Hace poco una querida amiga me escribió este mensaje por WhatsApp: “me encanta que los copeyanos estemos reivindicando nuestra historia”. En efecto, en las últimas semanas se han realizado tres eventos importantes para recordar la presencia de líderes valiosos de COPEI en la historia criolla durante las luchas contra la dictadura perezjimenista, y los cuarenta años democráticos vividos hasta 1998: la presentación de las memorias de Oswaldo Álvarez Paz, “Lo que debo contar”; un muy merecido homenaje a Enrique Aristeguieta Gramcko, y el pasado 4 de mayo el centenario del nacimiento de Luis Herrera Campíns; los tres, auténticos demócratas, de cultura, pensamiento y acción.
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El presidente Herrera lamentablemente no escribió sus memorias; habrían sido sin duda excelentes, por lo notable de la vida de este ilustre socialcristiano que vivió mucho, pensó mucho, e hizo mucho, por nuestro país.
Porque vaya que Luis Herrera Campíns escribía muy bien. Por años fue un destacado articulista en diversos medios venezolanos, donde mostraba una aguda capacidad analítica, con un castellano impecable. Fue asimismo jefe de redacción del diario El Gráfico, vinculado al entonces joven partido socialcristiano. Por fuerza exiliado -luego de sufrir cárcel- Luis Herrera Campíns se formó en la década de los años cincuenta, en Europa.
En Madrid, fundó el periódico TIELA (Triángulo Informativo Europa-Las Américas) junto a otros dirigentes copeyanos, y se graduó como abogado en la Universidad de Santiago de Compostela.
Un socialcristiano al que puedo llamar amigo, compañero y hermano -por más de medio siglo- es Gehard Cartay Ramírez, quien ha dedicado décadas a la historia patria, en especial la democrática, con obras notables como “Caldera y Betancourt: constructores de la democracia”. Le cedo la palabra a Gehard:
“Al respecto de TIELA, LHC le escribirá a Rómulo Betancourt:
“La hora es oportuna, desde luego, para el entendimiento concreto de nuestros partidos, no sólo para la coordinación de las tareas comunes a cumplir en esta fase agónica de la dictadura, sino sobre todo para garantizar una continuidad del entendimiento que haga posible un gobierno democrático en el porvenir”.
La unidad, siempre la necesaria unidad.
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Quiero ahora destacar especialmente una valiosa contribución del futuro presidente del país al debate político antes de la caída de la dictadura, el 23 de enero de 1958. Un magnífico ensayo de 82 páginas titulado “FRENTE A 1958” (Material de discusión política electoral venezolano). Fue publicado en Roma el 17 de marzo de 1957. La lucha contra la dictadura debía darse tanto en el pensamiento como en la acción. Y para lograr y cimentar la unidad siempre se necesita que los demócratas dialoguen, debatan y consoliden posturas comunes.
El autor declara la razón de esta obra: “Estas páginas llevan la intención de llamar a la consideración de 1958 como fecha clave en nuestro porvenir de pueblo”.
¿Y cuál era el objetivo final de la lucha? “realizar la solidaridad social fundada en la justicia y gozada en libertad, garantizada por un Estado democrático y pluralista. Premio de nuestro esfuerzo será lograr la hora exultante de la democracia integral, renovadora y perdurable”.
Siempre con Cartay:
“Frente a 1958” contiene su “personal punto de vista” sobre lo que está por pasar en Venezuela ese año. Por una parte, advierte que aquel gobierno no representa a la institución armada, ni actúa en nombre de ella, a pesar de que lo respalda hasta ese momento, pero que hay fisuras en ese apoyo, lo cual efectivamente sucederá a partir del primero de enero de 1958”.
Al inicio de “Frente a 1958” Luis Herrera menciona esta frase de Georges Bernanos: “El porvenir es algo que se domina. No se soporta al porvenir, se lo hace”.
Y al final del texto: “Largas jornadas piden voluntades fuertes. Contratiempos difíciles exigen ánimos decididos, pulso firme, corazón bien puesto”.
Este ensayo motivó a Romulo Betancourt a escribirle el 14 de enero de 1958 desde Nueva York. Su carta contiene un certero análisis de la situación política venezolana, siendo el principal propósito anunciarle su disposición y la de AD de entenderse con las demás fuerzas opositoras a la dictadura frente los hechos por venir. “Ahora ya tenemos que pensar en el futuro”, le dice, al tiempo que lo invita a que viaje a Nueva York para reunirse con él y Villalba, ya que Caldera estaba asilado en la Nunciatura Apostólica de Caracas.
La respuesta de Herrera Campíns no se hizo esperar. A los tres días le remite una extensa carta con sus razonamientos: “Como usted, también creo que el panorama es esperanzador (…) La hora es oportuna, desde luego, para el entendimiento concreto de nuestros partidos, no sólo para la coordinación de las tareas comunes a cumplir en esta fase agónica de la dictadura, sino sobre todo para garantizar una continuidad del entendimiento que haga posible un gobierno democrático en el porvenir”.
La unidad, siempre la necesaria unidad.
Tan sólo cinco días después sería derrocada la dictadura perezjimenista.