“Que exista la posibilidad de observación internacional calificada”. Claro que la habrá. La encabezará, seguramente, José Luis Rodríguez Zapatero, junto a los mayores expertos electorales del Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla. Y, por no dejar, permitirán que venga, por ejemplo, una pequeña delegación del Parlamento Europeo, bajo condiciones muy estrechas y controladas, para que el día de la elección visiten algunas mesas electorales, declaren algo a los medios y punto, de vuelta a casa.
¿De verdad puede creerse que las condiciones de unas elecciones futuras convocadas y organizadas por el castro-chavismo en una Venezuela bajo su control cuasi-totalitario serían las mismas de 2015? ¿Acaso en La Habana no aprendieron la lección? Tengamos todos claro que en Venezuela no se va a realizar un proceso electoral justo, libre y equilibrado si lo organiza el castro-chavismo.
III
-No debe dejarse de mencionar otro tema que ¿interesadamente? se obvia: el voto de los venezolanos en el exterior. Ni el régimen, ni el nuevo CNE, ni los políticos opositores de la «mesita de diálogo«, hacen el mínimo esfuerzo -al menos para guardar apariencias- por defender el derecho a votar de los compatriotas que están fuera del país. Y son millones de electores.
Como tampoco mencionan para nada las graves violaciones a los derechos humanos, las desapariciones, secuestros, torturas y asesinatos que siguen ocurriendo. Para los políticos de la «mesita de diálogo», como para la tiranía, los presos políticos no existen, sencillamente no tienen derechos.
-Un detalle importante que nadie señala se resume en una palabra (hay para escoger): pandemia, coronavirus, COVID-19. Repito: entre los interesados en votar como sea nadie se molesta en recordarla (¿por qué será?).
Otra cosa: Explíquenle al mundo cómo, si no se reconocieron las presidenciales de 2018, hay que reconocer las parlamentarias de 2020. Además, si el régimen JAMÁS ha reconocido una victoria opositora ¿por qué lo haría ahora?
Desde 2015, e inclusive antes, muchas cosas han ocurrido, bien resumidas por Gehard Cartay Ramírez en esta oración: “han ido liquidando progresivamente la soberanía popular”. Y como recuerda Sadio Garavini di Turno, hoy en 2020 nos enfrentamos a un régimen convertido en un «totalitarismo fallido». Precisamente por ello, merece destacarse el apoyo internacional, abrumador, a una hoja de ruta que significa la salida del régimen para que Venezuela pueda regresar a la democracia y la libertad. Se une a lo anterior el desconocimiento casi universal de las elecciones presidenciales de 2018, y las de la Asamblea Constituyente. Asimismo, todos los zarpazos a la institucionalidad democrática, como los reiterados ataques a la Asamblea Nacional, han sido fuertemente cuestionados afuera. La gran mayoría de las democracias del mundo suman a ello su desconocimiento de la dictadura de Maduro, así como su rechazo a lo que acaba de ocurrir con el CNE. Parten de algo que tienen mucho más claro, por lo visto, que algunos opositores: no se pueden reconocer actos ilegítimos de autoridades ilegítimas; quienes aceptan la decisión del TSJ y el nuevo CNE, están tácitamente legitimando la tiranía, y reconociendo a Maduro como su presidente, así sea a regañadientes “porque hay que ser realistas, eso es lo que hay”.
El «realismo» de la «mesita de diálogo» tiene un solo objetivo: sustituir como sea a la actual oposición reconocida internacionalmente y pasar así a ser la leal oposición, en convivencia y conchupancia plenas con la tiranía. Trataron de hacerlo en 2018 y no les funcionó; ahora lo vuelven a intentar.
Volviendo al inicio, a “Love Story”: estos señores electoralistas, encabezados por los jefes de la “mesita de diálogo”, parece que piensan que nunca van a tener que pedir perdón al pueblo venezolano por sus devaneos frente al régimen. Flash news: “amar significa no tener que pedir perdón” es una de las frases más idiotas de la historia del cine.